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domingo, 12 de abril de 2015

Mujeres casada con homosexuales. Mi marido es gay. Tóngqī. Married women with homosexual. Straight Spouse

"Tenemos que hablar". En cuanto escuchó esas tres palabras, Ana, de 41 años, comprendió que su vida iba a cambiar. Alberto, el que era su amor desde la universidad, con quien había vivido ocho años de un matrimonio tan normal como cualquier otro -pensaba ella-; con quien había tenido dos niños preciosos; el marido detallista que la seguía haciendo reír con sus chistes de colegio, estaba allí sentado, mirándola con un gesto de angustia infinita.


"No añadió nada más durante unos segundos. Imaginé primero que lo habían despedido del trabajo o que me iba a decir que estábamos en la ruina", recuerda Ana, "no quería ni pensar que podía haber otra mujer. Entonces lo soltó: 'Lo siento, lo siento muchísimo..., pero soy gay y he conocido a otra persona'. Y se echó a llorar. Era una situación irreal. Yo sentía una mezcla de incredulidad y de dolor. No fui capaz de decir nada y me puse a llorar también".

La confesión de Alberto llegó como un torrente con el que desahogó toda una vida de negación y engaño. "Me dijo que antes de casarnos estaba convencido de que iba a ser capaz de controlar el deseo que sentía por los hombres, y que durante mucho tiempo lo logró. También me aseguró que nos quería mucho a mí y a los niños. Y sé que es verdad. Pero cuando conoció a su actual pareja... Una mentira no puede mantenerse para siempre".

Mucho tiempo después Ana seguía preguntándose cómo había sido posible que nunca hubiera percibido nada. Que no hubiese existido algo, ni fuera ni dentro del dormitorio, que la hiciera sospechar. Y todavía hoy no ha encontrado una explicación.

Marta Campo Ruano, jefa del Servicio de Psicología del Hospital de La Zarzuela (Madrid) y especialista en problemas de pareja, duda sin embargo de que en estos casos no haya ningún indicio sobre la auténtica condición sexual de la pareja. "Como se suele decir", argumenta, "no hay mayor ciego que el que no quiere ver. A veces se niega que exista un problema porque se necesita que ese matrimonio funcione. Pero siempre hay señales que indican que uno de los dos no tiene una relación plena y satisfactoria, al menos en el terreno sexual. Aunque eso dependerá también de lo que considere cada uno que es una relación física satisfactoria".

La doctora Campo Ruano recuerda a una mujer que acudió a su consulta en busca de ayuda para afrontar la misma difícil experiencia de Ana. Ella y su pareja se habían casado tras un año de noviazgo. Ni antes ni después de la boda hubo sexo entre ellos. Ella encontraba la explicación a este hecho en el carácter "muy respetuoso" de su pareja y en las profundas convicciones religiosas que ambos compartían. Hasta que él le reveló la verdadera razón. Cuando llegó a la consulta, estaba furiosa con el que ya era su exmarido por haberla hecho vivir un engaño que le había obligado a replantearse todo en lo que creía. Pero también se había enfadado con ella misma por no haber sabido ver lo que luego le había resultado tan evidente.

Es un hecho que la homofobia sigue empujando a muchos hombres a crear una pantomima en la que representan un papel que no resulta creíble sin una mujer a su lado. El New York Times publicó hace varios años un estudio que calculaba entre 1,7 y 3,5 millones el número de mujeres estadounidenses que estaban o habían estado casadas con un homosexual. Eso significaría que entre un 15% y un 20% de los gays de Estados Unidos oculta su verdadera naturaleza con una boda. El porcentaje es reducido, sin embargo, cuando lo comparamos con otros lugares donde la condición sexual puede significar la absoluta exclusión social. Organizaciones locales estiman que la cifra se eleva al 85% en la India y hasta el 90% en China. En este país es un hecho tan habitual que incluso existe un término para los millones de mujeres casadas con homosexuales, las tongqi. Una de ellas, Xiao Yao, creó tras divorciarse la primera web de asistencia para ellas: la Casa de las Esposas de Hombres Gays en China, que además cuenta con una línea telefónica de ayuda psicológica.


Existen plataformas similares en Estados Unidos, como Straight Spouse, también fundada por otra víctima colateral de los convencionalismos y el miedo. En su blog, donde se recogen todo tipo de experiencias, una tal Joanna relataba cómo la sospecha de una infidelidad convencional le llevó a espiar a su marido y a descubrir que mantenía una vida paralela con un compañero de trabajo. "Durante meses guardé silencio por mis hijos. Él seguía siendo igual de cariñoso y dulce, e igual de distante y desinteresado por el sexo. Por lo menos en eso me sentí aliviada, al saber que no era culpa mía por ser poco atractiva o poco hábil. Sencillamente, es que no podía satisfacerle". Cuando Joanna ya no pudo soportar ese extraño statu quo, una tarde, en el coche, delante del supermercado, le hizo una pregunta sabiendo de antemano la respuesta: "Paul, ¿eres gay?". "No quiero serlo", contestó él tras el desconcierto inicial. Solo añadió que al menos había intentado ser el mejor marido y un estupendo padre.

"En algunos casos, estos hombres pretenden compensar el engaño a sus parejas dándoles todo lo que ellas desean. También sexo", explica la doctora Campo Ruano, "pero siempre hay grietas, un déficit que suele aparecer en el contacto físico, aunque sea de forma inconsciente. Por eso, además del golpe que produce en esas mujeres un descubrimiento así, también es frecuente cierto alivio al encajar las piezas y comprender el desinterés sexual".

El sentimiento de culpa, tan habitual en el fracaso de otras relaciones, es menos usual en estas: ellas no fallaban, se trataba de que ambos jugaban en divisiones diferentes. Una razón que también podría explicar por qué estas rupturas suelen resultar menos traumáticas que las provocadas por el típico triángulo amoroso, como asegura Marta Ibáñez Sainz-Pardo, psicóloga especialista en terapia sexual: "Cuando hay otra mujer, entra en juego la comparación y la rivalidad. ¿Qué tiene ella que no tenga yo? ¿Qué la hace mejor? Es obvio que cuando el problema es la orientación sexual, la autoestima sufre menos".

Para Ana, tampoco hay duda: "Desde luego, prefiero que hubiera otro y no otra. Yo siempre dije que no iba a pasar nunca por una infidelidad y, en cambio, en esa situación veía a Alberto más como una víctima que como un cerdo que me hubiera puesto los cuernos. Por eso ahora, después de tres años, podemos seguir siendo amigos. No hay resentimiento. Y además su actual pareja es un chico que me cae muy bien".

La actriz estadounidense Fran Drescher (famosa por su interpretación en la serie La niñera) también fue capaz de convertir un matrimonio equívoco en una amistad duradera. Después de 21 años junto al productor Peter Marc Jacobson pidió el divorcio porque, como ella misma reconoció, su marido había salido por sorpresa del armario: "Al principio le odiaba, pero luego me di cuenta de que no podía castigarle por haber sido consecuente con sus sentimientos. Lo gracioso es que yo pensaba que teníamos una vida sexual mejor que la de cualquiera de nuestros amigos... Pero lo más importante es que seguimos queriéndonos". Tanto es así que llegaron a trabajar juntos en una serie titulada Happily Divorced, que estuvo basada en su propia historia.


"No solo es posible que los sentimientos se mantengan, sino incluso que la relación sobreviva si los miembros de la pareja son capaces de diferenciar el plano emocional del físico", aclara Marta Ibáñez, quien añade: "Ocurre cuando ninguno de los dos quiere renunciar a lo que les aporta su convivencia. Lo mismo sucede con las parejas asexuadas. El amor puede sobrevivir sin sexo".

Lo cierto es que hay muchas formas de vivir en pareja y de obtener de ese vínculo aquello que se necesita. Un colega de la doctora Campo Ruano trató durante mucho tiempo a un hombre de cierta posición e intensa actividad social, casado y con hijos, que no se sintió obligado a renunciar a sus inclinaciones homosexuales gracias al apoyo de su mujer. Ella lo sabía desde siempre y aunque nunca lo hablaron de forma explícita, establecieron un acuerdo tácito por el que ambos podían hacer su propia vida siempre que no comprometieran la imagen familiar.



"Cuando hay acuerdo no hay engaño", añade Campo Ruano, "otra cosa es si ese es el mejor modelo de pareja que puede ofrecerse a los hijos, basado en la apariencia. Hay que ser consciente de que tarde o temprano ellos lo descubren, por eso es mejor ser honesto y afrontarlo de la forma más positiva. El hecho de que su padre sea gay no significa que desaparezca todo lo bueno que han vivido juntos, ni cambian los sentimientos". Los niños de Ana y Alberto, que tienen ocho y seis años, saben que su padre está con un amigo que ya forma parte de la familia. Nada más ha cambiado. "Entienden los sentimientos de él como algo natural y ven que los sigue queriendo muchísimo", concluye Ana, "ellos van a tener la suerte de crecer sin tabúes, por eso sé que nunca cometerán el error de vivir la mentira que vivimos nosotros".


Por: Hugo de Lucas - Elmundo.es
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sábado, 7 de marzo de 2015

Narcisismo y exhibicionismo masculino. Tendencia en ascenso.

Los hombres tienen tendencia a ser más narcisistas que las mujeres. Ese fue el resultado de un extenso análisis de datos. Evaluaron la voluntad de poder, el exhibicionismo y la idea de que todo lo merecen.


Los hombres tienen tendencia a ser más narcisistas que las mujeres, concluye un análisis de datos provenientes de 355 estudios y otros trabajos publicados desde hace 30 años en los cuales participaron unas 470.000 personas.

Estas investigaciones se concentraron en tres rasgos de los narcisistas: la voluntad de poder, el exhibicionismo y la idea de que todo lo merecen.


"El narcisismo está relacionado a diferentes disfunciones mentales del individuo, entre ellos la incapacidad de mantener relaciones duraderas con los otros, la agresividad y los comportamientos no éticos", explicó Emily Grijalva, profesor adjunto de Recursos Humanos en la universidad de Buffalo (Estado de Nueva York), principal autor de este estudio que será publicado en la revista estadounidense Psychological Bulletin.

Pero "al mismo tiempo, el narcisismo permite mejorar la autoestima, contribuir a la estabilidad emocional y a la tendencia a afirmarse como líder", añade.


"Al examinar las diferencias sobre el narcisismo entre hombres y mujeres, podría ser posible determinar disparidades entre los dos sexos en cuanto al acceso a puestos de responsabilidad por ejemplo, y también en otras áreas importantes", explica la psicóloga.

Los investigadores determinaron que la mayor diferencia se basa en la idea de que todo lo merecen. Los hombres tienen tendencia a reivindicar ciertos privilegios más que las mujeres.

La segunda gran diferencia se refiere a la voluntad de autoridad o dominación.


"En comparación a las mujeres, los hombres muestran más seguridad y deseo de poder", destaca la profesora Grijalva.

Sin embargo "no hemos constatado diferencia en las tendencias exhibicionistas, lo que significa que tanto los hombres como las mujeres demuestran vanidad, deseo de ser admirados y falta de empatía", comenta.

Según investigaciones anteriores, las diferencias de personalidades entre hombres y mujeres puede ser el resultado de estereotipos de la sociedad que se desarrollaron con el paso del tiempo.


Según los autores de este nuevo estudio, el hecho de que siempre haya mucho menos mujeres en los puestos de dirección podría deberse a la diferencia entre los estereotipos sobre la feminidad y el rol de dirigente.

"Los individuos tienen tendencia a observar y a aprender de muy chicos los roles de mujer y de hombre", explica la psicóloga. Las mujeres podrían "ser duramente criticadas cuando se muestran autoritarias o agresivas. Esto crea más presiones en ellas que en los hombres, lo que las hace controlar más sus comportamientos narcisistas", concluye.


Por: Agencia AFP - Losandes.com.ar
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viernes, 22 de agosto de 2014

Síndrome del nido lleno ... pero muy lleno ni tan vacío. "Empty nest syndrome, but not so empty"

Nido lleno: la mayoría de los que se quedan en casa son varones. Según datos del Indec, seis de cada diez jóvenes de entre 18 y 35 años en esta condición son de sexo masculino. Lo atribuyen a que tardan en formar pareja, entre otras causas. Aportan poco al hogar, gastan su dinero en tecnología y sus padres los apoyan. Un trabajo de la UADE indica que el 74% sigue viviendo en la casa familiar.


Nido vacío. La frase por sí misma espanta a padres –a madres, sobre todo– pero también a los hijos cuando se independizan. Contrariamente a lo que se cree –acaso producto de la atención excesiva que le prestan los medios a psicólogos y psicoanalistas que hablan de ese drama que es el "nido vacío"– cada vez son menos los pajaritos que huyen y más los que se acomodan al calor del nido. Muchos más varones que mujeres.

"Del total de jóvenes de entre 18-35 años que vive con sus padres en todo el país, la mayoría tiene entre 21 y 29 años y seis de cada diez son varones. De esta cifra, más del 90% no estudia, trabaja", explican voceros del Indec a Tiempo Argentino, basados en el último censo nacional. 

El dato termina de completarse con los resultados de una reciente investigación de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) llamado "El fenómeno del nido lleno. Juventud crónica y nuevas formas de familia". Dice el trabajo: "En Argentina, el 74,50% de los hijos de entre 18 y 35 años viven con sus padres, y  no aportan a la economía del hogar. Tanto padres como hijos consideran natural que la manutención económica esté a cargo de los progenitores (aunque los jóvenes trabajen)."


El target o grupo etario al que se apuntó fue la "clase media del área metropolitana de Buenos aires": jóvenes de 18 a 35 años que trabajan o estudian, pero también que estudian y trabajan, y padres con hijos de esas edades (de 50 a 70 años). "Si bien los jóvenes se consideran autónomos y libres para tomar decisiones propias en la vida, muchos de ellos, hasta casi los 30 años, permanecen en el hogar o reciben apoyo económico de sus padres", afirman.

Desde el Indec, profesionales del área de Estadísticas Sociales y de Población explicaron a Tiempo Argentino que una de las posibles explicaciones del nido lleno "es que se va postergando la edad en que las mujeres deciden tener su primer hijo, hasta después de los 30". Y lo que se observa en el último censo es que "antes la cúspide para tener familia eran edades tempranas y hoy se fue corriendo esa edad. Se tienen menos hijos y mucho más tarde, lo cual podría estar postergando la salida del hogar. No se forman nuevas familias, se mantiene la familia original. Y como se sabe uno de los factores para salir del nido es formar pareja."


¿APORTAR O NO APORTAR? De acuerdo a una investigación de la UADE –300 entrevistas en profundidad y 489 encuestas a jóvenes y padres–, en la Argentina, el 74,50% de los hijos de entre 18 y 35 años viven con sus padres y no aportan a la economía del hogar. Los padres, al parecer, chochos de la vida: el 53,4% de los jóvenes encuestados aseguraron que sus padres jamás les reprocharon esa ausencia de "aporte ".

El 80% de los jóvenes en cuestión se considera independiente porque toman sus propias decisiones. ¿Y qué dicen los padres? Un 63% realmente disfruta que sus hijos convivan con ellos, sólo un 37% preferiría que no lo hicieran. El 82% argumenta que ayuda de distinto modo a sus hijos, por tres factores: para que terminen la carrera, porque sienten que es su obligación y para que tengan un mejor pasar económico que el que ellos tuvieron.

Ante la pregunta de si les genera alguna dependencia recibir ayuda económica de sus padres, un 49,1% de los jóvenes dio un rotundo sí. En cuanto a si colaboran con la economía familiar, un 43% de los encuestados dijo que no. Sólo un 25% se hace cargo de pagar algún servicio como la luz, el gas y el agua, un 18% realiza las compras, un 11% da dinero a sus padres. Sólo un 3% da una suma de dinero fijo para el hogar.


Al respecto, la directora de la encuesta, Diana Barenboim, psicóloga del Instituto de Ciencias Sociales de la UADE, explicó a este diario que lo que se buscó descifrar: "es el fenómeno donde los hijos se van más tarde de los hogares, pero conviven siendo sujetos autónomos e independientes. Pensé encontrar un mayor conflicto por parte de los padres, pero en realidad, mientras los hijos estudien no tienen problema en mantenerlos. Los jóvenes, frente a la imposibilidad de tener una vivienda propia, destinan su salario a viajes, a tecnología, a comprarse un auto, pero la mayoría no aporta en alimentos, ni se sostienen desde un lugar de responsabilidad adulta. Sin embargo, no sienten malestar por la dependencia." En este punto, el mandato de la modernidad choca de lleno con el de la posmodernidad: "Hijo, yo te sostengo para que puedas ser feliz estudiando una carrera que te gusta", dice el mandato posmoderno. "Ha habido una renuncia muy grande de los padres en su propia vida estudiando algo por deber y no por placer, entonces le dan la oportunidad a sus hijos de cambiar su historia", explica Barenboim.

Además, tener un adolescente o adulto en la casa llena un espacio en una sociedad en la que cuesta, y tanto, sostener afectos: "El nido lleno conserva el lugar de los progenitores, algunos ya cercanos a la edad pasiva. Los mantiene en un lugar activo porque siguen siendo proveedores de dinero, de casa y comida. Algunos les pagan el alquiler a los hijos una vez que deciden irse. Esto prolonga el reinado de los padres en el tiempo, que sigue siendo suyo y no se hereda a los príncipes."


LOS HEREDEROS. Los herederos lo cuentan por sí mismos. Para María Belen Ojeda (22), quien vive junto a sus padres en una casa de San Martin, los padres toleran a sus hijos hasta el hartazgo para "marcar la diferencia con la crianza de sus épocas. No les exigen dinero, a pesar de que sus hijos están en condiciones de dárselo. Lo hacen porque necesitan el contacto y para estar al tanto de lo que pasa en sus vidas."

Martina Di Rado (26) cuenta que apenas terminó la escuela a los 18 años, se fue a vivir a Rosario, pero al año siguiente debió volver. "Estudio en Pergamino, como queda a 40 kilómetros de Arrecifes, sigo viviendo en la casa de mis padres y viajo todos los días a la facultad. Mis padres no tienen problema con eso, mi hermano menor de 25 años también vive con nosotros. No pago un peso por estar en casa, no trabajo, pero aún si lo hiciera, tampoco me pedirían." Di Rado observa que cada vez son más los jóvenes que vuelven a la casa paterna, o directamente, nunca se van: "no es fácil irte y bancarte. En el momento que uno da el portazo, deja de depender. Si uno deja el nido lo deja para siempre".

Ernestina Lovera (23), de Lanús, coincidiría con Martina si la conociera: "No estoy estudiando. No pongo plata en casa porque no me la piden, la plata que gano trabajando es para mí. Mis padres no me exigen nada. Me siguen brindando facilidades para determinadas cosas. De mi entorno la mayoría vive con sus padres. Es difícil tener una casa sin un buen trabajo y es preferible no irse rápido a vivir solo. Invierto en otras cosas el dinero que podría destinar para un alquiler."

La madre de Ernestina (53) es clara. ¿Por qué a una edad en la que podría estar disfrutando a pleno de la vida conyugal, prefiere tener bien cerca a su retoña? Dice con una voz amena que las cosas hoy –por suerte– son muy distintas a cómo eran en su juventud. "Antes entendíamos que a los 20 años éramos tan grandes que no sólo teníamos que abandonar el nido, sino buscar pareja, tener hijos, armar un nido nuevo. Hoy nuestros hijos son más inmaduros, pero los acompañamos, si bien no es una comodidad que un hijo adulto viva con uno."

Que un  hijo se vaya de casa, para Ernestina, es una señal de adultez, de ciclo cumplido. "Y no me llena de vacío pensarlo. Si uno de mis hijos se fuera mañana, diría que ha concluido con éxito mi acompañamiento. Pero aún no se deciden. Que vivan con nosotros lo vivo como algo natural, me dicen que le encantaría vivir solos, porque los padres les rompemos las pelotas, bla bla, pero se quedan." 

En una casa de Villa del Parque, la familia de Javier Gonzalez (23) cuenta por qué lo banca. "Lo bancamos en todo. Puede quedarse en casa el tiempo que quiera", afirma con una sonrisa la mamá del clan. "En casa, Javier está cómodo, desearía quedarse varios años más inclusive sin moverse de esa condición". Su mayor inconveniente hoy para dejar el nido es el económico. Y algo hay en eso de extrañar a los padres, pero no parece ser la barrera. "En esta generación no soy el único que lo piensa, muchos otros como yo piensan como yo, algunos le dicen síndrome de Peter Pan."


"Para mí es un tema puramente económico"

Juan Manuel Martínez es el menor de cinco hermanos. Tiene 33. Vive en Floresta en la casa de sus padres. Es grandote y usualmente tiene gestos melancólicos como quedarse de pie y mirar al vacío a través de la ventana de cortinas verdes. Recuerda un poco a Theodore, el protagonista de la última película de Spike Jonze, Her, un joven de labio leporino enamorado del sistema operativo de una computadora. Juan no tiene labio leporino. "Yo a esta no la siento como mi casa. Esta es la casa de mis viejos y me manejo según sus reglas. No entra cualquiera. No hay desfile de chicas." Es tajante en lo que dice, su voz es suave.

Aclara que los padres nunca les pidieron nada a ninguno de los hermanos, pero que ellos aportan desde donde pueden: había que poner un ventilador de techo y Emanuel fue al Easy, lo pagó y coloco, o en el verano puso una reja. 

"Sigo viviendo acá por un tema puramente económico. El otro día hablaba con ellos –mi papá tiene 75 años y mi mamá 65– que si quiero puedo ir a alquilar porque trabajo, tengo como solventarme, pero si alquilo, ahorrar  se hace complicado. Decidimos entre los tres que tenía que quedarme. La casa es grande. Mis viejos me apoyan en todo. Entienden que tengo más de 30 y simplemente debo avisarles si voy a dormir, o no, a la noche."

Sus amigos varones, todos treintañeros, están en la misma. Viven con su madre, o su padre –si son separados– como algo natural. "Ahora que lo pienso, nunca hablé con ellos, si están con su madre, o su padre porque no les da la plata para irse a vivir solos, o porque quieren estar." Otro compañero, Ezequiel (33) recién este año se largó a independizarse, tal vez porque hace poco se puso de novio y de a dos es más fácil todo. "Pero tengo una amiga, María (30) que le pasó a la inversa: se fue a vivir sola, pero como no le daba la plata para alquilar tuvo que regresar de los viejos."


Maxi y Morrón

Maximiliano Giménez (23) vive en la zona de Parque Centenario. Como su mamá estaba trabajando, decide posar para la foto con el que es su afecto más cercano, el que considera como el otro macho de la casa: Morrón, su perro. Un bulldog inglés adorable parecido al que sale en la serie de Tom y Jerry.

No es fácil para Maxi ser hijo de padres separados y "que mi padre nos haya descartado y se haya ido a vivir con otra mina. Vivo con mi mamá y mi hermana mayor que tiene 27 años, ella estudia y trabaja. Yo sólo estudio Ingeniería Mecánica en la UTN. Colaboro un poco económicamente con mi mamá, que tiene 51 años. Es cómodo vivir con la vieja, me encantaría vivir solo pero no me dan los números. Además, la comodidad de la casa materna no te la da ninguna otra casa en el mundo."

En cuanto a su mamá, dice que está "todo bien" con él, pero con la hermana no tanto, tiene mucha menos tolerancia: le parece que es hora de que se vaya, porque no aporta en nada económicamente; "conmigo tiene más tolerancia, será porque soy varón y más chico".

La mayoría de los amigos de Maxi también vive con sus padres y sin miras de cambio, piensan seguir así por mucho tiempo, ninguno tiene planes de abandonar el calor del nido.


Por: María Victoria Dentice - Infonews.com
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miércoles, 20 de agosto de 2014

La identidad y su peso sobre la salud psíquica y emocional. El origen de todos. "The identity and weight on the mental and emotional health. The origin of all"

Un experto habla sobre la importancia de conocer el propio origen y brinda consejos a quienes resuelven adoptar sobre cómo abordar el tema.


“La identidad la constituyen -ante todo- el nombre, el apellido y la familia, ya que es el primer núcleo social con el que convivimos desde que nacemos y es constructora de valores trascendentes” , define el doctor Roberto Ré, médico psiquiatra y director de Red Sanar.

Según destaca el especialista, la familia es maestra y orientadora de la vida emocional, de solidez y estabilidad de los sentimientos, desde ese lugar es la creadora de nuestra identidad.

“A su vez, la persona configura su identidad con su carga genética, con su carga ambiental desarrollada a través de la biografía de su propia existencia, con su personalidad, con su mente y su mentalidad, y con la reacción-respuestas emocionales inoculadas a través del aprendizaje de vida”, añade.

- ¿Qué rol cumple la identidad sobre la salud psíquica y emocional de la persona?
- Hay una frase de Erich Fromm que me encanta para explicar este tema: "Esta necesidad de un sentimiento de identidad es tan vital e imperativa, que el hombre no podría estar sano si no encontrara algún modo de satisfacerla".

La primera pregunta que nos hacemos los seres humanos es “¿Quién soy yo?”, es una cuestión básica y sumamente importante ya que nos define, y sabiendo quiénes somos es que podemos desarrollar nuestra vida en libertad.

La segunda pregunta que nos hacemos los seres humanos es “¿Con quién estoy yo?”, es decir, somos seres vinculares y esto también configura nuestro mundo relacional y nuestras respuestas están relacionadas con ambos aspectos, quien soy yo y con quien estoy.

La tercera pregunta es “¿A quién tengo como referente interno?” y en función de eso voy a configurarme con él. Y la cuarta pregunta, o mejor dicho afirmación, es “Yo puedo”, es decir, la situación de capacidades estará relacionada tanto con el potencial de mi educación, como de los recursos múltiples de los cuales dispongo.


VACIOS:

- ¿De qué manera puede impactar la imposibilidad de conocer los propios orígenes sobre la salud psíquica?

- Para el desarrollo de una personalidad sana y rica, las figuras de internalización, que configuran la estructura de la personalidad, deben ser figuras de aceptación y amor incondicional. En este sentido, el padre, la madre, los abuelos, los tíos, hermanos, primos…configurarán un universo que estará interrelacionado con el sujeto en la primera infancia y éste será enriquecido por otras figuras de aceptación y amor como son los amigos, maestros, educadores y forjadores de la persona y de su personalidad.

La carencia de figuras fuertes de identidad y la duda con respecto a la identidad biológica puede generar vacíos de identidad existencial que son difíciles de llenar a lo largo de la vida.
Estos vacíos pueden originar menoscabo en la salud emocional y psíquica y lesionar en gran medida a la persona en su personalidad, como también en la reacción o respuesta de identidad personal en relación con el mundo y sus circunstancias.

- ¿Cuáles serían las claves para afrontar de la mejor manera el hecho de conocer en la adultez a los verdaderos padres y familiares?

- En primer lugar, siempre es bueno que el ser humano se entere de su verdadera identidad desde pequeño. En general, los adoptados que se enteran de su verdadero origen cuando son adultos pueden llegar a enfrentar preguntas, dudas, conflictos.

Estas preguntas, dudas, conflictos, darán lugar a resoluciones de un gran capítulo del sufrimiento humano, que son distintas formas de duelo: duelo por el no conocimiento de figuras de afectación y de amor, duelos de identidad, duelos de pertenencia, duelos de pérdida de transmisión de vínculos y valores que son forjadores de la persona y de su personalidad. Es decir, vacíos que deberán ser adecuadamente trabajados para no generar existencias conflictuadas. Y hay que generar, a su vez, nuevos principios de sustentabilidad de la persona que permitan reinstalar dentro de sí misma un proyecto existencial saludable con vocación y sentido de la vida para lograr la autosustentación en su autoestima como en el encuentro con su propia felicidad.


UN DERECHO:

- ¿Siempre es mejor contarle a una persona que es adoptada?

- Sí, es necesario que el niño sepa que es adoptado desde pequeño. Todos tenemos derecho a conocer nuestro origen y nuestra historia, por dura que sea. Sobre todo porque el ser humano desde temprana edad se mueve en círculos sociales -jardín de infantes, primario, etc…- y lo que se da mucho -que daña al niño- es que se entere por boca de otros (que no son su familia adoptiva) de su propia historia.

Los niños deben enterarse de su adopción de boca de sus padres adoptivos, de esta manera no sólo sabrán la verdad sino que adquirirán un lazo de confianza con ellos. Es importante que los padres se nutran de la historia del niño que adoptaron, que sepan responder sus preguntas y que, sobre todo, le expliquen que la adopción no es algo vergonzoso o perjudicial, sino todo lo contrario, es un acto de amor.

En los casos en que el niño adoptado desarrolle problemas emocionales o de comportamiento, los padres siempre deben acudir a un profesional (psicólogo o psiquiatra).
Por el contrario, el ocultamiento puede transformarse en una “tapadera” y ésta generar turbulencias emocionales y pensamientos perturbadores que pondrán siempre en duda la realidad de su devenir biográfico-histórico.


- ¿Qué puede hacer el entorno cercano para acompañar ese momento?

- La familia debe siempre optar por tratar al niño adoptado como familia, porque su lugar es de un miembro más de la familia, sin importar si lleva su sangre o no. No hay que hablarle del tema si el no quiere, ya sus padres se ocuparán más de conversar con él.

Todos los hijos que pertenecen a una familia son hijos del amor, y en clave de amor deberán ser siempre vinculados todos.

En el caso puntual de que por alguna razón alguien se entere de grande que es adoptado siempre es bueno rescatar el agradecimiento para quienes acompañaron el proceso de crecimiento y desarrollo de su persona y de su personalidad, debiendo a su vez trabajar en la resolución del duelo como del resentimiento por no haber dispuesto de la información en su momento y en su lugar.


Por: Doctorvid.com
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martes, 1 de abril de 2014

Cómo decirle a mi hijo: "Soy gay" Padres homosexuales. My son, I'm gay.

Cómo contarle a mi hijo: "Soy gay" Psicólogos recomiendan a padres homosexuales la manera de sincerarse ante sus hijos; en un hecho histórico el papa Francisco dijo que las familias diversas plantean "nuevos desafíos" para la Iglesia.


Las parejas homosexuales casadas están amparadas legalmente en la Argentina desde 2010 por la ley de matrimonio igualitario; ya son casi 9500 los matrimonios entre personas del mismo sexo. Ese acontecimiento y la ley de identidad de género, sancionada en 2012, podría suponer que en la actualidad y en el futuro cercano sea habitual que lesbianas, gays y trans sean los padres y las madres que diariamente se visibilicen, incluso los que antes de asumirse como tales habían construido familias "tradicionales" o "heterosexuales" y habían tenido hijos.

Las familias homoparentales o diversas son las que no entran en el núcleo de una mamá mujer, un papá varón e hijos; son las conformadas por dos mamás, o dos papás, o una persona trans. Situaciones que siempre han existido, aunque permanecían invisibles.



Esta realidad no es desconocida ni siquiera por la Iglesia. En un discurso histórico, el papa Francisco dijo sobre las familias homoparentales: "La existencia de hijos que conviven con parejas homosexuales, suponen un desafío educativo nuevo para la Iglesia Católica, sobre todo a la hora de anunciar el Evangelio". Y agregó: "El porcentaje de chicos que estudia en los colegios y que tiene a sus padres separados es muy elevado. Las situaciones que vivimos hoy plantean nuevos desafíos que para nosotros, a veces, son incluso difíciles de comprender".


Cuando se difundió esta declaración, el presidente de la Federación Argentina LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y trans), Esteban Paulón, dijo: "Esto muestra el enorme desprecio de Bergoglio hacia las familias de la diversidad sexual y hacia el creciente número de estados en el mundo por reconocer las relaciones afectivas y familiares de lesbianas, gays, bisexuales y trans".

Pero están quienes consideran que las palabras del Papa son, al menos, un reconocimiento de parte de la Iglesia de que estas familias existen. Esto es histórico. Sin embargo, una vez que se dio el primer paso en ese camino, los activistas trabajan por la integración real de estas familias.


"El marco legal ayuda mucho y hay efectos positivos en las personas porque ya no se quedan fuera de la ley y tienen los mismos derechos que todos", opinó el psicoanalista y coordinador de grupos de reflexión Alejandro Viedma. Agregó que, sin embargo, los miedos y los prejuicios sobreviven.

"Cuando es el padre quien se asume gay, el miedo y la conmoción es mayor porque es menos esperado, más impensable aún a que lo diga un hijo. Más inesperada porque ese padre supuestamente ha transcurrido toda una vida heterosexual, con todo lo que eso implica. La situación es más sencilla cuando "desde el vamos" el bebe primero y luego el niño crece en una familia homoparental", comentó.


"HIJO MÍO, SOY GAY"

No es casual que en su consultorio las preguntas más comunes de padres homosexuales sean cómo le digo a mi hijo que soy gay o lesbiana. "Nunca existe un momento o situación ideal en el cuándo, qué y cómo. Pero sí se sabe que no hay que escaparse del tema cuando aparecen las preguntas. Cuando el interrogante emerge quiere decir que el chico ya está preparado para escuchar esa respuesta, esa verdad. Y hay que responder lo que pregunta, dando la información que necesita, teniendo en cuenta su edad", consideró Viedma.

Entonces acerca, a modo de ejemplo, la vivencia de un expaciente al que llamará Fabio para proteger su identidad. Con 44 años al momento de la consulta le decía que le producía mucho miedo de que, al saber su hijo varón púber acerca de su homosexualidad, decayera su lugar de masculinidad, de autoridad. "Mi hipótesis con él era: como si el ser gay implicara feminizarse, perder ese rol masculino de referente o guía que también necesariamente pone límites", comentó Viedma. Por debajo de los temores de Fabio se habían instalado estereotipos, creencias erróneas; una de ellas era que la autoridad o masculinidad sólo podía ser portada y transmitida desde un padre heterosexual.

Una postal del documental familias por igual. Foto: Facebook



En palabras que el actor Pepe Cibrián Campoy expresó en el Congreso en medio de los debates sobre matrimonio igualitario, él contó que su papá un día le dijo: 'Se es hombre en la vida y no en la cama". Es decir, la hombría no la perdería si yo estuviera en pareja con otro hombre y no dejaría de ser un buen papá por eso.

Lo llamativo -contó el psicoanalista- era que Fabio también tenía dos hijas más, gemelas de 8 años, pero no le afloraban miedos sobre las niñas. Dos años después de estar en terapia logró hablar con su hijo, ya de 13 años.

Su paciente se quebró con su hijo pero logró decirle que estaba enamorado de otro varón, aunque amó mucho a su mamá. La respuesta de su hijo fue: "Papi, yo pensé que tenías un problema grave, porque hace mucho no te veía bien. ¿Era eso? Si alguien dice algo malo de vos te voy a defender. ¿Me abrazás fuerte como cuando era chiquito?". Ahí terminó la charla.

Luis, su pareja y su hijo Dani, en el documental familias por igual. Foto: Facebook Familias por Igual Documental

QUÉ NO HACER

El psicólogo y profesor de psicología Diego Samara consideró que "para promover la no discriminación, instituciones como la iglesia, hacen muy poco o lo contrario, poco y nada para apostar por la diversidad y la inclusión con respecto a las orientaciones sexuales o identidades de género no normativas". Y agregó: "Transmitir desde la concepción del pecado o la culpa, como históricamente se hizo, con consecuencias nefastas".

Pero ¿cómo le digo a mi hijo que soy gay o lesbiana? "Es necesario ser claro y conciso, siempre hablar desde el amor y la igualdad, como y con cualquier persona que desea amar y ser amado. No se trata de recetas, de lo que se trata es de ser auténtico, conectarse con uno mismo para expresarse con palabras de su cotidianeidad, que tengan que ver con la personalidad de ese padre o de esa madre, y también con la de ese hijo. Lo que implica ningún eufemismo que reemplace palabras tabú.

Samara explicó que el enojo de parte de un hijo es una posibilidad. "Este suceso está relacionado con las etapas necesarias de un duelo. Pero aclaró que es importante tener en cuenta que el enojo de un hijo es sólo parte del proceso, que no es determinante. Siempre es preferible y saludable enfrentar la verdad que, como verdad no, tiene nada de malo", dijo. "Lo malo son los fantasmas negativos que uno imagina sobre eso".

Una postal del documental familias por igual. Foto: Facebook

La psicoterapeuta Graciela Balestra, coordinadora de la ONG Puerta Abierta, comentó que habitualmente reciben pacientes con la siguiente consulta: son gays o lesbianas y no saben cómo decírselo a sus hijos. Se preguntan si será nocivo para ellos saberlo o si los rechazarán por esto.

"Mi posición es que siempre una verdad es mejor que la mentira. Que decirles la verdad a los hijos es darles la posibilidad de que puedan resolver los conflictos que tengan al respecto. Negando el tema nunca podrán crecer", dijo.

"En la mayoría de los casos los niños no suelen tener problemas para entender la diversidad sexual. Somos los adultos los que estamos más contaminados por los prejuicios y los miedos. De todos modos, hay que hablarles de manera responsable, o sea, no ¨tirar la noticia y arreglate¨ sino brindarles todos los recursos necesarios para que ellos puedan también afrontar la discriminación. Y ello implica responder a todos sus interrogantes, hablar sobre nuestros sentimientos, mostrarles que la orientación sexual no es una elección sino simplemente una forma más de sentir, inevitable, y que tenemos derecho a vivir como cualquier otra persona".

Los terapeutas coincidieron en señalar que lo más importante a tener en cuenta es que los adultos son los responsables de trabajar la propia homofobia para no transmitírsela a sus hijos. Para eso es importante buscar ayuda profesional, informarse, participar en grupos de reflexión con pares, es decir, no quedarse solos con esto.

Por: Verónica Dema - Lanacion.com.ar
Fotografìas: Web - Familiasporigual.com.ar
Arreglos: Alberto Carrera


domingo, 25 de agosto de 2013

Psicologia: Los engaños. Sobrevaluándonos y menospreciando a los demás

COMO ARMAMOS “RELATOS PERSONALES FALSOS”

Todo el tiempo engañamos a los demás y nos autoengañamos, sostiene el autor de esta nota y, a partir de ingeniosos estudios experimentales, lo muestra así para el amor, para el sexo, para las parejas exitosas y las que fracasan, para los homófobos, los discriminadores, los fanáticos, los testigos que señalan al culpable equivocado y los poderosos.


Sin cesar, armamos relatos personales falsos. Sobrevaluándonos y menospreciando a los demás, generamos historias sesgadas, según las cuales tuvimos una conducta más moral, manifestamos actitudes más benéficas y eficaces que las reales y fuimos más atractivos. Se comprobó no hace mucho que las personas de entre 40 y 60 años recuerdan sus acciones morales negativas como si hubieran sucedido diez años antes que las acciones positivas: mi yo más antiguo actuó mal; el más reciente actuó mejor. Cuando se solicita a un individuo que relate alguna circunstancia autobiográfica en la que lo hicieron enojar –en la que fue víctima– o en la que provocó el enojo de otro –fue victimario–, se comprueban diferencias notables. El victimario suele pintar el episodio como algo significativo y comprensible, mientras que las víctimas suelen presentarlo como algo arbitrario, innecesario o incomprensible. Las víctimas suelen construir un relato largo, que subraya los daños y agravios sufridos, mientras que los victimarios acostumbran a describir un suceso aislado sin consecuencias duraderas. Un efecto de esta simetría es que cuando la víctima, luego de reprimir su enojo ante una serie de desarires, finalmente reacciona, el victimario sólo ve el suceso final que precipitó la situación y siente que la airada respuesta que recibe es exagerada e injustificada.

Pero también existen relatos internos falsos. La percepción que tiene un individuo de sus móviles puede estar sesgada, a fin de ocultar los móviles verdaderos a los demás. Aunque despliegue una serie de razones conscientes en respaldo de la acción, es posible que, si esa acción es cuestionada, surja de inmediato una explicación alternativa convincente, que a su vez está de acuerdo con un escenario interno: “Pero yo no pensaba así de ninguna manera, lo que pensaba era que...”


“Cuántas minas que tengo”

Los hombres se engañan con respecto al interés sexual que despiertan en las mujeres. Ellas advierten que, con frecuencia, los hombres creen que despiertan en ellas más interés que el real. Las mujeres, en cambio, no parecen tener una percepción sesgada del interés que ellas suscitan. Los hombres tienen más que ganar a través de esa distorsión de las percepciones: si suponemos que esos errores no tienen un costo excesivo –simplemente la mujer lo rechaza y el hombre se aleja–, el autoengaño masculino puede ser provechoso: al abordar así a más mujeres, podrá acercarse a más de las que sientan interés genuino por ellos. Por otra parte, hacerse fama de demasiado entusiasta puede ser contraproducente.

También hay indicios de que el comportamiento de las mujeres puede confirmar la ilusión del hombre respecto del interés que despierta en ellas. Hay estudios experimentales en que se presentó a dos personas de distinto sexo para que tuvieran un primer encuentro, de diez minutos, que se registró en video: la actitud solícita de las mujeres (por ejemplo, los gestos de asentimiento) fue más intensa durante el primer minuto pero no estaba vinculada con el interés sexual. Sólo en las etapas posteriores de la entrevista, desde los cuatro hasta los diez minutos, la misma actitud se vinculaba con el interés por ese hombre: según parece, las mujeres demuestran interés antes de sentirlo. Por consiguiente, los hombres tendrán la ilusión de que han suscitado interés antes de que éste exista realmente y, de hecho, la actitud de las mujeres durante ese primer minuto anuncia la locuacidad posterior de los hombres.


Pletismógrafo botón

En los Estados Unidos, se hizo un estudio sobre varones heterosexuales: hombres que no tenían conducta homosexual ni tampoco abrigaban pensamientos ni sentimientos homosexuales (o eso decían). Se los dividió en dos grupos: el de los relativamente homofóbicos –los que experimentaban inquietud ante los homosexuales y manifestaban hostilidad contra ellos– y otros que tomaban el tema con relativa tranquilidad e indiferencia. A ambos grupos se les exhibieron tres películas eróticas de seis minutos de duración cada una: la primera mostraba un hombre y una mujer que hacían el amor; la segunda, dos mujeres; y la tercera, dos hombres. A todos los sujetos se les había colocado, en la base del pene un pletismógrafo, instrumento que permite medir con precisión la circunferencia de ese miembro. Después de cada película, se le pidió a cada espectador que declarara si había tenido una erección y en qué medida se había sentido excitado. Los homofóbicos y los que no lo eran respondieron de manera similar a la película que mostraba la relación heterosexual y a la de las lesbianas. Pero, luego de la película que mostraba relaciones homosexuales masculinas, entre los no homofóbicos sólo se detectó un leve aumento del volumen del pene, mientras que, en los homofóbicos, se comprobó un aumento del tamaño del pene, que alcanzó dos tercios de la reacción manifestada ante la película de las dos mujeres. En las entrevistas posteriores, los sujetos revelaron una impresión bastante precisa respecto del aumento del volumen del pene y, correlativamente, la excitación experimentada, a excepción de los homofóbicos respecto de la película de varones homosexuales: los homofóbicos hombres negaron su excitación y la tumescencia del miembro. No sabemos si lo hicieron conscientemente.


“Fue estupendo”

En cualquier relación que entrañe amor y sexo pueden existir dos formas distintas de engaño: o bien la relación sexual es estupenda, pero uno tiene que fingir amor, o bien hay amor genuino, pero uno tiene que fingir que la relación sexual es mejor de lo que es. Todos nos hemos visto en situaciones similares alrededor de los treinta años. Cuando tenemos que fingir en la relación sexual, a menudo recurrimos a la fantasía o al recuerdo de una pareja anterior o imaginamos algo, cualquier cosa que nos sirva para alcanzar el orgasmo. Claro que esos subterfugios son muy perjudiciales para el partenaire: si no tiene conciencia de lo que el otro siente realmente, esa persona estará mal preparada para la traición que probablemente le espera. Por otro lado, puede ser mucho más difícil fingir amor cuando la atracción sexual es intensa. Cuando el amor es débil, las relaciones suelen ser más inestables, y la hostilidad desembozada puede acompañar a la pasión sexual.


Mejor sobrevaluar

En una relación de pareja, el autoengaño positivo, que refuerza la pareja, es conveniente, pero el autoengaño destinado a resolver la disonancia cognitiva personal siguiendo los trillados caminos egoístas tiene el efecto opuesto. Esto se refleja en un antiguo aforismo: hay que casarse con los ojos bien abiertos, pero, desde entonces, es mejor mantener uno de los ojos cerrado. Cuando tenemos que decidir si vamos a comprometernos o no, conviene sopesar imparcialmente los costos y los beneficios; una vez que nos hemos comprometido, conviene tener una actitud positiva y no contabilizar los pequeños detalles negativos.

Consideremos la forma positiva de autoengaño. Las parejas duran más si cada uno de sus miembros sobreestima al otro en comparación con su propia autoevaluación. Esa actitud tiene un conmovedor halo romántico: “Mi amor, te quiero más de lo que te quieres tú mismo/a y por eso te alabo”. El efecto es benéfico para los dos. Cuanto más sobreestimamos a nuestra pareja, más tiempo nos mantenemos juntos y viceversa. Si suponemos que una larga vida en común es apetecible, sobrevaluar al otro es conveniente.


Futuros ex

En un estudio realizado con varias parejas, los investigadores intentaron predecir cuáles continuarían juntas tres años después. Habían previsto que habría ruptura cuando los sujetos reconstruían su historia matrimonial de modo más negativo y, con esa única premisa, comprobaron –con sorpresa– que sus predicciones en la mayoría de los casos se realizaban: habían previsto siete separaciones, que los hechos confirmaron, y otras tres que no sucedieron. Además, previeron correctamente que otras cuarenta parejas no se separarían, lo cual indica un porcentaje general de aciertos del 94 por ciento. Algunas parejas, aunque jamás planteaban la posibilidad de separarse, hablaban ya como si hubieran olvidado por qué se habían casado y se enredaban en autojustificaciones cuya función era reducir la disonancia causada por el hecho de mantener un matrimonio desdichado (aunque, desde luego, no hacían nada para mejorar las cosas).


“¡El asesino es ése!”

Una característica inquietante del exceso de confianza es que no parece acompañar demasiado al conocimiento: cuanto más ignorante es un individuo, más confiado en sí mismo puede ser. Este fenómeno se comprueba cuando se hacen preguntas de cultura general al público. A veces esta tendencia varía según la edad y la posición social. Por ejemplo, los médicos de más edad suelen equivocarse más y, al mismo tiempo, estar más seguros de que tienen razón; esta combinación es especialmente fatal en el caso de cirujanos. Otro ejemplo de consecuencias trágicas es el de los testigos visuales de un delito: suele suceder que los que más se equivocan al identificar un hecho o a una persona son los que están más seguros de su testimonio, y esa seguridad influye en los jurados. Tal vez las actitudes racionales ante el mundo sean más matizadas, menos rotundas, más capaces de admitir contradicciones, todo lo cual entraña vacilación e incertidumbre. En cambio, la solución más fácil es la ignorancia refrendada por una actitud tajante: no hay entonces ningún signo de reflexión racional ni tampoco signos de duda ni contradicciones internas, lo cual es todavía peor.


Soy lindo

Se fotografió a voluntarios y, mediante programas de computadora, las fotos se deformaron un 20 por ciento para aproximarlas a un rostro atractivo (el promedio de quince rostros considerados atractivos sobre una muestra de sesenta) o se distorsionaron un 20 por ciento para que se parecieran a un rostro desagradable (con malformaciones craneofaciales que afectan la cara). Entre otros efectos secundarios, la investigación demostró que, cuando el sujeto procura ubicar rápidamente su propia cara –la mejorada un 20 por ciento, la real o la deformada un 20 por ciento– entre once caras ajenas, señala más rápidamente la mejorada (1,86 segundo), tarda más en señalar la cara real (2,08 segundos, 5 por ciento de demora relativa) y más aún en señalar la deformada (2,16 segundos, otro 5 por ciento de demora relativa). Lo interesante de este método de investigación es que no recurre a filtros verbales (“¿qué piensa de su aspecto?”), sino simplemente a medidas de la velocidad de percepción.

Y, cuando se les presenta a los sujetos un conjunto de numerosas fotos propias, de las que algunas los favorecen y otras los presentan menos atractivos, tienden a elegir entre las fotos más favorables diciendo que éstas respetan más el parecido.



Estúpido y peligroso

Menospreciar a los otros es una estrategia defensiva que la gente adopta a menudo cuando se siente amenazada. En una investigación con estudiantes universitarios, se les dijo, al azar, que habían obtenido un puntaje alto, o bajo, en un test de cociente intelectual. Después, al pedírseles opinión sobre una mujer judía, quienes supuestamente habían obtenido un puntaje bajo tendieron a manifestar desdén por una mujer judía y no por una que no era judía; fundamentaban su opinión en diversas características. Aparentemente, la asociación de la mujer judía con la excelencia intelectual era motivo suficiente para denigrarla, si la propia inteligencia estaba en duda. Análogamente, cuando a los miembros de ese mismo grupo de supuesto “bajo rendimiento” se les presentaba en forma subliminal un rostro inexpresivo y se les pedía que repitieran dos palabras casi inaudibles o indescifrables que se pronunciaban simultáneamente, solían decodificarlas como “estúpido”, “peligroso” o similares. Entonces, si hay indicios de que no somos muy brillantes (aun, como en este caso, indicios falsos), parecería que optamos por arremeter y denigrar a los integrantes de grupos presuntamente inteligentes (contra los cuales pueden existir, además, otros prejuicios) recurriendo a estereotipos. Dicho sea de paso, el mero hecho de expresar menosprecio nos hace sentir mejor.


Los nuestros

Pocas diferencias suscitan respuestas psicológicas más rápidas que la pertenencia o no a un grupo: es causa de reacciones equiparables a las que ocasiona la diferencia entre uno mismo y el otro, y a veces más intensas. El mecanismo es más o menos éste: así como yo soy mejor que otros, mi grupo también es mejor; así como las otras personas son peores que yo, los grupos que no son el mío también lo son. Esas pertenencias y exclusiones son muy fáciles de armar. No es necesario fogonear el fundamentalismo católico o suní para conseguir que alguna gente se sienta en el buen camino: bastará con hacer que un grupo use camisas azules y otro las use rojas para que, al cabo de media hora, surjan sentimientos de pertenencia vinculados con el color de la prenda.

Una vez definido un individuo como miembro de un grupo foráneo, se desencadena una serie de operaciones mentales que sirven para degradar su imagen en comparación con la de un integrante de nuestro grupo. A menudo el proceso se lleva a cabo de manera inconsciente. Las palabras “nosotros” y “ellos” tienen un intenso efecto inconsciente sobre el pensamiento. Cuando se presentan sílabas sin sentido al lado de los pronombres de primera personas “nosotros/as”, “nuestro/a” y “nuestros/as”, los sujetos las prefieren antes que sílabas similares yuxtapuestas con los pronombres de tercera persona “ellos”, “suyo” y “sus”.

Es posible exacerbar esos mecanismos y aplicarlos a grupos artificiales, como los que llevan camisa de distinto color. Somos propensos a generalizar las malas cualidades de alguien que integra otro grupo y reservamos las generalizaciones positivas para nuestro grupo. Por ejemplo, si un integrante de otro grupo me da un pisotón, me sentiré más inclinado a decir: “Es una persona desconsiderada”, mientras que, si me ocurre lo mismo con un compañero de grupo, me limitaré a describir lo sucedido: “Me dio un pisotón”. Si un integrante de otro grupo se muestra amable, contaré escuetamente: “Me indicó el camino a la estación”; pero si la misma situación me ocurriera con un compañero de grupo, comentaría que “es una persona servicial”. Operaciones mentales similares sirven para quitarles méritos a otros en comparación con nosotros. Incluso pequeñas actitudes sociales positivas, como la sonrisa, se atribuyen con más frecuencia a quienes integran nuestro grupo.

Esta inclinación surge muy temprano, entre los lactantes y los niños pequeños, que suelen dividir a los otros en grupos según su etnia o su belleza, según su lengua materna o su sexo. Alrededor de los tres años, comienzan a preferir a los miembros del grupo propio para sus juegos y también comienzan a tener manifestaciones verbales negativas con respecto a los niños que no pertenecen al grupo. Comparten además otras actitudes de los adultos: fuerte inclinación por grupos a los cuales fueron asignados al azar, creer que el grupo propio es superior a los demás y adoptar actitudes perjudiciales para los que son ajenos al grupo.


Poderosos

Se ha dicho que el poder suele corromper y que el poder absoluto corrompe siempre. Esa afirmación parte del hecho de que el poder permite llevar a cabo estrategias cada vez más egoístas y eso va corrompiendo. Sin embargo, la psicología demuestra que el poder corrompe los procesos mentales desde un comienzo. Cuando la gente experimenta la sensación de poder, se siente menos inclinada a contemplar el punto de vista de los otros y es proclive a tomar en cuenta exclusivamente su propio pensamiento. En consecuencia, se reduce su capacidad para comprender cómo ven las cosas los demás, cómo piensan y sienten. El poder causa una suerte de ceguera hacia los otros.

El método básico para estudiar lo que ocurre consiste en inducir un estado mental transitorio mediante un estímulo preparador o estímulo-señal, que puede ser consciente o inconsciente y tan breve como una palabra o mucho más largo, como ocurre en el caso que pasamos a describir. El estímulo preparador para el grupo de los “poderosos” consistió en solicitar a un grupo de personas que escribieran durante cinco minutos acerca de una situación en la que se sintieron con poder; esto se complementa repartiéndoles golosinas. Para el grupo de los “menos poderosos”, el estímulo preparador consiste en escribir sobre la situación opuesta; no se les da golosinas y se les pide manifestar qué golosinas esperan recibir.


Estos modestos estímulos preparadores tuvieron resultados sorprendentes. Después, cuando se les pidió a los sujetos que chasquearan dos dedos de la mano derecha cinco veces y trazaran de inmediato la letra E sobre su propia frente, se descubrió una tendencia inconsciente: entre los que habían recibido el estímulo-señal que suscitaba la sensación de impotencia, se triplicó –con respecto a los que habían recibido el estímulo del poder– la tendencia a escribir la letra E de modo que otros pudieran leerla; este efecto era igualmente intenso en los dos sexos. Los que habían recibido un estímulo que los situaba en el grupo con poder demostraron menor capacidad para discriminar expresiones faciales comunes vinculadas con el temor, la ira, la tristeza y la felicidad. Si bien en esta prueba tampoco hubo diferencias significativas entre los sexos, las mujeres son más hábiles para distinguir las actitudes emocionales y los varones tienden al exceso de confianza: puesto que, en el nivel de las naciones, quienes deciden si se ha de entrar en guerra o no suelen ser hombres con poder –menos propensos a prestar atención a los otros y a valorar puntos de vista ajenos–, esto tiene consecuencias trágicas.



POR: Robert Trivers - Texto extractado de La insensatez de los necios. La lógica del engaño y el autoengaño en la vida humana, de reciente aparición (ed. Capital Intelectual). PAGINA12.COM.AR
FOTOGRAFÌAS: WEB
ARREGLOS: ALBERTO CARRERA

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