miércoles, 24 de noviembre de 2010

SEXO ENTRE PASIVOS.........

Ya lo sabés: no es tarea sencilla encontrar al amor de tu vida (puede ser más probable que Ricky Martin te cante una serenata y te confiese que salió del closet para estar junto a vos). Pero cómo te sentirías si a la vuelta de la esquina (de Amerika) encontraras a ese príncipe, capaz de sorprenderte, mimarte y aguantarte, y además estuviera dispuesto a apostar en un proyecto común, con tan sólo un pequeño detalle: es tan pasivo como vos. Ups! ¿El príncipe se convirtió en sapo (o rana)?

No sé si alguna vez se te dio por pensar que no todo el mundo puede ser tan “versátil” como se afirma en los chats, y que hay muchos (muuuchos) casos en los que la sexualidad de una pareja no encaja tan automáticamente como las fichas “macho-hembra” de los enchufes de una ferretería. ¿Qué se supone que uno tiene que hacer? ¿Borrarse y seguir adelante? ¿Es esto realmente un problema? La respuesta es tan sencilla como irritante: “depende”.


Y es que no existen dos parejas iguales, y sólo sus miembros pueden explorar y encontrar la mejor manera de sortear sus obstáculos. En este caso, la sugerencia es, antes que nada, reflexionar sobre el valor que la relación representa para cada uno. Es sencillo (ahora en serio): si realmente el vínculo tiene un valor más allá del sexo, la dicotomía “activo-pasivo” dejará de ser una alternativa angustiante, y ambos colaborarán para encontrar la manera de relajarse y disfrutar juntos. Por el contrario, si el sexo es el bien más valioso que ambos pueden acreditar… lo más recomendable es buscar “nuevos horizontes”, por más dolorosa que sea una ruptura, porque si los dos esperan a que el otro se vuelva activo, sería más efectivo escribirle una carta a los Reyes Magos.

Asumiendo, entonces, que los dos están interesados en trabajar la dimensión sexual de su pareja, deben saber que la única pasividad que tendrán que combatir es la de la “incomunicación”. No hay nada más molesto que cuando uno le pregunta a su amante “qué te gusta” y como respuesta obtiene un “no sé… qué te gusta a vos”. Frustrante.

Amigos, es el momento de sacar del clóset todas sus fantasías, todo aquello que les sirva de inspiración, desde el porno hasta los diferentes lugares en los que se imaginen tener sexo (uno nunca sabe como nos puede influenciar hacerlo en la terraza del edificio, por ejemplo, entre las sábanas y los calzones tendidos al sol de la abuelita del 5°A). Y, por supuesto, no dejen de revisar el catálogo de su sex shop amigo, en donde podrán echar mano de una variedad de juguetes cada vez más sofisticados, incluidos los modelos “dobles” que pueden usar los dos a la vez.

Finalmente, me gustaría dejarles la siguiente reflexión. La actividad y la pasividad son actitudes que no necesariamente tienen que ver con penetrar o ser penetrado. El activo puede caracterizarse como aquel que toma el control, quien le dice al otro qué hacer, y es generalmente quien también toma la iniciativa. Pero el pasivo no debe entender de ninguna manera que este avance sea un llamado de atención, como si estuviera haciendo algo mal y lo tuviera que corregir. Al contrario, la idea es relajarse y dejarse llevar por lo que su pareja le pide, para complacerlo y disfrutarlo, para conocerlo más y mejor, y para aprender cómo tomar la iniciativa en otra oportunidad.


FOBIAS PASIVAS.

Los varones gays dedicamos una buena parte de nuestros pensamientos cotidianos al sexo anal. Se asume que es el menú principal de nuestros encuentros sexuales, el epicentro de nuestros placeres carnales. Sin embargo, lo que se supone más placentero también suele ser lo más complicado (aunque nos dé vergüenza reconocerlo).

Recientemente, el site Gay.com realizó una encuesta entre sus lectores, preguntando por las obsesiones del sexo anal, desde un rol pasivo. Sorprendentemente, sólo el 47% respondió no tener ningún problema y disfrutarlo. ¿Qué pasó, entonces, con el resto? No eran precisamente activos… El 26% expresó que desearía disfrutarlo más y que está trabajando en ello; el 16% comentó que había tenido inconvenientes en el pasado, pero que ahora había logrado relajarse y disfrutarlo; el 7% afirmó que es motivo de gran preocupación y que no están seguros si lo probarían; y el 4% más categórico afirmó que detesta esa práctica.



¿Se identificaron con alguna respuesta? Yo creo haberme reconocido en todas, en diferentes etapas de mi vida sexual. El sexo anal pasivo puede ser increíblemente placentero, pero también hay muchas fobias que lo rodean: puede ser doloroso, es una de las prácticas más riesgosas para contraer enfermedades, y nadie sabe cuánta materia fecal nos sorprenderá en el intento (con perdón de la mesa).

Todos estos factores de la realidad del coito contrastan con las maravillosas imágenes de las películas porno. ¡Por qué todo se ve tan fácil ahí! ¡Cientos de hermosos hombres dando y recibiendo sin ninguna complicación! Bueno, para el terapeuta sexual Don Shewey estos films son contraproducentes en cuanto a lo que él denomina “vergüenza de competencia”, es decir: “si no puedo hacerlo o si no me gusta, significa que hay algo mal conmigo”. Y la verdad es que no todos podemos ser activos y no todos podemos ser pasivos.



Pero hay un segundo tipo de vergüenza que señala Shewey, y es la “vergüenza del pasivo”, según la cual “si me gusta que me penetren, o incluso si sólo fantaseo con ello, significa que soy menos hombre”. Esto no es nuevo, desde ya, pero persiste y en mayor o menor medida todos albergamos un residuo machista en este sentido. ¿Cuántas veces, ante un amigo que se jacta de ser activo, pensamos: “pero si sos más pasiva que Silvia Süller (o peor aún, que su hermano)”?

Al respecto, el psicólogo Jack Moring, autor del libro Anal Pleasure and Health, señala: “Prácticamente todos los hombres a temprana edad aprenden y replican actitudes negativas hacia la homosexualidad. Los que resultan ser gays internalizan estos mensajes anti-gay a veces en mayor grado que los hombres heterosexuales, y tratan de reprimir a toda costa los aspectos más suaves y receptivos de sí mismos. Ellos temen que su masculinidad se vea comprometida y, por lo tanto, se los desvalorice como personas”.

Sin embargo, la asociación “rol pasivo – rol femenino” tiene un revés muy inteligente que escuché alguna vez. Parte del goce del sexo pasivo masculino se activa cuando el pene de nuestro compañero sexual roza o se acerca a nuestra próstata. ¿Se trata del mismo placer que podría disfrutar una mujer? Por supuesto que no. La próstata es patrimonio orgánico de los varones. El placer del sexo anal pasivo en un hombre, por lo tanto, no tiene nada que ver con el de una mujer.

De todas formas, por más que escribamos y escribamos al respecto, sólo la experiencia de cada uno se impondrá. Lo aconsejable: relajarse, ser auténtico con uno mismo, y aprender a escuchar lo que nos dicta nuestro placer. Parece simple…

Por Xavier X.- SentidoG

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