domingo, 15 de agosto de 2010

CONFLICTO PSIQUICO.

Sólo si el compromiso con los propios valores es posible, el fortalecimiento del yo se hace factible.



En términos de la teoría de Sigmund Freud, se dice que una persona tiene un conflicto cuando demandas internas contrarias se oponen.
Este conflicto puede producirse por la oposición entre un deseo por un lado y una exigencia moral que le impide manifestarse, o bien por dos sentimientos que se contradicen entre si, y esta contradicción puede aparecer deformada como síntomas, problemas de conducta, fallas de carácter, etc.
Según el Psicoanálisis el conflicto constituye una característica humana cuando se enfrenta con lo prohibido. Los deseos instintivos pueden convertirse en representaciones intolerables que dan lugar a las psiconeurosis de defensa.
El núcleo esencial del conflicto es la lucha entre las pulsiones sexuales (instinto de vida-principio de placer) y las pulsiones de autoconservación (pulsiones del yo – principio de realidad), separados por la censura.
Según Freud, la represión de las manifestaciones primarias produce los síntomas neuróticos.
La importancia que le dio Freud a la represión sexual no la pudo explicar convenientemente, considerando apenas como fundamento que la función sexual es el punto débil de la organización del yo.
Para el Psicoanálisis el conflicto nuclear es el Complejo de Edipo, como expresión originaria de la oposición entre el deseo y la prohibición.
El conflicto interno constituye una lucha mental. Por ejemplo, el niño que experimenta un conflicto interno cuando depende de su madre pero al mismo tiempo le teme porque ella a su vez lo rechaza y castiga.
Otras corrientes de pensamiento afirman que la pugna entre necesidades opuestas que no se resuelven rápidamente pueden producir en las personas desesperanza o ansiedad.
Esta desesperanza aprendida es la incapacidad de controlar las situaciones que a una persona le producen estrés. El fracaso crónico, la depresión, la baja autoestima y otras condiciones similares son formas de desesperanza aprendida según experimentos realizados por algunos investigadores como Martin E.P.Seligman sobre la desesperanza, con sujetos forzados a enfrentar estímulos que le producían aversión.
Estos individuos se vuelven incapaces de tolerar la frustración o no desean evitar lo que les desagrada aun cuando esto sea evitable.
Enfrentar el conflicto requiere fortaleza yoica. El yo no puede ser tan débil de permanecer dubitativo y bloqueado entre las otras dos instancias del aparato psíquico, el Ello y el Superyo, debatiéndose entre ellas sin decidirse por ninguna.
El conflicto termina cuando el yo toma una decisión, que puede ser difícil pero que es inevitable para salir de una encrucijada.
Tomar una decisión requiere renunciar a una de las opciones y elegir la que tenga el menor costo y la que nos haga más felices a nosotros y a todos los que amamos.
Porque no sólo la psique se altera y paraliza con el conflicto, el cuerpo físico hace lo mismo con sus funciones, porque el cuerpo y la mente son una unidad.
La mayor parte de la gente vive en el pasado o en el futuro y no se concentran en el presente y tanto el pasado como el futuro son apenas proyecciones mentales.
Si uno se libera de estas vanas proyecciones tratando de vivir cada experiencia del presente como si fuera nueva, sin referirla al pasado que la limita y sin tratar de controlar el futuro, se abre una nueva perspectiva que hará posible vivir cada experiencia como si fuera única, esclareciendo el concepto sobre el si mismo, los propios intereses y valores y salir del conflicto restableciendo el equilibrio psíquico, la paz interior y el funcionamiento normal del cuerpo.

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