Sexo, mentiras y cintas de vídeo. La película de Steven Soderbergh, “Sexo, mentiras y cintas de vídeo” (Sex, Lies and Videotape), no transcurre en Cuba, sino en Baton Rouge, Luisiana, pero su título refleja, como en un espejo, la lacerante realidad de la prostitución en la isla y especialmente en La Habana, una ciudad “caliente” y “deschavada”, como dice el poema de Jesús Díaz, con “el sexo abierto al mar/ el clítoris guiando a los marinos/ como un faro de luz en la bahía”.
Atareado como está en dar lustre al cadáver de la revolución, Raúl Castro y sus trompeteros “reformistas” han pasado por alto sin desmentirlo, como acostumbran, el demoledor informe publicado recientemente por los diarios “The Toronto Star”, de Canadá, y “The Miami Herald”, de Estados Unidos, sobre la prostitución infantil en Cuba. Reporteros de los dos países trabajaron discretamente en la isla caribeña durante cuatro meses después de la publicación en el periódico canadiense de un informe de la Real Policía Montada del Canadá, del año 2011 y desclasificado recientemente, que identifica a Cuba como uno de los principales destinos para los depredadores sexuales canadienses. Cuba, según ese informe, se ha convertido en un verdadero imán para hombres ansiosos de tener relaciones sexuales con niñas impúberes, algunas de tan sólo cuatro años.
De los casi tres millones de turistas que visitaron Cuba el pasado año, mas de un millón proceden de Canadá y aunque el gobierno de Ottawa ha reconocido que los delincuentes sexuales viajan fuera del país para explotar a los niños, “The Toronto Star” afirma que se ha hecho muy poco para detenerlos. Vic Toews, ministro canadiense para la Seguridad Pública, considera que los pederastas deben ser procesados en el país donde cometen el delito. Pero el gobierno de Raúl Castro niega que ese problema exista en Cuba.
El jineterismo, como se denomina a la prostitución, y la explotación de menores, son temas tabú en la isla de los hermanos Castro. En 1961 Fidel Castro envió a miles de prostitutas a campos de “reeducación” y declaró oficialmente abolido el comercio sexual en Cuba: “La revolución –dijo– dignifica a la mujer. A la sociedad capitalista no le importa ni la moral, ni la dignidad de las mujeres… En nuestro país, decenas de miles de mujeres tenían que ejercer la prostitución… Nuestro turismo era un turismo para la prostitución. Hoy en Cuba no hay nada de eso ni lo volverá a haber nunca”. Sin embargo, años más tarde el Comandante en Jefe tuvo que reconocer que la prostitución no solo no había desaparecido sino que era uno de los principales alicientes turísticos de Cuba.
La prostitución generalizada como método rápido para acceder a bienes de consumo se ha agravado en Cuba con la explotación sexual infantil. Los reporteros del “Toronto Star” y del “Miami Herald” investigaron concienzudamente en las calles de La Habana y descubrieron un mundo sórdido y atroz donde por apenas 30 dólares la noche se pueden tener relaciones sexuales con niñas o niños menores de edad. Una red de empleados de hotel, taxistas y proxenetas participan en ese despreciable negocio. También encontraron familias pobres que desesperadas por obtener dinero o deslumbradas por regalos y bienes materiales disponibles solo en pesos convertibles ofrecen a sus hijos menores a los proxenetas.
De los casi tres millones de turistas que visitaron Cuba el pasado año, mas de un millón proceden de Canadá y aunque el gobierno de Ottawa ha reconocido que los delincuentes sexuales viajan fuera del país para explotar a los niños, “The Toronto Star” afirma que se ha hecho muy poco para detenerlos. Vic Toews, ministro canadiense para la Seguridad Pública, considera que los pederastas deben ser procesados en el país donde cometen el delito. Pero el gobierno de Raúl Castro niega que ese problema exista en Cuba.
El jineterismo, como se denomina a la prostitución, y la explotación de menores, son temas tabú en la isla de los hermanos Castro. En 1961 Fidel Castro envió a miles de prostitutas a campos de “reeducación” y declaró oficialmente abolido el comercio sexual en Cuba: “La revolución –dijo– dignifica a la mujer. A la sociedad capitalista no le importa ni la moral, ni la dignidad de las mujeres… En nuestro país, decenas de miles de mujeres tenían que ejercer la prostitución… Nuestro turismo era un turismo para la prostitución. Hoy en Cuba no hay nada de eso ni lo volverá a haber nunca”. Sin embargo, años más tarde el Comandante en Jefe tuvo que reconocer que la prostitución no solo no había desaparecido sino que era uno de los principales alicientes turísticos de Cuba.
La prostitución generalizada como método rápido para acceder a bienes de consumo se ha agravado en Cuba con la explotación sexual infantil. Los reporteros del “Toronto Star” y del “Miami Herald” investigaron concienzudamente en las calles de La Habana y descubrieron un mundo sórdido y atroz donde por apenas 30 dólares la noche se pueden tener relaciones sexuales con niñas o niños menores de edad. Una red de empleados de hotel, taxistas y proxenetas participan en ese despreciable negocio. También encontraron familias pobres que desesperadas por obtener dinero o deslumbradas por regalos y bienes materiales disponibles solo en pesos convertibles ofrecen a sus hijos menores a los proxenetas.
En enero del 2008 un equipo de la cadena española Telecinco utilizó una cámara oculta para grabar el mundo sórdido de la prostitución con entrevistas a proxenetas y “jineteras” adolescentes vestidas incluso con uniforme escolar. Captaron también la corrupción de policías y maestros que aceptaban sobornos para facilitar los encuentros sexuales de las niñas con extranjeros. El reportaje se emitió en octubre del 2008 con el título “Prostitución infantil en Cuba”. Dos años después, en julio del 2010, Sebastián Martínez Ferraté, uno de los autores del programa, regresó a Cuba como empresario turístico y fue detenido, enjuiciado y condenado a siete años de cárcel por “corrupción de menores”. El gobierno castigaba así al mensajero por atreverse a desvelar un tema tabú. Martínez Ferraté fue liberado después de 17 meses de prisión, gracias a gestiones del Ministerio de Asuntos Exteriores de España.
El 14 de mayo de 2010, la niña Lilian Ramírez Espinosa, de 12 años de edad, murió después de participar junto con una amiga de 13 años en una orgía de sexo y drogas con turistas extranjeros en la ciudad de Bayamo. Algunas escenas fueron grabadas en vídeo y sirvieron como prueba contra dos ciudadanos italianos y diez cubanos que fueron condenados a fuertes penas de prisión, acusados de asesinato y corrupción de menores. La muerte de Lilian destapó la sórdida realidad de la prostitución infantil que las autoridades se empeñan en negar por considerarlo un hecho aislado. Sin embargo, informes elaborados por organizaciones como Fin a la Prostitución y el Tráfico de Niños (End Child Prostitution and Trafficking) o documentos del Departamento de Estado de Estados Unidos, denuncian la laxitud de las autoridades cubanas ante ese escabroso tema. En 2009, un despacho de diplomáticos estadounidenses en La Habana desvelado por Wikileaks denunciaba que “algunos niños cubanos son empujados a la prostitución por sus familias, cambiando sexo por dinero, comida o regalos”.
El silencio del gobierno ante la explotación sexual contrasta sin embargo con la actitud de personajes del régimen como Mariela Castro, hija del actual presidente de Cuba y directora del CENESEX, el Centro Nacional de Educación Sexual. Mariela Castro, empeñada en una cruzada a favor de los derechos de los homosexuales y los transexuales, que sin duda le ha provocado una ceguera crónica ante la violación de otros derechos, considera la prostitución como una opción laboral para cualquier mujer, incluyendo las cubanas. A finales de 2011, después de una visita al barrio rojo de Ámsterdam, la hija de Raúl Castro declaró a Radio Nederland que: “Admiro y respeto el modo en que (las prostitutas) han encontrado una manera digna de hacer su trabajo sexual y de hacerse respetar (…) Lo que más me ha gustado es que han podido procesar y dignificar la manera en que hacen valer este trabajo, porque es un trabajo”.
Pero Mariela Castro llegó más lejos. Haciendo gala de un peculiar sentido del humor la sexóloga cubana afirmó: “En Cuba hay mucha gente que dice tengo que arreglar el baño y no tengo dinero, entonces le da el servicio sexual al albañil hasta que termine el baño, y después no lo hace más porque no le gusta”.
La forma de Mariela Castro de frivolizar el sexo la heredó sin duda de su tío Fidel, quien incapaz de acabar con la prostitución dijo en una ocasión que “las “jineteras” cubanas son las más cultas del mundo”. Y no le faltaba razón. Muchas universitarias prefieren dedicarse a ese viejo oficio, mucho mejor retribuido que los escasos 20 dólares de salario medio mensual que perciben los trabajadores cubanos.
El 14 de mayo de 2010, la niña Lilian Ramírez Espinosa, de 12 años de edad, murió después de participar junto con una amiga de 13 años en una orgía de sexo y drogas con turistas extranjeros en la ciudad de Bayamo. Algunas escenas fueron grabadas en vídeo y sirvieron como prueba contra dos ciudadanos italianos y diez cubanos que fueron condenados a fuertes penas de prisión, acusados de asesinato y corrupción de menores. La muerte de Lilian destapó la sórdida realidad de la prostitución infantil que las autoridades se empeñan en negar por considerarlo un hecho aislado. Sin embargo, informes elaborados por organizaciones como Fin a la Prostitución y el Tráfico de Niños (End Child Prostitution and Trafficking) o documentos del Departamento de Estado de Estados Unidos, denuncian la laxitud de las autoridades cubanas ante ese escabroso tema. En 2009, un despacho de diplomáticos estadounidenses en La Habana desvelado por Wikileaks denunciaba que “algunos niños cubanos son empujados a la prostitución por sus familias, cambiando sexo por dinero, comida o regalos”.
El silencio del gobierno ante la explotación sexual contrasta sin embargo con la actitud de personajes del régimen como Mariela Castro, hija del actual presidente de Cuba y directora del CENESEX, el Centro Nacional de Educación Sexual. Mariela Castro, empeñada en una cruzada a favor de los derechos de los homosexuales y los transexuales, que sin duda le ha provocado una ceguera crónica ante la violación de otros derechos, considera la prostitución como una opción laboral para cualquier mujer, incluyendo las cubanas. A finales de 2011, después de una visita al barrio rojo de Ámsterdam, la hija de Raúl Castro declaró a Radio Nederland que: “Admiro y respeto el modo en que (las prostitutas) han encontrado una manera digna de hacer su trabajo sexual y de hacerse respetar (…) Lo que más me ha gustado es que han podido procesar y dignificar la manera en que hacen valer este trabajo, porque es un trabajo”.
Pero Mariela Castro llegó más lejos. Haciendo gala de un peculiar sentido del humor la sexóloga cubana afirmó: “En Cuba hay mucha gente que dice tengo que arreglar el baño y no tengo dinero, entonces le da el servicio sexual al albañil hasta que termine el baño, y después no lo hace más porque no le gusta”.
La forma de Mariela Castro de frivolizar el sexo la heredó sin duda de su tío Fidel, quien incapaz de acabar con la prostitución dijo en una ocasión que “las “jineteras” cubanas son las más cultas del mundo”. Y no le faltaba razón. Muchas universitarias prefieren dedicarse a ese viejo oficio, mucho mejor retribuido que los escasos 20 dólares de salario medio mensual que perciben los trabajadores cubanos.
La sexóloga alemana Monika Krause, fundadora del Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba, ha dicho que las claves para entender el fenómeno de la prostitución en la isla son: “la falta de ingresos y la falta de perspectivas no solo para los jóvenes sino también para las personas desempleadas, incluso para muchas mujeres profesionales; a menudo, prostituirse con turistas extranjeros es el medio más fácil de conseguir “una lasquita de la torta”. Una economía e infraestructuras desastrosas y destruidas, todo eso contribuye a que surja una sociedad enferma. Y para mí, la sociedad cubana está gravemente enferma”.
La prostitución consentida es uno de los síntomas de la grave enfermedad que padece Cuba después de más de medio siglo de dictadura. Pero más vergonzoso y criminal es la explotación sexual infantil que el gobierno niega y esconde con mentiras.
POR: Vicente Botín INFOLATAM.COM
ARREGLOS FOTOGRÀFICOS: ALBERTO CARRERA
La prostitución consentida es uno de los síntomas de la grave enfermedad que padece Cuba después de más de medio siglo de dictadura. Pero más vergonzoso y criminal es la explotación sexual infantil que el gobierno niega y esconde con mentiras.
POR: Vicente Botín INFOLATAM.COM
ARREGLOS FOTOGRÀFICOS: ALBERTO CARRERA
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