EN ESTOS DIAS EN LA QUE SE HABLA TANTO DE LOS SACERDOTES Y SU HIPOCRECIA CON RESPECTO AL CASAMINTO GAY, SE ME VINO A LA MEMORIA ESTE CASO DE UN SACERDOTE GAY DE MENDOZA. LO VALENTIA TENDRÌA QUE SER TAMBIÈN UN EJEMPLO DE HONESTIDAD.
El primer caso de un cura argentino que se declara homosexual Orgullo Gay Andrés Gioeni era un cura de carrera brillante. Había dejado atrás novia y vidA deportiva. Egresó del seminario con 9.75 de promedio. El arzobispo de Mendoza le confió la formación de catequistas. Pero cuando se descubrió homosexual decidió asumirlo. Y aceptó la sanción, que le prohíbe ejercer el sacerdocio. Su caso salió a la luz pública porque posó para una revista gay. En una entrevista exclusiva, cuenta su vida, sus dilemas y sus razones.
Cuatro horas habló con Dios en el parque San Martín de Mendoza. Rodeado de árboles, fuentes y ciclistas, se hicieron bromas, rieron, lloraron. Con Dios, sí. Al final de la charla lo tenía claro: sería sacerdote. Andrés Gioeni tenía 18 años, una novia, jugaba al rugby en Maristas, estudiaba medicina y militaba en la Acción Católica. A su padre la vocación sacerdotal lo angustió: “¿En qué me equivoqué?”, preguntaba y lloraba. Andrés y su novia virgen Maricarmen misionaban y daban catequesis en el barrio La Favorita, detrás del Cerro de la Gloria. Visitaban las casas de los chicos pobres que iban al comedor y escuchaban las necesidades espirituales de la barriada. Andrés quiso estar ahí para ayudar. Fueron ocho años en el seminario Nuestra Señora del Rosario de Bermejo, en Mendoza, para llegar a ser sacerdote. Se consagró (en marzo de 2000) con 9,75 de promedio. Llegó a ser el más joven director del Instituto de Catequesis de su provincia. Menos de dos años después, aparecía como modelo, desnudo e insinuante, en la tapa de la revista gay Imperio. En un dossier interno, todo lo que Dios le dio y el gimnasio le ayudó a trabajar fue generosamente mostrado. Hoy es camarero en Sitges, un pub gay porteño y se decidió por un futuro artístico.
“En el seminario la homosexualidad no era tema de conversación, sólo se contaban chistes homofóbicos. Había temor. No se habla de sexo en el seminario. Había un cura que decía que tenía una amiga que se llamaba Manuela y era compañera en momentos de crisis”. Pero ni eso. Una de las peores cruces era ser post-adolescente y no poder siquiera masturbarse: “Es un calvario toda la semana ir a confesar que te habías hecho una paja. Algunos curas del Opus llegan a decirte que estás matando niños en potencia. Imaginate el cargo de conciencia”.
Andrés estaba convencido de que el celibato y la pobreza no le iban a costar, pero sí le iba a ser difícil el tema de la obediencia. Durante los años del seminario tres compañeros le fueron confesando que se sentían atraídos sexualmente por él. Uno de ellos le llegó a tocar los genitales. Andrés reaccionó mal: “Era casi homofóbico, por inseguridad”. Al pibe lo echaron. Los otros dos se consagraron y hoy son sacerdotes homosexuales célibes. Pero en el quinto año del seminario se descubrió masturbándose pensando en un compañero. “Si la masturbación era un cargo de conciencia, imaginate pensando en un hombre”. Tuvo largas charlas con su confesor, habló con su amigo y no le dieron trascendencia. “Gracias a Dios, al otro no le pasaba nada conmigo”, reconoce ahora Andrés.
Casi simultáneamente con su ordenación como sacerdote fue nombrado director de la Junta de Catequesis provincial. Tenía 28 años y dirigía y acompañaba a quienes en la provincia enseñaban catequesis en todos los ámbitos, bautismal, matrimonial, de confirmación, familiar. Diez meses después de su consagración algo empezó a hacer ruido. El sexo. Compulsivo. Era enero del 2001. En su austera habitación de la parroquia de la Virgen Niña, en Mendoza, encendió la computadora y tecléo: “Uolsex”. Abrió la puerta que lo expulsaría de su iglesia. Fue directo al chat gay, sin saber chatear. “Como lo podés hacer anónimamente, es muy sencillo, y yo estaba rompiendo las barreras. Me dolía menos una condena social que la de Dios. Había “hablado” este tema con Él aunque no muy claramente. Cuando me empecé a dar cuenta, lo viví como una cruz muy grande y me fui diciendo que Dios me hizo así y si quiere que sea sacerdote con esto, él me dará la fueraza. Empecé a tomar ese tiempo como un permiso que me daba Dios para experimentar. Algo así como pido gancho para ser puto un ratito. Una excusa queme sirvió para vivir”, dice.
Encontró mendocinos trasnochados buscándose. Prometían sexo. Armó un encuentro furtivo, en una esquina céntrica. Había mentido su nombre y su descripción física. Pasó sin ser visto. No se animó, no le interesó. La noche siguiente, otra vez. La tercera fue la vencida. En la esquina estaba Fernando, de 21, morocho, alto, ateo, linda sonrisa y barbita candado. Charlaron en el coche de Andrés en el parque San Martín (el de las charlas con Dios), en un bar hasta que les cerraron las puertas (ahí contó que era cura}. Finalmente, en el piso de la oficina céntrica de la Junta de Catequesis mendocina, se acostaron.
Se encontraban una vez por semana, con la excusa de que Fernando, que sabía de computación, iba a hacer la página de la Junta. “¡Qué fuerte suena contarlo –reconoce- ¡Van a hacer un exorcismo en la Junta, en Mendoza, cuando lo lean!¡Qué impulsivo, irresponsable, inconsciente fui! Pero lo seguí haciendo!”. Su confesor, con quien Andrés habló el tema claramente, intentó hacerle ver que no había “pido gancho” posible. Que la “conversación” con Dios habría sido un teléfono descompuesto. Que se hiciera cargo. Que iba a terminar esquizofrénico. Fueron seis meses de romance adolescente, hasta que Andrés dijo basta porque quería dedicarse al sacerdocio.
Mientras, Andrés confesaba feligreses que sufrían por su condición homosexual “Parecía que en ese momento Dios se encargó de mandarme muchos homosexuales. Confesé a varios. Uno venía muy de madrugada porque la noche anterior había estado con alguien y sentía la carga muy fuerte y quería comulgar. Su infelicidad me cuestionaba mucho, nadie lo sabía, era una persona grande y veía la angustia que él vivía en lo religioso. Yo no quería llegar a su edad con esa angustia. Y me acuerdo de una mujer que me decía que su hijo se iba a condenar porque era homosexual. Conversamos mucho, se fue aliviada y me quedé cuestionado en el confesionario. Lo que le había dicho a la mujer, utilizando la doctrina católica, ahora me lo tenía que decir a mí. Noté que dios no me condenaba por eso, más allá del discurso oficial de la Iglesia. Los documentos magisteriales dicen una cosa pero la teología abre otro campo. No es un tema fácil”. Cortó con Fernando y se metió con todo en la actividad pastoral. Acompaño al proceso de renovación de la diócesis de Mendoza, en una comisión con el obispo, con quien tenía relación cotidiana y con quien se sigue viendo. Había terminado el pido gancho, se prometió no entrar nunca más al chat y volvía a ser el padrecito Andrés.
Hasta que tuvo que viajar a Córdoba a un encuentro nacional de catequesis. Un día libre, un locutorio y un diario con avisos clasificados “hot”. Así llamó a “Lucas”, un taxi boy con el que tuvo sexo instantáneo y culpa demoledora: “Lloré como la Magdalena en la primera iglesia que encontré, había vuelto a caer. Salí de ahí, lo volví a llamar para tomar un café”. Se engancharon “Lucas” resultó llamarse Hugo y ser creyente profundo. El romance continuó entre córdoba y Mendoza. Hubo algunos viajes entre ambas ciudades pero Andrés ya había tomado la decisión. Cortaría la relación con Hugo, se iría a vivir a Buenos Aires y colgaría los hábitos. “Quizás si me hubiera encontrado con la iglesia que ingenuamente esperaba, tipo familia y contención, ayuda, quizás hubiera sido más fácil vivir el celibato”, dice ahora.
Una puja interna de poder que lo puso en el ojo de la tormenta le sirvió como excusa para salir de Mendoza sin decir los motivos verdaderos motivos. Le preguntaban si el deseo de dejar el sacerdocio tenía que ver con “alguna falda”. No mentía cuando decía que no, que nada que ver.
En Buenos Aires fue a parar a la catedral. Se anotó en un gimnasio “sospechado” de gay. Conoció a José Luis, abandonó la catedral y comenzó su primera convivencia homosexual. Al poco tiempo consiguió entrar a trabajar a la editorial Claretiana, pero tenía ganas de explotar su vocación artística. Se hizo un book fotográfico, empezó a estudiar teatro con Javier Daulte. Desfiló para una casa de ropa interior de hombres en la vidriera de Santa Fe entre Rodríguez Peña y Callao. Lo excitaba que lo miraran luciendo ropas sexy. Lo llamaron de la revista gay Imperio para que hiciera la tapa y un dossier de fotos desnudo. Dijo que no. A la semana dijo que sí. La revista llegó rápidamente al boliche gay de Mendoza: “¡Está el padre Andrés en pelotas en la revista Imperio!”, dijeron y la noticia tardó nada en llegar a los oídos del arzobispo.
“Fui ingenuo, creí que no se iban a enterar, el grueso de mi familia también se enteró así”, reconoce Andrés. Una andanada de llamadas telefónicas de parientes, amigos, ex colegas y hasta su madre le puso los pies en la tierra. Sin embargo nunca se arrepintió de las fotos. Perdió el trabajo en la editorial. No lo echaron, le hicieron renunciar para ahorrarse la indemnización. Recibió una carta del arzobispo preguntado si iba a seguir con ese “estado de vida”, porque si era así, debía ser amonestado, según el derecho canónico. “Le dije que sí, y que hiciera lo que tenía que hacer”. Le llegó la suspensión del ministerio, ya no ejerce más como sacerdote. No puede celebrar misa ni tomar confesiones.
Consiguió finalmente trabajo como actor en una publicidad que ya empezó a verse por televisión. Recomienda un servicio de Internet. Sí, el mismo que le sirvió para abrirse la puerta de la parroquia y salir a jugar. Sin dudas, otro chiste de Dios.
POR: OSVALDO BAZÀN - MEDIOS
FOTOGTAFÌAS: WEB
ARREGLOS: ALBERTO CARRERA
por osvaldo bazan.
2 comentarios:
podrían sacar la cuarta y decimoprimera foto de este blog? se los agradecería.
Exelente informe... me gusto mucho.
pregunto yo...? donde puedo obtener las fotos originales sin censurar???
me gustaria poder verlas ya que la revista en la que se publicocaron nu llega al interior del pais.
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