domingo, 29 de julio de 2012

POLÌTICAMENTE CORRECTO

"No hay palabras correctas, sino adecuadas"

Hablar es natural en el ser humano. Cómo hablar, no. Está atravesado por diversas cuestiones culturales. Esto no sucede solamente con el habla, sucede en todos los ámbitos. Comer es natural; cómo comer, no. Copular es natural; cómo copular, no. Existe en todos estos ámbitos un conjunto de normas más o menos explícitas que restringen el universo de lo que se puede y no se puede hacer.


Respecto del habla, debemos distinguir lo correcto y lo incorrecto desde el punto de vista normativo y pragmático. Las normas sirven para mantener organizadas las sociedades. Las normas lingüísticas sirven para regular el uso de las lenguas y, de esta manera, mantener la cohesión de las sociedades.

La ortografía y la disortografía son ejemplos de lo correcto y lo incorrecto desde el punto de vista normativo. Algo es correcto o incorrecto si respeta o no las normas. Decimos que algo es incorrecto o correcto desde el punto de vista pragmático cuando las formas lingüísticas utilizadas ayudan -o no- a que la comunicación fluya. El término más utilizado para evaluar estas formas es ?adecuado'. Palabras como permiso, por favor, gracias son palabras adecuadas pragmáticamente hablando.


El mundo humano es natural pero también es simbólico y en tal sentido las palabras ayudan a construir ese mundo. Palabras como discapacitado, sujetos con hándicap, personas con necesidades especiales construyen a las personas con sordera, con ceguera, etc. de manera diferente: más o menos hábiles, más o menos dependientes.

El uso de estas palabras depende de las concepciones desde donde se las postula y a la vez contribuyen a que veamos a las personas mencionadas de una u otra manera. Desde esta perspectiva no se pueden considerar palabras correctas o incorrectas sino adecuadas o no adecuadas.


¿Cómo hay que decir: ciego o no vidente?

A veces, para no discriminar, usamos palabras o frases que terminan siendo exageradas o más peyorativas. Los especialistas analizan este fenómeno.

¿Se dice persona discapacitada o con capacidades diferentes? ¿Suena mejor pueblos originarios que aborígenes? ¿En el grupo de la facu tenemos un amigo que es gay, o es homosexual? ¿En el micro hay que cederle el asiento a un adulto mayor o a un viejo? Muchas veces, en un intento de “no discriminar”, usamos palabras que terminan resultando exageradas, inapropiadas o que, incluso, son más peyorativas de lo que imaginamos.

Buscando echar luz a esta dialéctica lingüística, Los Andes consultó a diversas organizaciones y especialistas que explicaron cuáles son, según cada caso, los términos apropiados.


Veamos entonces. En el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra discapacitado está referida a una persona “que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales o físicas". En este sentido, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) recomienda, justamente, utilizar el término discapacidad para referirse a una persona de dichas características.

“Como consecuencia de la carga negativa que conlleva la palabra discapacidad, esta se ha querido reemplazar con expresiones como ‘persona excepcional’, con ‘capacidades diferentes’, con ‘necesidades especiales’. Terminología eufemística que invisibiliza a la persona con discapacidad, al emplear vocablos alejados de la realidad”, explica un documento del organismo llamado “Buenas Prácticas en la Comunicación Pública”.

Que además detalla: “Hablar de capacidades diferentes puede llevar a pensar en determinadas características sobresalientes, no habituales, incluso sorprendentes, a la vez que subraya la diferencia partiendo de un criterio de normalidad en cuanto al uso de las capacidades humanas”.

En tal sentido, Germán Ejarque, presidente del Consejo Provincial de las Personas con Discapacidad, opina que si bien para él las palabras no definen nada sí es partidario de llamar a las cosas por su nombre. “Lo correcto es decir persona con discapacidad.


Eso de capacidades especiales, por ejemplo, a mí me suena a superhéroe. Se debe hacer eje en la palabra persona (ya que eso es) y luego, si es necesario, especificar cuál es la discapacidad: visual, motora, auditiva”, detalla Germán, quien además de presidir el Consejo es una persona con discapacidad. “Los términos que para mí sí son peyorativos son minusválido, que significa ‘vale menos’, e inválido, que es ‘sin valor’. Pero más allá de las palabras hay que tener cuidado en la forma de tratar a la persona, ya que muchas veces se la infantiliza”, asegura Ejarque.

Siguiendo la misma línea del funcionario, el Inadi enfatiza en sus páginas: “Es necesario que la terminología utilizada comunique que las personas con discapacidad son, ante todo, personas que viven, sueñan, estudian, piensan, trabajan, tienen familia y son parte de un todo. No son sólo su silla de ruedas, su audífono, su bastón, su forma diferente de expresarse”.

Sol Delgado, que trabaja en el ministerio de Cultura, estudió terapia ocupacional un tiempo y ahora está preparando un ciclo de cine inclusivo, acota: “El ciclo es para ciegos, ya no se dice más ‘no-vidente’. Se volvió al lenguaje simple: ciego, sordo, mudo”.


Indio, indígena, aborigen

Tal cual señala el Inadi, ‘indios’ es una de las primeras denominaciones utilizadas despectivamente para referirse a algunos Pueblos Naciones Ancestrales. Lo correcto, lo oficial, lo adecuado es, según la Organización de las Naciones Unidas, decir “pueblos originarios”.

“Esta denominación es la que más nos gusta, aunque la ONU también aceptó ‘comunidades indígenas’. De hecho, la entidad que nos representa en Argentina se llama Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). Así que ya nos adecuamos a ese término. ‘Indio’ es discriminatorio, pero depende de cómo se utilice la palabra, y aborigen todavía se usa”, indica Jorge Lauen Correas, encargado del Área de Pueblos Originarios de la Municipalidad de Las Heras.

En este aspecto, el Inadi hace un análisis socio-cultural mediante el cual relaciona al indígena con el denigrantemente llamado ‘negro villero’: “Como consecuencia del despojo de sus tierras y recursos, la pertenencia a un pueblo indígena se convirtió en sinónimo de ser pobre, sumando los atributos discriminatorios con los que se suele estigmatizar a la pobreza: vago, delincuente, ladrón, ignorante. Los epítetos ‘cabecita negra’ o ‘negro villero’ se relacionan con la migración interna hacia las ciudades de quienes fueron expulsados de sus tierras (territorios ancestrales)”.


Viejos son los trapos

Según establece la Organización Mundial de la Salud (OMS), a todo individuo mayor de 60 años se lo puede llamar “persona de la tercera edad”. El Inadi es, en este sentido, más específico y al mismo rango etario la califica bajo el rótulo de “adulto mayor”. Sin embargo, en una reciente consulta realizada Los Andes al médico gerontólogo Félix Nallim, el profesional explicó que si bien el término ‘viejo’ se relaciona con un trasto arruinado, es el adecuado para nombrar a ese grupo poblacional.

Nallim, que es presidente de la Sociedad Gerontológica Argentina, diferenció entre el ‘viejo-joven’, que es el que tiene menos de 80 años, y el ‘viejo-viejo’, que supera los 84.

Se discrimina más al gay.

Si hablamos de homosexualidad, lo primero que hay que distinguir es que es diferente la carga negativa que pueden conllevar los vocablos que refieren a homosexuales hombres y a homosexuales mujeres.

Así lo explican: "La expresión fea que siempre se usa para hablar de un chico al que le gusta otro chico es ?puto', que supuestamente es el insulto más fuerte. Dentro del colectivo de lesbianas es raro que haya insultos. Por ahí se usa ?marimacho' como una forma despectiva. Pero generalmente se discrimina más a los gays", asegura Guadalupe Pregal (34), coordinadora de la agrupación Diversidad Universitaria.

La joven, que es licenciada en Comunicación Social, cuenta cómo lo vive ella: "Desde mi experiencia, lo que más insultante me parece es el acto lingüístico de colocarte en la categoría de ?la otra-el otro'; ?esa persona', ?ese tipo de gente'.

Tal vez sucede esto porque una de las estrategias que utilizamos para manejar los significados o el anclaje negativo de algunas palabras es retomarlas y adueñarnos de ellas para resignificarlas. Entonces, que me digan ?vos sos torta', pues yo diré: ?y sí, ¿cuál es tu problema?' Lo mismo sucede con ?puto' y otras expresiones. Así pasa que ya no son un insulto, o por lo menos no funcionan de esa manera", analiza Guadalupe.


POR: Ángeles L. Acosta. LOSANDES.COM.AR
ARREGLOS FOOGRÀFICOS: ALBERTO CARRERA
 


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