LA COMUNIDAD GAY REALIZO SU 23 MARCHA DEL ORGULLO CON FUERTES CONSIGNAS POR LA IGUALDAD.
Una avenida para la alegría y las ideas. En 1991, la primera se hizo hasta con máscaras, para que no reconocieran a los participantes. La de ayer fue una explosión de afirmación con el pedido de una ley antidiscriminatoria más completa.
Un camión que pasea a travestis vestidas de lujo. Un sorbete que culmina en un pene en miniatura y de plástico. Una remera que dice “Puto y argentino”. Una bandera que compara a la Iglesia con una “cárcel de almas”. Una beba con la bandera multicolor en la gorra que la protege del sol. Una teta convertida en un corazón a fuerza de lápiz labial violeta. La enumeración podría volverse infinita si esa fuera la estrategia para contar la superficie y el interior de la XXIII Marcha del Orgullo, que floreció en la Plaza de Mayo desde temprano en la tarde de ayer, recorrió la avenida homónima a puro ritmo y acabó frente al Congreso, en donde el éxtasis se tradujo en palabras: “Por más igualdad real”, fue el estandarte que sobrevoló por sobre todas las agrupaciones que organizan y participan de la movilización y los “activistas” no orgánicos, las familias que apoyan, los amigos que acompañan y los extranjeros curiosos. “Ley antidiscriminatoria y un Estado laico” se completa el reclamo.
Pasaron 23 años de la primera vez. “Entonces éramos no más de 300. Y muchas personas que marcharon lo hicieron con máscaras, para no ser reconocidos. Lo que sucedió en todo este tiempo es maravilloso”, definió César Cigliutti, presidente de la Comunidad Homosexual Argentina. Para él, que participó de todas, es necesario mirar hacia atrás y reconocer el avance porque “está bien hacer un repaso de la historia”. Algo de eso figuraría en el documento de cierre de la movilización, consensuado entre las agrupaciones organizadoras y leído por representantes de todas las identidades sobre el escenario principal, ubicado de espaldas al Congreso: “Hemos logrado mucho y aunque queden todavía cosas por hacer, celebramos todos los logros y el orgullo de ser quienes somos”.
El eje central de esta edición fueron dos reclamos: una ley antidiscriminatoria y la laicidad del Estado. Ambos, acompañaron reivindicaciones pasadas y deudas institucionales, como la aplicación plena de la Ley de Género, la derogación de los códigos de faltas, el aborto legal, seguro y gratuito y el respeto de los medios de comunicación hacia las identidades sexuales.
La marcha, de unas tres cuadras, llegó al Congreso pasadas las 20.30. La gente se fue desparramando hasta rodear el escenario, plenamente iluminado. Por allí ya habían pasado Miss Bolivia, Bife, Tita Print y Nacho Silva. El cierre estaría en manos de Viudas e Hijas del Rock and Roll, su primer recital tras 35 años de ausencia. La caravana tardó poco más de una hora en recorrer el kilómetro que separa el Congreso de la Plaza de Mayo, origen del festejo.
Allí, la joda había arrancado mucho más temprano. Grupos de amigos, parejas, compañeros; gays, lesbianas, travestis con sus mejores trajes, osos la colmaron de a poco, pero a ritmo constante. Para las 17 costaba el tránsito, que se descomprimía no bien nace la Avenida de Mayo. Los camiones/carrozas de las diferentes agrupaciones –el de la CHA comandaba, le seguían el de la Asociación de Travestis Transexuales de la Argentina (ATTA); el de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (Ammar) y el de Visibilidad Lésbica, entre otros– esperaban sobre Hipólito Yrigoyen el inicio de la caminata a ritmo rave, que arrancó pasadas las 19.
Alrededor de la plaza se ubicó la Feria del Orgullo: el arcoíris insigna de la diversidad sexual se transformó en pulseras, banderas, remeras, collares, gorros y hasta correas para perros. Las ofertas culinarias alimentaron y dieron de beber a la inmensa mayoría de los participantes de la marcha. Con más de 32 grados a la sombra, la cerveza refrescaba almas y, de paso, ayudaba a calibrar el punto de festejo. Las aguas saborizadas y gaseosas fueron moneda corriente. Algunos se animaban al sánguche de mila o al chori, que era con cebollita rehogada a las brasas sí o sí. Escabullido, el postre: brownies divertidos. “Dale, ahí está el pibe del tupper, vamos a comprar”, propuso un adolescente de bermudas y musculosa a su colega, que lo miraba tentado. “Ay, dale. ¡Qué nervios!, es la primera vez que pruebo”, se entusiasmó el otro.
Lorena tiene 28 años y hace seis que participa de la marcha del orgullo que, para ella, es un momento de “encuentro con personas que tienen los mismos intereses, pero sobre todo el mismo estigma en la vida”. Le llama “estigma” a ser lesbiana. Pero también lo llama “orgullo”. Participa de la marcha porque “es una fiesta” pero también para “defender lo que uno es y animar a quienes saben que lo son y todavía no se animan a contarlo”. “Cuantos más seamos, menos estigmatizados vamos a ser”, concluye. Su novia y tocaya tiene más o menos la misma cantidad de marchas en su haber. Su motivo es la celebración. “Acá se celebra la libertad. Yo la celebro siempre con las personas que tengo a mi alrededor, pero es importante hacerlo también entre todos”, puntualiza.
Además del nombre, las Lorenas comparten unos lentes de sol con marco Lgbtiq (multicolor) y los labios al rojo furioso. Las acompaña la hermana de una de ellas, Marta, y un amigo de todas, Leonardo. “Vengo por la gente que quiero y también por la que no conozco. Estar acá es apoyarlos”, dice ella. Hace cuatro años que lo hace. Es el primero de él, pero asegura que si antes no marchó fue “de colgado”. “Lo más importante es abrir nuestras mentes”, opina. Para él, estar ahí es eso, una bienvenida a la apertura.
En ambas plazas hubo escenarios, música y discursos. En la Plaza de Mayo, la música acompañó a los manifiestos de las identidades: lesbianas, gays, BDSM (la sigla que identifica quienes practican bondage, disciplina/dominación, sadismo/sumisión y masoquismo), los y las bisexuales, los trans masculinos y los femeninos, los osos, los “deportistas por la inclusión de la diversidad sexual” y aquellos que abogan por el “poliamor” (y luchan por derribar el imperio de la monogamia), entre otros, mecharon sus manifiestos con una variedad de músicos independientes. De espaldas al Congreso, la marcha en plenitud “abucheó” y “reconoció” a diferentes personas y entidades. Héctor Aguer, el papa Francisco y la Iglesia vaticana recibieron un abucheo porque “busca retroceder en los consensos y las conquistas sociales”, entre varias razones. “Porque desaloja a los sectores humildes que reclaman vivienda, porque reprime a los trabajadores que resisten los despidos y supensiones”, entre otros fundamentos, también abuchearon al secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni. La senadora por el PRO Gabriela Michetti, Mirtha Legrand y Jorge Lanata también fueron rechazados. Pedro Mouratian, del Inadi; Florencia de la V, Sofía Gala y la mamá de Lulú, la niña trans, Gabriela Mansilla, fueron, por el contrario, reconocidos.
Por: Por Ailín Bullentini - Pagina12.com.ar
Imagenes: Web
Arreglos: AC
No hay comentarios:
Publicar un comentario