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domingo, 22 de septiembre de 2013

Exposiciòn de los momentos del escritor Witold Gombrowicz en la Argentina. "El Extranjero"

Un acento raro

La exposición Momentos singulares en la Argentina (1939-1966) reconstruye el largo viaje de placer de Witold Gombrowicz por estas pampas. Vino a la Argentina en un viaje de placer y se quedó 24 años. El circuito de ese placer y también el de su contracara, que comienza en las orillas, en los bares trasnochados y en los encuentros con los muchachos anónimos de Retiro, constituyen la lengua de Gombrowicz. Esta nota visita esa lengua extranjera y se detiene lo más posible en la zona roja.


“Tenemos bochornosa deuda con Gombrowicz”, advertía en el verano de 1969 Manuel Puig en una carta desde París para la revista Siete Días, a propósito del estreno teatral de Opereta, a pocos meses de la muerte de Witold Gombrowicz en Francia, donde se había convertido en el escritor de culto que nunca había logrado ser en Argentina, con novelas como Cosmos o La seducción. Aunque no le había gustado la puesta en escena de la obra de Gombrowicz, Puig aclaraba el saldo pendiente con el escritor polaco: “Le debemos una visión aguda e iluminadora de nuestro país: su Diario argentino”. Hoy, a 50 años de que haya abandonado la Argentina después de vivir casi un cuarto de siglo acá, ¿todavía hay una deuda con Gombrowicz? Tal vez aún no se haya desarrollado lo suficiente la visión libertaria de la sexualidad que hay en su obra. Por eso, la muestra curada por Miguel Grinberg para la Biblioteca Nacional puede ser una buena excusa para comenzar a saldar esta deuda.


Bruma sexual

Si se quisiera dibujar un punto rojo en el mapa de la literatura de Gombrowicz durante sus 24 años en Argentina, habría que ubicarlo entre las “brumas de Retiro”, entre el bajo porteño, los alrededores de la estación ferroviaria, las plazas como zonas liberadas y los bares y fondas de la zona. “Allí es donde la barraca se despeña en el río y la ciudad al puerto baja... Abundan los marineros jóvenes...” Es que en parajes de aquellos, como Witold reveló en su Diario argentino, descubrió la experiencia de la “liberación de la ‘virilidad’” que le permitió vencer el miedo a la feminidad, un paso para que, según sus propias palabras, pudiese tocar con la punta de la pluma al “joven dios de lo inferior, de lo peor, de lo insignificante”, porque para el escritor polaco es combustible fundamental de creación “la insuficiencia, la inferioridad, la inmadurez, lo que es propio de todo ser joven, es decir, vivo”. Esa literatura vital, libérrima, era una literatura menor, joven y para eso se necesitaba el despojamiento viril que la educación trata de imponer, hay que volver a la inmadurez de la mezcla indiferenciada de lo femenino y lo masculino, adolescente sin edad, lograr habitar un cuerpo indefinido sin un sentido genérico estable, esclarecido. Cuerpo brumoso, de yiro filoso. Ser habitante y no ciudadano, no tener patria, ser desterrado. Con Polonia invadida tras poco de llegar a Buenos Aires en 1939, Gombrowicz elige quedarse en Argentina y así elige el territorio del exilio, abandonando la propia patria a la que nunca volvió: liberarse de la virilidad es también dejar atrás la tierra del padre. “A veces me gustaría mandar a todos los escritores al extranjero, fuera de su propio idioma y fuera de todo ornamento y filigrana verbales para comprobar qué quedará de ellos”, recuerda Piglia en el catálogo de la muestra a Witold. Por su parte, Grinberg recuerda hoy que en el abandono del polaco y la adopción del español, a Gombrowicz le fue bastante bien, salvo que “confundía el masculino y lo femenino”, cuestión que en este contexto de indiferenciación genérica tiene su coherencia.

El español volvió a ser un idioma nuevo, joven, para el polaco que llegaba a los cuarenta en Argentina y ya se sentía viejo. Y nunca Witold ocultó su culto a la juventud, al efebo, al colimba. “Lo único que me diferenciaba de los hombres ‘normales’ era que yo adoraba el resplandor de la diosa –la juventud– no sólo en la chica sino también en el chico... que me atreviera a admirar la juventud independientemente del sexo y la sustrajera de la dominación de Eros, que sobre el pedestal en que ellos colocaban a la mujer joven osara yo poner al chico.” La novela Ferdydurke de Gombrowicz, publicada en Polonia antes de su exilio, es, entre otras cosas, una apología de la inmadurez, una oda a lo juvenil. En 1946 comienza una traducción grupal al castellano de la novela por un equipo un poco espontáneo que se reunía en la confitería Rex de la calle Corrientes. Ese grupo de traductores improvisados estaba presidido por dos cubanos instalados temporalmente en Buenos Aires, Virgilio Piñera y Humberto Rodríguez Tomeu, lo que reforzaba la elección del destierro como lengua literaria. Además, lo que pocas veces se dice, Piñera era un maricón escandaloso, según lo describe Reinaldo Arenas, y tuvo una relación muy estrecha con Gombrowicz durante toda su estadía en Argentina. Y según la investigación de Grinberg, amigo de Witold a partir de los últimos años de su estancia en el país, también había otro gay entre los traductores, aunque prefiere no revelar la identidad. Esto bastaría para convertir la experiencia Ferdydurke en la gran traducción dionisíaca de la literatura argentina, un verdadero evento queer. En la primera foto de Miguel Grinberg que abre la muestra dedicada a Gombrowicz en la Biblioteca Nacional se ve al escritor tomando ginebra Bols del pico. Grinberg eligió esa foto de apertura porque logró sacar a Witold de su pose con pipa, que no tenía que ver con la elección de la informalidad literaria que desarrolló en su manifiesto “Contra los poetas”, que era en parte contra toda la veta de snobismo intelectual con tufo borgeano. Es que Gombrowicz siempre brindó por una literatura espirituosa.



Una literatura trans

“A través de unos amigos de un conjunto de ballet en gira por Argentina, entré en un ambiente de un homosexualismo extremo y enloquecido..., se componía de hombres enamorados de otros hombres más que de cualquier mujer, eran putos en estado de ebullición, incansables, siempre a la caza, ‘zarandeados por los jóvenes, desgarrados por ellos como si fueran perros’, igual que mi Gonzalo de Trans-Atlántico”, escribe Gombrowicz en su diario, uno de los fragmentos que luego no sería reeditado en el Diario argentino. El personaje de Gonzalo, que yira autobiográficamente por Retiro, es uno de esos putos, quizá fue el más extremo por mucho tiempo de una novela escrita y situada en Argentina, prefigurando a El mendigo chupapijas de Pablo Pérez. “Al ver aquellos labios que a pesar de ser Masculinos sangraban rouge femenino, no pude tener la menor duda de que el destino me había unido con un puto”, describe el Gombrowicz narrador de Trans-Atlántico a Gonzalo, paseante deseoso de jóvenes obreros o cadetes de la escuela militar. Esa unión hace la fuerza queer que describe una lógica del deseo que estalla en un relato con esa voz de alto volumen narrativo que caracteriza al polaco, un poco megalómana. “Trans-Atlántico es un poco de todo: una sátira, una crítica, un tratado, un divertimento, un absurdo, un drama..., pero nada de eso en forma exclusiva, porque, en definitiva, no es otra cosa sino yo mismo, mi ‘vibración’, mi desahogo, mi existencia.” La vibra Gombrowicz, tanto en esta obra semiautobiográfica como en los diarios, las dos obras escritas en Argentina, avanza por una gama de géneros que van del ensayo a la crónica, sin miedo al ridículo. Algunos pasajes de los diarios son una extensión de Trans-Atlántico, como los paseos por plazas de Santiago del Estero, su fascinación por los “changos”, los muchachos con rasgos indígenas, que son descriptos con ojos de Gonzalo, de puto extremista. Pier Paolo Pasolini, al leer esas crónicas, se admiraba de la nitidez seductora con que Gombrowicz forjaba su deseo, aunque le reprochaba también su lógica algo represiva.

Pero el juego liberación-contención es fundamental para la noción de sexualidad de Gombrowicz, que tenía una política queer para la identidad. Esto se evidencia en algunas de las entradas de su Diario argentino, pero especialmente en una carta que desde Berlín en 1963, año en que abandonó la Argentina, le escribe a su amigo argentino Juan Carlos Gómez: “Yo no soy ni nunca he sido un HOMOSEXUAL, sino que de vez en cuando suelo hacerlo cuando se me da la gana. Soy persona sencilla y, sobre todo en materia erótica, mi maestro es el pueblo, que muy felizmente desconoce totalmente la terrible HOMOSEXUALIDAD Y SE ACUESTA CON QUIEN puede y como puede”.

La resistencia de Gombrowicz a la identidad no tenía que ver con mera represión sino con la imposibilidad de pensarse como un lugar estancado, y esta postura es tributaria de la idea de que no existe la homosexualidad sino que sólo hay actos homosexuales. Una defensa de la orientación sexual como algo inorgánico es también una posición no determinista, basada principalmente en una dinámica de sensibilidad social, en la seducción como experimento grupal de interacción e intercambio. El deseo circula sin detenerse a pronunciar su nombre, porque habla una lengua siempre extranjera que es más canto de sirena que idioma. Es la lengua del migrante que revela y nos rebela. Todavía hoy. Basta comprobar que este mismo año, Rita Gombrowicz, la viuda de Witold, publicó Kronos en Polonia, un parte del diario de 1953 que el escritor escribió en Argentina y que aún estaba inédito, guardado debajo de un colchón durante 25 años, donde describe con detalles relaciones con hombres y mujeres en plan pornografía emocional. “Cuando nos conocimos, él me contó toda su vida y no ocultó nada, incluyendo sus relaciones con los hombres. Yo no estaba en absoluto sorprendida por eso. Lo que sí me sorprende en Kronos es el modo en el que describió a ciertas personas, así como el período de su vida cuando estábamos juntos. No coincidió con mis propios recuerdos, que eran diametralmente diferentes”, declaró Rita, que dejó sin publicar parte de las experiencias de Argentina porque tenía que madurar para poder leerlas con “distancia y una sonrisa”. Es que la literatura de experiencia de Gombrowicz siempre es cuestión de futuro. El que ríe último ríe más queer.

Momentos singulares en la Argentina (1939-1963) puede visitarse hasta el 13 de octubre en la Biblioteca Nacional, Agüero 2502.


POR: Diego Trerotola - PAGINA12.COM.AR
FOTOGRAFÌAS: WEB
ARREGLOS: ALBERTO CARRERA

viernes, 23 de agosto de 2013

Bajo el arcoìris editorial . El mundo del revès. "Literatura infantil, por un mundo mejor"

Sofía Olguín, además de dedicarse a huir de las definiciones que pretenden encorsetarla en algún género –y por eso se presenta como un gay atrapado en un cuerpo femenino–, es el alma mater de Bajo el Arco Iris, la editorial especializada en literatura lgbttiq infantil integrada por escritorxs e ilustradorxs de Latinoamérica y España. Ya cuenta con diez textos que se pueden descargar gratuitamente de la web.

“Yo soy. Identificarme no sé”, dice Sofía Olguín, 23 años, escritora de novelas gays –exclusivamente gays– y cuentos para niños, y responsable en la Argentina de Bajo el Arco Iris, una editorial especializada en literatura infantil LGBT. “La fundé yo”, explica orgullosa. El proyecto empezó a vislumbrarse cuando una dibujante le ilustró siete cuentos suyos escritos a partir de una preocupación recurrente: la cantidad de noticias que le llegaban sobre suicidios de niñxs y adolescentes gays, lesbianas o trans. Algo hay que hacer, pensó. Al poco tiempo empezaron a llegarle textos de otrxs autorxs que hoy conforman el catálogo de Bajo el Arco Iris. “La idea es llegar a todos los jardines, a todas las escuelas –dice–. Yo no escribo esta literatura sólo para los hijos de familias homoparentales que crecen en un ambiente donde no hay ese tipo de discriminación. Escribo para los hijos de familias no homoparentales, para que no crezcan con los prejuicios que crecimos todos. Y también para el chico que se siente diferente porque le gusta el compañerito”, dice. Muchísimas bajadas tiene hasta el momento el material publicado por Bajo el Arco Iris y la idea de Olguín es que la editorial permanezca siempre virtual para poder llegar a lugares donde una distribución de libros en papel no llegaría. La manera que eligió Sofía de promocionar este proyecto, integrado por 16 escritorxs de toda Latinoamérica y otra igual cantidad de ilustradorxs, es no sólo la de darse a conocer por la web sino haciendo también una tarea manual: todos los días pega en las puertas de los baños de la facultad pequeños volantes donde se ve a dos chicos de la mano –la tapa del primer libro publicado por Bajo el Arco Iris– y en donde consta la explicación de que se trata de una editorial de cuentos infantiles LGBT. Allí figura la dirección del blog y su localización en el Facebook. Si lo hace militantemente, todos los días, es porque esos folletitos no duran demasiado. Alguien los arranca o quizá, quiere pensar, se los llevan para contactarse.

Biosofía 1

Para Bajo el Arco Iris, una de las mayores satisfacciones de este proyecto se las dio Eva, una activista española que les escribió agradeciéndoles la publicación del cuento “Bron y el dragón”, escrito por Nimphie Knox (el pseudónimo de Sofía Olguín) e ilustrado por Jimena Takewind, al que había accedido gratuitamente vía web. Se trata de una historia en la que una poción mágica convierte al príncipe en una princesa que luego enamora al dragón. Su alegría estaba más que justificada: David, el hijo trans de Eva –que antes se llamó, también, Sofía–, por primera vez podía leer un cuento en el que se realizaran sus deseos de transición. Hay infancias e infancias. Cuando a la editora se le pregunta por la suya, le vienen a la memoria pocos y confusos recuerdos. Uno es el de la clase de Expresión corporal a la que tenía que llevar un muñeco articulado. Sofía eligió una Tortuga Ninja. “Es que a las Barbies que tenía las reventaba –cuenta–, y como no tenía Kent, las mías eran lesbianas.” Sus Barbies, no ella. Ni entonces, ni ahora. Hace poco tiempo, la editorial española Stonewall le publicó su libro Todos mis sueños, tuyos, una extensísima novela en cuya tapa se ve a dos jóvenes en cueros en una escena indiscutiblemente homo. Tiempo después le hicieron una entrevista para universogay.com que el sitio tituló “Soy un hombre gay atrapado en el cuerpo de una mujer”. “Cuando era chica me decían varonera. A mí no me ponías una pollera ni a palos”, dice Sofía que, biológicamente, nació mujer.


Sofía editora

Sofía Olguín es una estudiante avanzada de edición bastante enojada con la academia. Dice que no le gusta que se diga que Harry Potter no es literatura, por ejemplo, o que se prepare al alumnado para prestar servicios a las grandes empresas multinacionales en lugar de impulsarlxs a desarrollar su propia creatividad editorial. Sabe muy bien que si en sí mismo cualquier emprendimiento independiente es difícil, el suyo, por ser LGBT, lo es más. Y con su particular sensibilidad para reconocer los lugares comunes y combatirlos, Sofía Olguín, la editora, ha desarrollado un radar con el cual detectar el sexismo en la literatura infantil. Es el caso, por ejemplo, de un libro con el que se topó hace poco, dirigido a niñxs, en el que se les pretendía enseñar a comer bien, “pero en la historia el auto lo manejaba el papá, la mamá cocinaba, la nena decía ‘yo quiero hacer esto como la abuela’. Y eso es mayormente lo que hay”, cuenta. En su rol, Olguín ha tenido que lidiar hasta con lxs mismxs autorxs de los cuentos a quienes, cada tanto, se les chisporrotea alguna patinada homo, lesbo o transfóbica. “Tuve que rechazar incluso un cuento trans –dice–, aunque fue escrito por un hombre trans, porque no daba un buen mensaje.”

Todo lo publicado hasta ahora por Bajo el Arco Iris pasa por su ojo supervisor. Hasta aquí son diez los PDF online que pueden bajarse ingresando a bajoelarcoiris-editorial.blogspot.com donde están los links correspondientes. “Dos de esos PDF tienen cuentos de matrimonio igualitario. Lo trans es más complicado; una relación de gays es más fácil porque es un romance. Contás una historia de amor y ya está. Tenemos dos cuentos trans, uno es mío, está escrito en verso. El otro es para chicos de más de 13. No solemos poner explicación ninguna, si es gay, trans o lesbiana, o para qué edad están escritos. Este es el primero en el que está escrita la palabra transexual. Trata sobre un adolescente que quiere comenzar su tratamiento con hormonas. Martín se llama el personaje que terminará siendo Sol. Empieza cuando el personaje es chiquito y termina cuando comienza la transformación, de adolescente.”

Biosofía 2

Momentos traumáticos para Sofía: el uso del corpiño (“qué duro que fue –dice–. Me sentía humillada”), la primera menstruación, la Tortuga Ninja. Pocos, pero claves. Sofía Olguín rechaza todo lo impuesto, dice, desde lo cultural hasta lo biológico, una dupla maldita que parece querer coagularla en un destino ajeno. “Una vez me dijeron que tomando bayaspirinas se podía cortar y tomé tres seguidas. Menos mal que no fueron veinte. El período me molestaba porque era un símbolo de mi feminidad”, cuenta. Sin embargo, prefiere no definirse y toda terminología clasificatoria le parece demasiado tajante. O casi toda, porque la palabra gay le cuadra, por completo. En Todos los sueños, tuyos, Sofía escribió: “El me dio un manotazo en la nuca como proponiéndome que le hiciera un pete. Qué bueno, pensé. Qué bueno que podamos seguir boludeando así, haciéndonos bien los putos, que podamos estar juntos, aunque nos duela un poco”.

Este libro, totalmente inspirado, fue escrito, corregido y publicado en apenas un año. Es que con los dedos sobre el teclado y el Word abierto, Sofía expresa sentirse en su eje. Ella –decir ella suena raro– no puede escribir literatura si no es en masculino y en primera persona. Las veces que ha intentado hacerlo desde un personaje femenino se sintió irreal, acartonada. “Escribiendo como mujer no se me ocurre ninguna historia. Diego, el editor de Stonewall, cuando me hizo esa pregunta sobre con qué género me identificaba, dijo que al leerme se confundía porque plasmé muy bien el masculino en la novela. Varios lectores hombres me han dicho que se sienten identificados”, dice. “¿Por qué no escribís una historia heterosexual alguna vez?”, le preguntó su madre un día y Sofía le contestó “que ‘no, que ya todo está dicho’, le dije, ‘no tengo nada que aportar’. Yo me iba a llamar Pablo si hubiese sido hombre. Pablo... me siento un hombre gay, no una mujer. Y me atraen mucho los chicos afeminados. Pero, seamos realistas, ¿qué chico que me gusta va a querer estar conmigo?”.

Si transicionaras, ¿pensás que tampoco?

–Es muy complicado. Yo no tendría problemas en estar con un chico trans. Pero si me gusta un hombre y él es gay, ¿qué va a ver en mí? Es algo que me entristece. Es difícil el tema de la genitalidad porque nunca va a ser la misma genitalidad de un hombre biológico. Me preguntan: “Si fueras chico, ¿serías activo?”. Y sí, lo sería. Obviamente que un chico gay no busca un hombre trans.

¿No hay modos masculinos de tener sexo sin ser un hombre biológico? ¿No exploraste eso?

–Sí: se me burlaron en la cara. No es fácil porque se toma como un fetiche. El tabú del hombre heterosexual de ser penetrado es grande y ligado a la homosexualidad. Otro problema más.

¿Pensás que se puede construir una masculinidad sin intervenir el cuerpo?

–Totalmente, desde lo normativo. Con la vestimenta y ese tipo de cosas. Yo siento que es en la ficción donde me libero. Ahí estoy como pez en el agua. Sin censura, sin restricciones, ni barreras. Todos mis personajes son gays. Un sueño mío era ser bailarina no de ballet, sino de hip-hop, un estilo que le queda mejor al hombre. De hecho, me encanta verlos bailar, me digo: yo quiero ser así. En la novela que estoy escribiendo el protagonista es bailarín.

¿Será una transexualidad literaria la tuya?

Sí, puede ser. Lo de ese escritor me resultó bueno. Cuando era ella se llamaba Melissa Popy Brite y se intervino a los 50 años. Ahora se llama Billy o Bobby. Me resultó bastante llamativo por la edad en que lo hizo. Quizá... más adelante, pensé.

¿Te gustaría tener hijos?

–A veces tengo deseos de adoptar. Ahora siento que sí. Quizá porque estoy con un chico muy abierto a lo LGBT. Estar con una persona que no lo ve como algo extraño, que no se hace tanto problema...

¿Te ves como un padre, por ejemplo?

–Es algo muy etiqueta. ¿Padre, madre? Hay mujeres que son las dos cosas al mismo tiempo. La única diferencia es que la mujer queda embarazada y lo tiene en su interior.






POR: Paula Jiménez España / PAGINA12.COM.AR
FOTOGRAFÌAS: BAJOELARCOIRIS-EDITORIAL.BLOGSPOT.COM
ARREGLOS: ALBERTO CARRERA

lunes, 19 de agosto de 2013

LA MUJER NO NACE, SE DIBUJA. Maitena y Laerte al lìmites de los gèneros. "Reportaje"

MAITENA Y LAERTE SE ENCUENTRAN, SE MIRAN ESPEJO DE POR MEDIO Y DESDIBUJAN LOS LÍMITES DE LOS GÉNEROS

Género estampado

El humor, en su versión de broma pesada o de burla, ha sido históricamente uno de los más poderosos métodos correctivos de la diversidad en cualquiera de sus expresiones. Pero el humor en buenas manos puede ser bandera hilarante de las diferencias: Maitena y Laerte confirman con sus trabajos la potencia transformadora de la ironía y del trazo fino. Laerte ya era muy conocido en Brasil cuando hace muy poco, y cerca de cumplir sesenta años, decidió presentarse en sociedad como mujer trans. En esta conversación ambas estrellas de la historieta analizan los alcances de sus propios personajes.


Maitena es Maitena, no necesita presentación. Su nombre evoca una legión de mujeres con pequeños problemas y grandes soluciones, todo en el mismo cuadrito. Mujeres que perdieron la vista a causa de la presbicia pero igual leen la letra chica porque están superadas, chicas de treinta que se están sacando la bombacha en la portada de un libro, pero están alteradas, que se ajustan el pantalón, pero lo llevan puesto. Maitena está en la agenda año tras año pero, sobre todo, instalada como el gato de Cheshire en la conciencia de las inconscientes, en el superyó de todas y todas. Su nombre es contraseña para abrir la tranquera a la autocrítica maliciosa y a la denuncia con gracia aquí y en todos los países donde se consumen sus mujeres (en esta Feria del Libro de Guadalajara se llevará el premio La Catrina, destinado a autores destacados internacionalmente en los campos de la caricatura y la historieta). Con un trazo aparentemente simple, Maitena descubrió un territorio y una serie de situaciones donde personas hiperlúcidas son “pescadas” por ellas mismas o sus amigas justo en el momento de la caída en el clisé de la feminidad. ¿El mundo femenino es lo mismo que decir el mundo de las mujeres? Esta pregunta y otras que apuntan a las botas (y tacones) de la dictadura de género, incluido el profundo malhumor que ésta provoca, es el tema de conversación entre Maitena y Laerte, dos potencias que se encontraron en San Pablo en el marco del Encuentro entre caricaturistas en el Centro Cultural Belenzinho. Laerte no necesita presentación en Brasil, prócer del humor desde lo más under hasta las páginas de diarios y revistas mainstream desde hace ya un largo tiempo, ha sido considerada uno de los mejores historietistas (hoy es una de las mejores). En 2004 se presentó en sociedad como cross dresser y en 2010, a los 59, hizo pública su decisión de ser mujer transgénero. Como en la Argentina es necesario hacer algunas presentaciones, Soy le ha pedido que antes de reproducir la conversación se presente con sus propias palabras. Y lo hizo así:

No he pensado mucho sobre las etapas de mi vida. Pero bueno, veamos... Hice la escuela superior, en Música, después en Periodismo, pero jamás me recibí ni en una ni en otra. En aquellos tiempos, a los 17, tuve mis primeras relaciones sexuales, siempre con hombres, y durante algunos años todo estuvo bien. Pero de pronto entré en pánico y me metí en el armario por décadas. Me casé con mujeres, tuve hijos, etc. Por fin, cuando se estaba terminando el siglo XX reconocí y acepté mi deseo exclusivo por los hombres, aunque no fue tan fácil como suena, tuve mis dificultades. Lo de la transgeneridad es todavía más reciente. Hugo siempre ha sido mi alter-ego, desde que lo creé, en los años ’80. Hay muchas historietas que se inspiran en hechos de mi vida, principalmente mis dificultades con los aparatos de informática... Les envío un ejemplo. A veces Hugo se travestía, pero siempre con una justificación más o menos consistente, como por ejemplo escaparse de la mafia. Pero en 2004 aparece en una historieta travistiéndose sin razón obligada, digamos que se traviste por nada, por el puro placer de la cosa. Allí fue que una amiga –hoy amiga– me contactó por email y me preguntó si eso que estaba haciendo Hugo no podría tratarse de un deseo mío, me preguntó si no me interesaría conocer a otras personas con el mismo deseo. Allí comprendí que no se trataba de una ficción sino de un deseo real y –lo mejor– ¡posible! Todo eso representó un salto muy grande en mi vida y una abertura enorme para mi modo de ver las cosas y también de crear, de trabajar. En 2010, al declararme públicamente transgénero, en una entrevista, no encontré más razones para mi travestimiento esporádico y semiclandestino.

Empecé a vestirme en conformidad con mis sentimientos, cambié todas las ropas que tenía.

Al vivir la posibilidad de ser mujer, conocía a muchas otras personas, muchas vidas con historias dolorosas parecidas –o no tan parecidas, pero sintonizadas–. Retomé mi vida de compromiso político –formé parte del Partido Comunista en los años ’70 y ’80–, ahora por una causa relacionada con la intimidad de los sentimientos, algo que está muy vivo dentro de mí, más que por una motivación ideológica, por justa y sincera que fuera. Por lo que he comprendido a través de mis lecturas por cierto nada profesionales de Beatriz Preciado, Judith Butler y conversaciones con activistas, tiene mucho sentido la idea de que hombre y mujer son conceptos culturales, creaciones de la cultura que cambian con el tiempo y el contexto. Así que, para mí, la autoconstrucción de una identidad de mujer es algo que se va moldeando y, al mismo tiempo, abriendo posibilidades de expresión en las que no había pensado antes. Para algunos hombres, construirse mujer significa nada más que el intento de copiar un modelo preexistente. Para otras personas la cosa es más compleja, y más dinámica también. Me gusta usar el nombre Laerte. No le vi sentido a cambiarlo. Tengo identidad masculina y femenina a la vez. Al hospital voy travestida o, mejor dicho, vestida. Realizo exámenes médicos masculinos por eso allí me definí como hombre. Las mujeres no tienen próstata. Pero en los hoteles, me registro como “Laerte Countinho, sexo femenino”.



Al borde de un ataque

Laerte: Creo que las mujeres viven, desde el siglo XIX, un proceso de “revolución permanente”, que las ha llevado a nuevas vivencias sociales, laborales, políticas, existenciales. Creo que a los hombres les toca hacer su parte en esa revolución del género humano... Vos fuiste durante mucho tiempo considerada una humorista de temas femeninos o, mejor dicho, representante de las mujeres. ¿Cómo se llega a eso?

Maitena: Sí, fui vista así, pero tuvo que ver sobre todo con que no había muchas mujeres haciendo historietas. Por ejemplo, una pregunta que me hacían siempre es cómo me llevaba con mis compañeros en las revistas, cómo era recibida teniendo en cuenta que es un ambiente muy de hombres, muy hétero. Y la respuesta siempre era que me recibían genial, justamente porque son machistas. Como cuando entrás por equivocación a un baño de hombres: te reciben bien, con un “hoooola, rubia”. Es cierto que yo hablaba de otras cosas, tocaba temas de los que comúnmente no se hablaba. No sé si eran temas que tenían que ver tanto con la mujer, pero sí con lo doméstico, la vida de todos los días. Pero a ese humor también lo podría haber hecho un hombre.

Laerte: Yo, que pienso en un momento en que no existan las diferencias de género, que no existan separaciones, me pregunto hasta cuándo se van a mantener estos muros, imaginarios pero tan sólidos. Pero bueno, entiendo que todo pasado fue peor.

Maitena: Cuando empecé a trabajar hacía humor erótico. Todos mis compañeros eran varones. La visión mía sobre sexo era muy diferente de la de los demás. Yo no tenía el patrón del humor masculino y eso a ellos les resultaba muy fuerte, les molestaba. Tenía un personaje que se llamaba “La fiera” que salía a la calle a buscar hombres para tener sexo, salía con el impermeable cerrado. Lo abría y cada semana estaba con un hombre de una profesión diferente. Les parecía muy agresivo porque “La fiera” se los cogía y los escupía como quien escupe el carozo de una aceituna. Se espantaban y, sin embargo, ¿cuántos hombres hacen eso con las mujeres? Fundamentalmente les resultaba chocante que el deseo fuera femenino porque en los comics siempre el deseo es masculino y la mujer es el objeto de deseo. Llegaban cartas de lectores dirigidas a mí pensando que yo era un hombre, que Maitena era mi apellido, les resultaba imposible imaginar que quien escribía las historias en las que alguien está caliente fuera una mujer.

Laerte: Es que hay cosas que se consideran femeninas y otras masculinas. Y en la historieta también es así. Vos abriste una puerta para retratar a la mujer no como musa o como apéndice del hombre, sino una mujer que se parece más a la real.

Maitena: Estaba el prejuicio de que esa temática era femenina. Hablar de las cosas de todos los días, del cuerpo, las relaciones familiares, de que te mirás al espejo y te sentís fea, gorda, no eran temáticas muy exploradas por los historietistas hombres. En ese sentido me enorgullezco de haber abierto un camino porque ahora hay muchísimos varones jóvenes que hacen un humor hablando de sus cosas personales, de qué los hace sentir mal, del cuerpo. Pero bueno, también fue parte de un fenómeno de la época, de los noventa. Después vinieron todas esas series como Sex And The City, etc. Era la época en que estábamos de moda las mujeres. Ahora está de moda lo gay.

Laerte: ¿No ves en todo esto una intervención crucial del feminismo?

Maitena: El feminismo habló muy bien de las mujeres durante mucho tiempo. Pero creo que lo que yo hice fue hablar mal de las mujeres. Las partes débiles y las partes malas. Todo va cambiando. Creo que en algunos años ya no va a ser novedad que un hombre decida, como vos, ponerse ropa femenina o priorizar la parte femenina de su personalidad. Creo que con los años los hombres se van feminizando y las mujeres se van masculinizando.

Laerte: ¿Me lo prometes? (Risas.)


Vida y obra

Maitena: Pienso que tu trabajo cambió mucho en relación con tu propia transformación.

Laerte: En 2004 empecé un cambio, a hacer tiras más poéticas. Me acuerdo de que leí una entrevista en la que Chico Buarque decía que veía a la canción históricamente limitada al siglo XX, que tal vez el rap y otros géneros expresaban mejor el presente. Y me pregunté lo mismo sobre la historieta, sentí que mi trabajo había cumplido un ciclo. Así es que dejé a muchos de mis personajes. Me quedé con Muriel y también en Hugo. Fue este cambio en las tiras lo que me puso en contacto con la comunidad cross. Me llevó mucho tiempo decidirme a hacer una sesión de cross dressing en un lugar que encontré en Internet. Recuerdo que el primer momento fue el de la depilación con cera. Fue un hito de redención, de autodescubrimiento, como sentirme sin coraza. Lo segundo fue ponerme la ropa que me ofrecían, incluido el corpiño. Me tomaron una foto. Sentí la libertad.

Maitena: Después viene el trabajo de qué tipo de mujer ser. La tiranía de los modelos.

Laerte: Sí, a veces se ve en la población trans una recurrencia a pocos modelos que podrían resumirse en una diva, en una Marilyn Monroe. Creo que llevará su tiempo ir ampliando, y aquí juegan los modelos que ofrece la cultura, incluida la historieta. Tengo 62 años, no voy a tomar hormonas, ya no me hacen efecto, y todo lo relacionado con cambios quirúrgicos me asusta mucho. Creo que la práctica me ha hecho elegir mejor lo que me voy a poner, y entiendo que la ropa es una forma de expresión. Tuve una prótesis de cola que usaba con calzas, y ya no me la pongo. Tengo corpiños armados en casa, pero que no se pueden usar con cualquier vestido. Pero bueno, de a poco empecé a gustar de mi cuerpo sin pechos, tal vez me pondría siliconas. Uso láser para la barba y también crema antiarrugas, pero la verdad es que invierto más dinero en mi gata Celina que está parapléjica. Pienso que lo que le pasa a Hugo representa lo que le pasa a mucha gente. Y creo que con tus mujeres te ocurrirá lo mismo.

Maitena: Una vez me escribió una chica de 14 años diciendo que ella se depilaba los bigotes y que pensaba que era algo vergonzoso y que era la única a la que le pasaba. Y me contó el alivio que le dio ver en mis chistes que todas lo hacemos.

Laerte: Yo me pregunto si hay que crear otro lenguaje para incluir los temas de género. Para decir que lo masculino y lo femenino no están condicionados por la biología. Históricamente se van marcando las pautas para representar el modo de ser femenino y el modo de ser masculino. Hay que ver cómo hacer para que desde la forma en la que encontramos de contar las historias vayamos alejándonos de esa basura.

Maitena: El humor necesita romper con algo, reírse de algo, desarmar algo. Tiene que agarrar algo natural y tomarlo como raro o diferente. O agarrar algo muy diferente y tomarlo como algo natural. Pero ese proceso mental un poco tiene que suceder solo. Si me preguntan cómo se hace, yo no sé cómo se hace el humor. Cuando uno encuentra la fórmula, el humor deja de ser gracioso. Cuando se escribe humor hay que llevar adelante una pelea con los prejuicios hasta el límite, riéndote y burlándote de todo. Hay gente que dice “no te podés reír de esto”. Bueno, sí, yo creo que como ejercicio se puede hacer.

Laerte: Esa idea de corrección política aparece en un momento en el que los movimientos sociales han podido superar viejas consignas para desarrollar nuevos modelos de negros, homosexuales, judíos, lo que sea.

Maitena: Cada vez que uno se propone hacer humor sobre un tema específico, no le sale bien. Cuando se hace humor con el preconcepto de que tiene que ser de género, tiene que transmitir cierto mensaje determinado, no funciona.


El futuro aquí y ahora

Laerte: Es cierto que en estos últimos años han cambiado muchas cosas, están apareciendo muchas leyes que reconocen la diversidad. Pero bueno, me molesta un poco la palabra pareja. Pero más me molesta la palabra casamiento, porque en su raíz está la palabra casa. Es la pareja pensada en cuanto a mobiliario, a la familia, los hijos. Me gusta más como se dice en Uruguay, compañero.

Maitena: Y sí, en toda esta transformación tiene que haber también una transformación del lenguaje. Creo que estamos atravesando una revolución que va a llevar a que las parejas ya no vivan juntas. La única razón por la que un hombre y una mujer pueden vivir juntos muchos años es porque tienen hijos. Lo digo porque yo ya tuve varias parejas. La idea de una pareja sin hijos viviendo junta es un embole, es siniestro, porque la convivencia mata toda la gracia de la pasión. Váyanse juntos de vacaciones, pero vivir juntos... Dios mío.

Laerte: ...

Maitena: Hay mujeres que dicen “cada vez hay más gays”. No es así. Siempre hubo la misma cantidad, pero lo diferente de ahora es que lo pueden vivir. Lo pueden elegir desde mucho más temprano. La sensación para las mujeres heterosexuales es que cada vez hay menos hombres... bueno, empiecen a mirar a las chicas. Hay cada vez más maneras de armar familias. No tiene que ser visto como que cada vez hay menos hombres sino que cada vez hay más posibilidades. Todo eso se cae a pedazos. Claro que hay muchas mujeres que tienen todavía en la cabeza al príncipe azul que les metió la cultura, bueno, váyanse enterando: no existe. ¡Ningún hombre quiere hacer todo eso!

Laerte: ...

Maitena: ¿Por qué te quedás tan callada?

Laerte: No... Me quedé pensando... Vos creés que se está cayendo solo a pedazos ... ¿o que tendríamos que darle un empujón?



POR: PAGINA12.COM.AR
FOTOGRAFÌAS: WEB
ARREGLOS: ALBERTO CARRERA

jueves, 1 de agosto de 2013

¿Quièn es quièn? P/ Enrique P. Sen y Daniel Mainè. " Al puto con humor"

¿Quién es quién?', un libro que analiza las tribus del ambiente gay en clave de humor. Es obra de Enrique P. Sen y el ilustrador Daniel Mainé. "Si quieres ligar nunca te rías de la preselección de Suecia para Eurovisión"


¿Quién es quién?, guía ilustrada del ambiente para gays desubicados (Diábolo ediciones) es una divertida guía en la que, con gran sentido del humor, Enrique P. Sen nos habla de los distintos tipos de gays, ayudado por las divertidas ilustraciones de Daniel Mainé (Beartoncity).

"Esta guía es un pequeño libro que analiza las distintas tribus que pueblan el ambiente gay en clave de humor y con una pequeña dosis de mala leche -asegura Enrique-. No pretende ser un experimento sociológico ni un vademécum, sino simplemente un divertimento irreverente, aunque una observación detallada de las ilustraciones o una lectura entrelíneas de los textos pueda mostrar una interpretación algo más profunda".

A pesar de que en el libro categoriza casi 50 tipos de gays (la marica pija, el Leathertón, el clembuterol, el oso, la marimilitanta, el chulosport, el maricatólico, el psycho gay...), Enrique asegura que: "Fundamentalmente son dos tipos: los que exteriorizan su condición sexual en su indumentaria o comportamiento y los que no. Y dentro de los primeros… infinidad. Y por supuesto que hay gente que no encaja en ninguna de las tipologías del libro o que podría estar enmarcada en varias. Cada persona es un mundo".


Basado en personajes reales

Lo más curioso es que todos estos tipos de gays están inspirados en personas reales que conoce Enrique: "Evidentemente, con su dosis de fantasía, es un libro basado en la observación a los que me rodean. Estoy yo, están mis amigos, conocidos, sus parejas, sus rollos, sus ex… Cualquier parecido con la realidad NO es pura coincidencia, y espero que después de leer según qué párrafos alguno me siga dirigiendo la palabra".

En cuanto a los tipos más comunes de gays: "Los que exteriorizan su condición son los más llamativos, como una loca, una leatherona, una marimilitanta o un oso. Sin embargo yo diría que son más numerosos los que se podrían llamar "categorías gay por comportamiento": el armariado, la parejita ideal, el maricatólico, el sexadicto… Son el verdadero ejército gay en la sombra".



También hay algunos tipos de gays más llamativos: "Me parece interesante hacer hincapié en los gays que superan lo que llamamos "mediana edad" y que en un mundo dominado por el culto a la belleza y la juventud son ignorados sistemáticamente no sólo por el resto de los gays, sino por toda mención que de los gays se hace en cualquier medio de comunicación. Parece que sencillamente no existen. Entre ellos, me hacen mucha gracia y tengo mucho cariño a unos muy característicos: la pareja de "tío con sobrino", aparentemente tan discretos pero tan identificables".


"Un gay bakala es clavadito a cualquier macarrilla poligonero"

Preguntamos a Enrique si los heteros también podemos dividirnos en tantos grupos distintos: "Ah, ¿eres hetero? Lástima. (#festivaldelhumor). Por supuesto que sí, todo el mundo tiene un sentimiento gregario de sentirse parte de una comunidad intentando asimilar indumentarias o actitudes comunes. Y ay de aquél que se salga de lo convencional".

"Lo único es que los heteros no se reúnen en determinados puntos concentrados de las ciudades ni se manifiestan para reivindicar el orgullo por su condición sexual (porque colapsarían el tráfico, que dijo nosequién). Un gay bakala es clavadito a cualquier macarrilla poligonero. Un hetero pijo no se diferencia mucho de una marica pija, salvo que probablemente no se sepa los precios de los bolsos de las boutiques de la calle Serrano de Madrid. Y si se los sabe, yo desconfiaría".


"No soy un consultorio sentimental"

En el libro no encontraréis trucos para ligar: "No. No soy un consultorio sentimental ni un programa de confidencias. E incluso creo que si proporciono algún truco no es sobre lo que hay que hacer, sino sobre lo que no hay que hacer o lo que hay que callarse para no perder un buen polvo. Nunca te rías de la preselección de Suecia para Eurovisión o digas que El Señor De Los Anillos es un coñazo. Si has conocido a un talifán o a un frikigay ya lo puedes dar por perdido".

Desde hace tiempo, Enrique P. Sen tiene un blog en internet de gran éxito: Pasa el Mocho. "La guía no está inspirada en mi blog,aunque tengan puntos en común ya que Pasa el Mocho nació en 2006 y siete años dan para mucho. Es un blog personal en el que doy rienda suelta a todo lo que se me pasa por la cabeza: las anécdotas que me ocurren a mí y a mis amigos (convenientemente noveladas, claro), comentarios sobre la última película que he visto, el bar o restaurante al que hemos ido, el videoclip novedad de turno o el chulángano impresionante que está invadiendo internet".


"El blog es una especie de diario personal escrito en un tono mucho más banal y ligero. De hecho, quien se acerque al blog desde el libro verá que son muy distintos, y en el sentido opuesto ya hay quien se ha sentido decepcionado por el libro porque esperaba encontrarse con un estilo mucho más de blog" -asegura Enrique-.






Ilustrado por Daniel Mainé

Para distinguir a los distintos tipos de gays  tenemos las estupendas ilustraciones de Daniel Mainé (Beartoncity): "Los dibujos de Daniel son esenciales, porque no sólo ilustran sino que también complementan las descripciones. Aunque parezcan sencillas, están repletas de pequeños detalles que hay que buscar y que dicen mucho".

"Lorenzo Pascual, de Diábolo Ediciones, quería una guía de fichas individuales, con una tipología en cada página con su descripción y características, a modo de las guías de superhéroes de cómic, o de personajes de Star Wars. Yo me divertía imaginando un libro del tipo los cuentos ilustrados por María Pascual de la editorial Toray que leíamos a escondidas de pequeños porque eran cosa de chicas, sólo que con chulazos en vez de niñas lánguidas de tirabuzón y miriñaque. Y Daniel iba más por el terreno de la tira cómica, de la historieta en cada tipo. Al final es todo una mezcla de las tres cosas y gracias al impresionante trabajo de maquetación de Nacho Casanova ha quedado un libro muy atractivo".


Enrique nos confies que actualmente trabaja en: "Una pyme del tan castigado sector de la construcción, así que te puedes imaginar la liberación mental que supone poder haber escrito este libro. De momento sigo dedicándome a mis blogs y esperando abierto a toda proposición deshonesta que cualquier editorial quiera hacerme".



POR: JESÚS JIMÉNEZ - RTVE.ES
IMAGENES: WEB
ARREGLOS: ALBERTO CARRERA

viernes, 5 de julio de 2013

LITERATURA: EL ARTE DE LA DEFENDA DE CHAD HARBACH. "MACHOS EN LA CANCHA"

El deporte y los hombres. En tiempos de salida del closet de deportistas, se publica por primera vez en castellano El arte de la defensa, de Chad Harbach, una novela de 2011 que fue un inesperado best-seller y que indaga sobre las relaciones homosociales y homosexuales en un lugar por excelencia de construcción de la masculinidad del imaginario social norteamericano: el béisbol universitario.


“¡Exprimir! ¡Exprimir! Durante toda la mañana exprimí ese esperma hasta que yo mismo me sentí fundido en él. Exprimí ese esperma hasta que se apoderó de mí una extraña especie de locura y descubrí apretando la mano de mis colaboradores entre esa sustancia, confundiéndolas con los delicados glóbulos. Tal era el sentimiento desbordante de afecto, amistad y apasionamiento que provocaba esa tarea que al fin les apretaba sin cesar las manos como diciéndoles: ‘¡Oh, mis amados compañeros de vida... apretémonos todas las manos; más aún apretémonos los unos contra los otros, apretémonos universalmente en la leche y el esperma de la bondad!’.”

Para cualquier lector no iniciado, éste podría ser el párrafo de un relato erótico. Pero no: es un fragmento del capítulo XCIV de Moby Dick llamado “Un apretón de manos”, para algunos críticos casi una oda a la masturbación colectiva y para otros, el grado máximo de simbolismo sexual de esta novela de marineros, de esta ficción de hombres sin mujeres, tal como la clasificó Hemingway.

No parece casual que este pasaje sea aludido y el propio Melville ocupe un lugar importante en la novela El arte de la defensa, de Chad Harbach. Resulta imprescindible la referencia al maestro si lo que se pretende es dar cuenta de los distintos afectos e intensidades que pueden alcanzar las relaciones masculinas.

El arte de la defensa cuenta varias historias, pero sobre todo cuenta, en el marco de una universidad del centro oeste americana, dos relaciones que pueden leerse en espejo: la de la amistad apasionada entre Mike Schwartz y Henry Skimshander, que surge como un enamoramiento cuando Mike ve a Henry jugar al béisbol por primera vez y, a partir de entonces, mueve cielo y tierra y realiza todos los sacrificios imaginables para que su amigo ingrese y triunfe en el mundo del deporte (¿cuánto estarías dispuesto a hacer por un amigo?); y la relación amorosa entre Owen y Affenlight, un declarado estudiante gay también beisbolista y el presidente del college, un sesentón hasta entonces hétero especialista en Melville y admirador de Whitman, respectivamente.

Si por momentos la novela parece perfectamente adaptable a una serie americana de universitarios (no parece casual que ya se hayan vendido los derechos a HBO), es interesante el juego casi queer de algunos de sus pasajes: así, la profundidad de la amistad entre Mike y Henry adquiere connotaciones homeróticas (desde la identificación amorosa inicial en el cual uno parece ser la media naranja platónica del otro, y pasando por el tópico clásico y remanido de que ambos se acuestan con la misma mujer y que el novio engañado perdona a su amigo antes que a su novia), los diálogos entre los deportistas hétero evidentemente metrosexuales versan en torno de lo erótico o no de las espaldas peludas y de la necesidad o no de la depilación, y se suceden como se precie en toda novela de deportes los toqueteos de nalgas y genitales en las duchas y la celebración de las victorias en el vestuario, pleno de cuerpos desnudos y musculosos, abrazados y chorreando champán.

Pero sin duda uno de los méritos —quizás el mayor— que hay que reconocerle a la novela es denunciar la persistencia de la homofobia y sus trágicas consecuencias en un mundo en el cual aparentemente todos y todas somos iguales y en el que, por ende, supuestamente no entraña ningún peligro y ningún riesgo social una relación amorosa entre hombres.

El arte de la defensa
Chad Harbach
Ed. Salamandra
541 págs.


POR: Adrian Melo - PAGINA12.COM.AR
IMAGENES: WEB
ARREGLOS: ALBERTO CARRERA

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