Bendecida pues mi boca, un sifón abierto el orgullo que devora a tu inclemencia;
La cadencia rebosante, firme y bien erguida que penetra,
sucumbe y me deja sin aliento.
La adentras ansiosamente cada vez mas, quieres penetrar adentrarte a los avernos.
El instinto premonisa y detengo la montaña de tu cuerpo, como profecía las palmas del iluminado. Congelan tu embestida.
He imitando imagen de leyenda: La serpiente que devora hombres.
Tu obelisco es consumado, ofrecido en sacrificio vuelve hacia mi boca.
Solo empujo arremeto bruscamente y todo dentro es ahí donde lo siento tan profundo, palpitante y calcinando mi garganta
el tiempo es fragmentado, las galaxias se detienen tu ojos muestran al blanco el color del infinito.
Y de que aquella punta seda liquida gotea, chorrea es la sangre de tu alma la que escurre por tu sexo, es plasma divino que nutre a mis pesares y me ayuda al olvido.
La gloria es ver tu cuerpo doblado en arco hasta el cielo, con tu miembro señalando al sol del medio día en la cúpula celeste de mi boca.
Dando inicio al fin y un final para el comienzo.
POR: JOSE FEVOS APOLONIO
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