lunes, 4 de marzo de 2013

LOS AMANTES PASAJEROS. LA PELÌCULA MÀS GAY DE PEDRO ALMODÒVAR. ESTRENO

Pedro Almodóvar: "Esta es mi película más gay pero también, más candorosa" El director manchego asegura que "la realidad está muy presente y de hecho toda la película se convierte en una metáfora de la sociedad española"


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Con evidentes secuelas de un potente resfriado en la voz —“hacía mucho que no cogía una gripe y estoy muy quejica”, admite—, Pedro Almodóvar nos recibe en su luminoso despacho de su productora El Deseo, próxima a la madrileña plaza de Las Ventas, a siete días de que llegue a los cines su nueva película, Los amantes pasajeros. Pese al trancazo, está de buen humor. Ríe durante la entrevista y a menudo responde poniendo cara de criatura inocente, incapaz de matar una mosca, como al confesar que engañaron a los gestores del aeropuerto El Quijote al rodar allí ocultando lo que en el guión se dice de esta infraestructura. Durante tres cuartos de hora el más internacional de los directores españoles charla con los periodistas de este diario y de un rotativo madrileño, respondiendo alternativamente, risueño e incapaz de incomodarse ante este fuego cruzado.


Hace un par de años, nos contaba que todo el mundo aquí en El Deseo le decía que tenía que hacer una comedia.

No era cuestión de que me convencieran. Yo nunca he decidido qué película hago. En eso, aunque suene un poco paranormal, siempre son las historias las que te eligen a ti. Hacía tiempo que quería hacer una comedia, pero eso no era suficiente. Tenía que ocurrírseme cuál y cómo, y desarrollarla. A mí, ponerme y escribir unas páginas divertidas, me resulta muy fácil. Lo que pasa que conseguir que eso tenga peso y que se convierta en una historia con unos personajes, etcétera, me llevó bastante tiempo. Pero es cierto que aquí me lo pedían y me lo piden también por la calle.

Ante esas peticiones, ¿se sentía un poco como Leo, en La flor de mi secreto que decía: “Cómo voy a escribir rosa si mi vida es negra”?

Hombre, cuando escribí La flor de mi secreto sí que el personaje de Leo era un poco un trasunto de mí mismo.


Bueno, no pensaba tanto en sentido literal como en que usted entonces estaba en otro momento creativo.

Sí porque las películas que he hecho en esta década, en este siglo, me parecen esenciales en mi carrera. Son evidentemente películas más sombrías, pero son películas de las que me siento muy satisfecho. A mí me despertó el deseo vivo de hacer una comedia esa especie de spin off que hice en Los abrazos rotos con Carmen Machi, La concejala antropófaga, en la que todo lo que decía era una burrada. Lo hice porque Carmen me divertía tanto que quise alargar ese monólogo, pero también como ejercicio, está deliberadamente escrito en el mismo tono en que escribía las cosas de Patty Diphusa a principio de los ochenta. Quería saber si me salía. Y la verdad es que me salió; por lo menos esos nueve minutos me salieron. Estaba el deseo de comprobar si seguía teniendo acceso a algo que yo había hecho hace mucho tiempo, ese tono de entonces, o había cambiado tanto que ya no podía. Y descubrí que una vez que lo convocas, llega, aunque de un modo laborioso. Lo que no significa es que a partir de ahora haga esto. Las películas que tengo en mente no tienen nada que ver con Los amantes pasajeros.


Con la posibilidad de hacer una comedia ligera se cruzó la situación del país, que está muy presente en la película. De modo que al final es una ligereza muy relativa...

Sí, es muy relativa. Empiezas a trabajar con una motivación y en el proceso eso desaparece, aunque no del todo. Yo quería hacer una cinta de evasión, y cuando empecé a escribirla, era un capricho cómico, pero, sobre todo en la reescritura del primer borrador la realidad empezó a colarse. Y yo, a permitir que se colara, porque iba enriqueciendo el relato. Al final, espero que sea una película donde la gente se lo pase bien, pero la realidad está muy presente y de hecho toda la película se convierte en una metáfora de la sociedad española. Pero no me quejo de ello, al contrario, creo que ha ido enriqueciendo la idea inicial.



Cuando empezó su carrera, el costumbrismo se colaba sin querer, y hablaba desde fuera de mundos llenos de glamour. Ahora que vive rodeado de ese glamour parece buscar una proximidad mayor con la gente normal. La situación opuesta.

Depende de la vida que lleves, vas buscando lo opuesto. En cualquier caso, mi vínculo con la vida rural o las tramas rurales siempre ha estado muy presente y seguirá estándolo. La verdad es que hace muchos años que no vivo en un pueblo y tengo que buscar qué cosas ocurren allí. Pero es como de vez en cuando volver a ser consciente de en qué familia naciste, cuál es tu cultura. En La Mancha viví de niño, hasta los ocho años, y no tenía un buen recuerdo en absoluto. Y sin embargo, cuando ya han pasado 40 o 50 años, te acercas de otro modo a esos recuerdos. Aunque había algunos que no me gustaban nada, había otros que son los que aparecen en Volver. En esa película había un niño invisible que está mirando y contando la historia, que soy yo, en los patios, con las vecinas de mi madre. Todo de lo que ellas hablaban está presente en la película. Incluso las relaciones incestuosas. Lo que pasa es que la gente habla y no se da cuenta de que tiene un niño delante. Un niño de cuatro años está oyendo y tiene memoria. Las vueltas a La Mancha me han servido mucho, incluso psicológicamente. No es que yo hubiera olvidado aquello, pero sirvió para recuperar el lugar donde nací. Para eso te basta con poner la cámara y fotografiar la tierra roja, además de las vecinas, que para mí han sido la gran cultura de la vida y cinematográfica. Estar escuchando a las vecinas de mi madre, para mí, eso era la vida. Ahora que conozco el glamour profundamente, porque he pasado muchas noches paseando por alfombras rojas en muchas ceremonias de premios, de pronto descubro que eso es lo que menos me interesa. A ver, es divertido para contarlo en forma de crónica periodística, pero para integrarlo en mis historias no se me ocurre.


En el esquema de la película, está el viaje en avión como unidad cerrada, pero se permite una salida a Madrid, una llamada de teléfono que es la única de la que vemos el contraplano. ¿Por qué es así?

Es lo que queda del primer guion. En el origen había casi un 50% en el avión y otro 50% en tierra. Pero en el trabajo de reescritura fui quitándolo. Eran situaciones muy divertidas, pero no sé por qué intuía que no era lo que quería. Poco a poco el avión fue tomando más protagonismo, y dejé esa historia porque hay una parte mitológica. A ver, no quiero que la gente piense que va a ver una película mitológica, porque es una comedia para pasarlo bien, pero hay esa relación entre la vida y la muerte que a veces visualmente está muy clara: el momento en que Willy Toledo llama al personaje de Paz Vega me parecía el modo visual más contundente y expresivo para mostrar que el hilo telefónico se convierte en el hilo de Ariadna, que envuelve a estos personajes. Y que después, en un acto muy de comedia delirante, se le cae el móvil de las manos desde el Viaducto de Segovia y cae en el capacho de la otra amante de este hombre. Y creo que ahí se establece de un modo muy claro esa relación entre la vida y la muerte, o se fija un lugar interregno que es este enclave tan metafórico: el viaducto de la calle Segovia en Madrid, en el que, como sabéis, más de una persona se ha suicidado. De hecho, el personaje de Paz Vega, cuando recibe la llamada está en medio de esos dos lugares, por eso es la única historia que, en el desenlace de la película, se cierra. Reconozco que lo dejé porque de todo eso que había escrito fuera del avión era lo que más me gustaba. Me gustaba mucho esa historia, que es muy dramática aunque funcione muy bien para la comedia: una pintora que vive como en un cuadro abstracto, violentísimo. Como Richard Serra o Pollock, pero en negro.


La mejor prueba de que es usted un artista español es que ha tenido siempre una relación compleja con el público español…

Yo creo que he tenido una relación más compleja con los que escribís.

Nosotros no somos críticos.

Bueno, no, con vosotros, no.


En todo caso, más compleja que con el público internacional, donde el aprecio ha seguido una curva ascendente. ¿Hasta qué punto también tenía ganas de hacer una comedia para reconciliarse con un público masivo?

No, no era así, porque nunca conoces al público. Con una película como La piel que habito, que es una película heavy y con muchas referencias cinematográficas que no son precisamente juveniles, la sorpresa fue que su gran público en España fue gente de 20 años o de menos. Nunca sé cuál va a ser la relación o en qué sectores va a funcionar mejor una película u otra. Hombre, espero que la gente vaya, claro. Y además en el momento que estamos viviendo, que se entretengan y que se diviertan es casi lo mejor que puedo hacer por el público español. Pero no era una película pensada en busca del éxito. A lo largo de toda mi carrera he tenido mucho éxito, y con las últimas películas, también. Tal vez en España ha ido decreciendo, pero mis películas se amortizan con creces, cosa que no puede decir el 90% del cine español, desgraciadamente, porque el mercado español es muy pequeño.


Es casi una anécdota, pero ¿no le supuso ninguna inquietud rodar en el aeropuerto de Ciudad Real y luego contar en la película la corrupción o irresponsabilidad con que se llevó a cabo este aeródromo sin uso? Podría haber rodado allí y hablar de la corrupción alrededor del aeropuerto de Castellón, por ejemplo…

Me sentí un hipócrita. Me sentí actuando a dos bandas. No es de lo que más orgulloso estoy, debo decir. Completamente: un hipócrita. No se les dijo de qué iba, no se les contó nada y nos estábamos aprovechando de ello. Pero es que era tan tentador, aquel aeropuerto fantasma… Era una prolongación de la película. Cambiamos el nombre, pero no la región. Mi pueblo significa para mí mi madre y mi padre, que están enterrados allí y eso es algo insustituible. Pero sobre Castilla La Mancha, creo que mis paisanos no se merecen lo que les está ocurriendo. No se merecen a esta mujer de pelo liso.


¿Cree que esta es la película más gay que ha hecho?

Sí, sí. Dentro de que las películas no son ni gays ni heterosexuales, es la que tiene más presencia gay y, como los americanos dicen, flamboyant, que es como llaman a la pluma, a lo plumífero. No quería mostrar la homosexualidad como había hecho antes en mis películas, quería que los protagonistas fueran tres pedazos de locas con toda la pluma imaginable. Que no es fácil.

Bueno, el gremio se presta. Cuando uno pone atención en un avión, se ve que entre los azafatos hay una alta incidencia de la pluma, por así decir.

Se presta, se presta, pero tampoco quiero decir que todos los azafatos sean homosexuales o que tengan ese plumón. Pero lo que sí se presta es para la comedia. Desde que trabajé con Antonio Banderas en La ley del deseo, para mí el personaje homosexual lo único que tenía que hacer era mirar con deseo a la persona que le gustaba. De esa pulsión es de la que se trata. Pero, en general, he preferido siempre hacer personajes homosexuales con actores heterosexuales, y les he sacado mejor partido así. Porque hay menos implicación con el personaje y surgen menos fantasmas. Bueno, esa es mi teoría y a mí me ha ido muy bien. Tampoco voy a decir si son homosexuales alguno de los tres (Javier Cámara, Carlos Areces y Raúl Arévalo)…, es más, no lo son ninguno de los tres. Pero quería que la pluma funcionara de un modo liberador: están bebiendo, en una situación de muchos nervios…


Bueno, bebiendo…: Era agua de Valencia con mescalinas.

El agua de Valencia mezclada con mescalinas es una combinación de los ochenta que yo admito que conozco. A mitad de los ochenta empezaron a llegar las mescalinas sintéticas de Valencia y nunca se folló tanto en Madrid, porque es verdad que es muy desinhibidora. Bueno, era tal escándalo que había que cerraron el lugar donde lo hacían. Y sí, es la película más gay, y hay incluso una celebración de lo gay. Pero no es fácil hacer los trabajos que hacen Javier, Carlos y Raúl. He insistido ante los doblajes francés e italiano que no cayeran en los arquetipos de la loca que dobla, porque ninguno de ellos hace un arquetipo. Son muy afeminados, pero hay un tipo de naturalidad dentro de esa pluma. Hacen un gran trabajo y me hace temer lo peor en los lugares donde la película se doble.

El personaje más asequible, el más tomado de lo cotidiano, que ni es una madame dominatrix ni un asesino a sueldo, es el de Lola Dueñas, una encarnación de la gente común. ¿Por qué decidió que fuera vidente?

Me alegro que digas eso. Yo tenía un miedo... Que alguien diga “soy yo, soy así, tengo poderes” y que te la creas… La magia es que Lola es la única persona que podía hacer ese personaje, y de hecho lo escribí pensando en ella. Te crees absolutamente cada palabra que dice.


La persona de la calle es la vidente. ¿Esto era calculado?

En efecto, la interpretación de Lola, que no es paródica, es una interpretación alta de tono, pero muy naturalista, casi costumbrista. Bueno, sin casi: costumbrista. Sí era deliberado porque era el mejor modo de que el espectador creyera lo que está haciendo y se creyera al personaje. Porque lo que hace Lola en la película es lo más disparatado, y te la crees absolutamente. La diseñé un poco manchega porque, como había hecho tan bien de manchega en Volver, la quería muy próxima al pueblo, a la tierra. De hecho ella habla de sí misma como una zahorí, así que le pedí un poco de acento manchego. Y algunas de las cosas en las que está basado el personaje pertenecen a la realidad, a la realidad manchega.

El elemento sobrenatural que estaba también en Volver.

Efectivamente. Y alguna de las cosas que dice, esa hipersensibilidad con los muertos, las he vivido muy de cerca. Hablábamos de alguien real y quería mantener también esa relación con la realidad, ya que tenía un modelo.


Alguien dice en la película que el musical ha acabado con el verdadero cabaret. En sus películas hay muchos momentos musicales…

Eso era una broma. Yo no soy buen espectador del musical tipo Broadway o Gran Vía, y sin embargo el cabaret me parece una gran escuela. Eso Javier lo pilló al vuelo, porque esa frase está improvisada. Y se lo quedó. Pero hay algo mío: soy sincero en esa frase, además de ser irónico.

Pero tampoco se ha atrevido del todo con el musical.

No, no me he atrevido.

Y sin embargo, siempre hay números musicales en sus películas.

Sí, sí, en todas. Momentos en que la gente empieza a cantar o, como en este caso, a hacer playback y bailar en un avión.


¿Y por qué no se ha atrevido a hacer un musical?

Pues yo creo que por falta de confianza en mí y también por la necesidad de encontrar una partitura adecuada. De hacer un musical, nunca sería tipo Los Miserables, o el típico de Broadway, donde la gente canta de principio a fin, sino más a lo Minnelli, o Stanley Donnen: la gente está hablando y como continuación, canta. Y la acción tiene que seguir desarrollándose. Porque a veces se meten canciones y la acción se detiene. Eso no puede ser. Sería un musical donde habría más diálogo que canciones. Pero admito que es un género muy complicado. Y yo, a pesar de mi tendencia, que siempre meto a gente que canta o baila y creo mucho en una canción a la hora de hacer avanzar la acción, admito que me ha dado miedo.

Todo el rodaje tiene sus dificultades, y en este caso la limitación de espacio obligaba a planificar muy bien...

Y también que eran doce actores. Yo nunca había trabajado con tanta gente a la vez. Si ves mis películas, todas las escenas claves se dan entre dos o entre tres actores. Y para mí, ambas circunstancias suponían un problema.

Y a eso se añade rodar una coreografía, y rodarla en serio, porque aunque sea una sátira, está rodada muy en serio.

Vamos, cómo te diría, y tan en serio. Está muy trabajada.


¿Llevó mucho tiempo planificar ese número?

La cámara hace la coreografía con ellos. Le di a la coreógrafa, Blanca Li, ideas muy concretas sobre lo que quería. Le indiqué cómo iba a empezar, que uno estaba sirviendo y, para sorpresa de todos, se vuelve y empieza a cantar. Y se vuelve como se vuelve Carlos Areces, claro. Y le marqué que de ahí, la segunda estrofa tenía que ser la aparición de Raúl Arévalo y que, con una panorámica, fuéramos a Javier. También le dije que montara algo sustancioso bajo la pantalla de televisión, frente a los pasajeros. Y una continuación por los pasillos, para recogerse allí al final. Es decir, utilizar todo el espacio disponible en el avión. Pero Blanca Li estuvo brillante, en una tarde lo preparó. Ensayaron y aprendieron los movimientos. Estuvieron un mes ensayando, tanto que hubo un momento en que se estaban pasando. Javier Cámara estaba ya bailando como un profesional, y tuve que recordarle que tenía que mostrar cierta torpeza porque si no, no mola. Y la broma que le gastaba era decirle que Raúl o Carlos le estaban robando el plano. Como les divertía mucho no les costaba trabajo.


Esta vez, en su sátira sobre la situación española, se atreve a aludir a la corona.

Creo que hay determinados tabús que en los últimos diez años han desaparecido. Y uno de ellos es este. Hace cinco o seis años era imposible abordar este tema y, bueno, no quiero hablar de modo salvaje, pero hace dos días hemos visto una entrevista con una señorita que claramente, en la mente de todos, tiene una función en esa institución, o una relación con esta institución. Antes de existir el caso Noos, ya se había abierto la veda, se podía hablar de la monarquía y cuestionarla sin que fuera un escándalo. Después del caso Noos, la monarquía está en una situación de enorme fragilidad que exige que las cosas se aclaren. Pero tampoco era mi intención arrojar leña al fuego, o aprovecharme de ese fuego. La película es una comedia y hay un guiño, pero al final de la película se dice explícitamente que el personaje que lo cuenta se lo había inventado todo y le bastó con correr el rumor. Cosa que es muy real… y muy royal, también. No quiero que se lo tomen como una falta de respeto, pero ahora se puede hablar de ello.


Repite un cierto antinaturalismo visual que es propio de su cine…

Sobre todo en las comedias.

Pero supongo que además de ser un rasgo de estilo, también es una decisión que uno debe ponderar cada vez que va a contar una historia. Tanto en el interior del avión como en esos cielos de los planos exteriores.

Sí, eso estaba indicado en el guion. Ponía, por ejemplo: “El avión atraviesa unas nubes flamígeras…”. Cuando aparecen lo hacen en los momentos de mayor excitación, previos a la orgía. Esa incandescencia del cielo estaba hablando también de los personajes. Quería cielos bonitos y casi, casi cursis, por una cuestión de género. Y así se lo dije a los técnicos, porque están hechos digitalmente. Y también tenía muy presente que la luz de la película es la única relación que hay con el paso del tiempo y la realidad, va cambiando en el interior hacia tonos más dorados a la vez que vamos viendo el avión girar. Por cierto, todo eso es real: cuando un avión de Barajas tiene un problema, se queda volando haciendo el “hipódromo”, lo llaman así, y tiene forma de elipse, lo cual me venía muy bien: y además es sobre Toledo, que también de por sí es una ciudad muy metafórica. Tardan un poco menos y yo necesitaba que tardaran todo eso.


Ya que se ha atrevido a hacer la película más marica, con más pluma, de su filmografía, llama la atención que en la orgía no se vea nada, sobre todo, nada de sexo homosexual.

Primeramente, porque si te pones a mostrar hay que mostrar mucho. Lola Dueñas le pregunta a Miguel Ángel Silvestre “pero, ¿le cabe toda?”. Como ella es inexperta cree que hay algún truco. Y me parece más divertido que lo pregunte que mostrarlo. Además de que si me pongo a mostrarlo hay muchos sitios donde la película no se estrenaría. Sobre el sexo, con el tiempo, yo he hecho muchas escenas explícitas en mis películas, pero es más divertido hablar, si se puede. Como aquí, porque ella tiene que aprender una técnica que desconoce y que está dispuesta a poner en práctica de inmediato. Y como, por la postura, parece un poco equívoca, pues necesita preguntarlo. Hace falta, claro, que exista una razón para verbalizarlo, pero si puedes hacerlo es más divertido. La primera vez que leyó Hugo Silva la última secuencia con Antonio de la Torre me daba un apuro horroroso, porque pensaba: “qué cosas he escrito, madre de dios”. Pero él no tenía el menor problema, pero a mí me parece más difícil actuar eso que una acción física. Todo eso que hablan, unido a que están haciendo el control del checking, en inglés. Es curioso porque es mi película más dura en cuanto al diálogo sexual y la más candorosa en cuanto a la imagen.





POR: Pedro Vallín. LAVANGUARDIA.COM
ARREGLOS: ALBERTO CARRERA

1 comentario:

Anónimo dijo...

Felicidades Alberto Carrera por este magnifico blog que nos regalas con tu trabajo y esfuerzo. No es la primera vez que entro en él, pero hoy que querido dejarte este comentario para que sepas que soy un admirador. Sin necesidad de desnudos, ni porno, consigues que sigamos con atención tus entradas. Sigue así pues es un placer leerlo. Un abrazo Aróm

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