viernes, 17 de agosto de 2012

GENUINO Y NATURAL AMOR HOMOSEXUAL

Así se legitimó el amor homosexual.

Un recorrido por distintos momentos permite ver que los vínculos entre personas del mismo sexo fueron aceptados en otros momentos y que la idea de “lo natural” es una construcción cultural.


Alcanza con revisar el pasado para notar que las ideas que se tienen individualmente están teñidas –en mayor o menor medida– por las circunstancias sociales que nos rodean. La lectura que se hizo durante el último tiempo, y desde algunos sectores, sobre la homosexualidad estuvo cargada de prejuicios que en otras épocas y en otros lugares no existían, aunque la sanción en julio de 2010 de la Ley 26.618, que legitimó el matrimonio entre personas del mismo sexo en la Argentina, haya implicado un claro avance hacia la igualdad.

En la antigua Grecia, las relaciones afectivas entre hombres estaban bien vistas, en general, aunque con ciertas “reglas sociales” tácitas: se consideraba habitual que se estableciera una relación entre un chico más bien joven y un adulto, que funcionaba a la vez como mecenas y mentor; lo educaba en términos políticos, sociales, científicos y morales. La relación entre dos hombres adultos era algo menos visto, aunque haya existido, por ejemplo entre soldados de la ciudad de Tebas. Incluso desde el arte se recogió el tema: algunos poemas Virgilio u Horacio dan cuenta de lo que ocurría.


No hay nada casual en que el término “homosexual” tenga un origen etimológicamente entre griego y romano: la idea de “homo”, que en latín se vincularía con la de “hombre”, viene en realidad del idioma griego, y quiere decir “igual”. Por aquellos años, anteriores a Cristo, la relación entre las mujeres no estaba bien vista, ya que se las percibía básicamente como un vehículo para la reproducción, y de esa manera, la preservación de la especie. De hecho, la relación entre hombres y mujeres era más bien leída de esa manera, mientras que el vínculo entre hombres tenía implicancias placenteras, ya que además, como ocurriría después en Roma, el hombre era un objeto de belleza indiscutible, y se lo consideraba de una “perfección” muy superior al de la mujer.

En Roma, aunque ya desde la moral la homosexualidad recibió críticas desde autores como Tácito, eran habituales los vínculos entre hombres, en los cuales en general un joven –como en Grecia- o un esclavo cumplían con el rol pasivo de esa relación, y no al revés. Incluso sobre algunos emperadores, como Julio César y Nerón, se dijo que tenían amantes de su mismo sexo: el primero de ellos fue apodado popularmente “el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los maridos”, según narró el historiador Suetonio citando a un cónsul de aquellos años, todavía anteriores a Cristo.


La expansión de la Iglesia Católica por el mundo occidental trajo aparejada la idea de que el sexo era una práctica que debía reducirse a la reproducción de la especie, y a la vez, que el matrimonio, esa unión consagrada, era entre el hombre y la mujer, idea que el diccionario de la Real Academia Española discutió en junio de este año, cuando decidió que incorporaría entre las definiciones de esa palabra la posibilidad de que se tratara de individuos del mismo sexo. La Santa Inquisición, durante la Edad Media, persiguió duramente a los homosexuales, condenándolos a muerte por herejía.

Pero entre sacerdotes de distintos cultos –los seguidores de Ishtar, en la Babilonia del siglo XX antes de Cristo, y los seguidores de la mitología nórdica, en los países escandinavos, son dos ejemplos- existieron relaciones afectivas legitimadas. Incluso dentro del seno del catolicismo, las relaciones entre religiosos no estaban ausentes, así como entre la sociedad secular, hasta que durante el siglo XI y de la mano de Pedro Damián, preocupado por lo que llamaba el “vicio sodomítico”, se produjo la reforma gregoriana que condenó fuertemente estas prácticas afectivas e impulsó el celibato que aún hoy existe.


En Oriente, en la India, la homosexualidad hoy es un tema tabú, como lo es en general la sexualidad, aunque de a poco los canales de discusión empiezan a abrirse. Sin embargo, en las Leyes de Manu, de aproximadamente el siglo III antes de Cristo, se establecen los códigos de conducta más antiguos del hinduismo y allí los vínculos entre personas del mismo sexo no son reprimidos, aunque sí regulados: por ejemplo, se sugería una pena para una relación entre una mujer adulta y una virgen. En el Kama Sutra, la homosexualidad es aceptada sin miramientos.


Las distintas lecturas sobre una misma circunstancia, a lo largo de la historia, permiten ver que la idea de “lo que debe ser” por tratarse de “lo natural” es nada más que la construcción, probablemente hegemónica, de una idea cultural. Pero el tiempo y la lucha por las reivindicaciones permiten derribar algunas barreras e ir ganando terreno.




POR: JULIETA ROFFO. CLARIN.COM
ARREGLOS FOTOGRÀFICOS: ALBERTO CARRERA


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