"Yo también tuve una novia bisexual": Cama y Política. El argentino Guillermo Martínez despeja los tópicos sobre este tema
Cuentan que cuando alguien confiesa a la pareja su bisexualidad se cierne sobre él/ella una nube de dudas semejante a la que cubre Madrid a causa de la contaminación. Pero este no es el tema de “Yo también tuve una novia bisexual”, porque ese “también” es un juego irónico de Guillermo Martínez, su autor, sobre la proliferación de libros con protagonistas homosexuales, bisexuales y trans durante buena parte de los 80 y los 90. ¿Ya se nos pasó la fiebre? “Ya no se produce el escándalo que causaban al principio, tanto en España como Argentina hay matrimonio homosexual”, comenta él.
Tampoco se trata de un relato denso, pese al tópico que acompaña a los creadores argentinos, más bien parece una novela ligera, en la que asumimos con la misma naturalidad que su protagonista, un profesor porteño de estancia semestral en una universidad del sur de Estados Unidos, que su alumna preferida, con la que mantiene una relación sexual de alto voltaje, ha tenido novias en el pasado.
Este recurso permite escenas poco frecuentes como aquella en la que el enseñante y la chica debaten sobre la anatomía de las protagonistas de la película de soft porno que están viendo o acudir juntos a un espectáculo de striptease femenino. ¿Tienen los hombres y las mujeres un concepto de la belleza femenina diferente? “Creo que sí, sobre todo cuando ellas son heterosexuales –responde el autor-, la mujer tienen a analizar los rasgos del cuerpo femenino uno por uno, mientras que los hombres buscan cierta idea de conjunto. Por eso hay muchas bellezas perfectas que dejan fríos a los varones”.
La transacción que esconde el sexo, las distintas etapas de profundización de la relación sexual cuando se alarga en el tiempo, ese es el núcleo de la idea de este libro: “Como decía Calvino, hay experiencias que todos tenemos que pertenecen al mundo de lo no escrito, es como si el sexo no tuviera interés suficiente como para dejarlo escrito minuciosamente”, comenta Martínez. Por eso no está interesado en la literatura erótica que le ha tocado leer, quizá le interese más la del futuro: “No soy aficionado a la sublimación intelectual de los relatos eróticos del XIX ni al realismo sucio del XX”.
Más allá de la descripción de la evolución sexual de la pareja, el escritor estaba muy interesado por el destino trágico de la protagonista, pues, aunque se permite este paréntesis de relación heterosexual, su tendencia natural es acabar con mujeres “butch” muy extremas, es decir, de una masculinidad más que evidente que gusta de tratar con brusquedad a su pareja dentro y fuera de la cama. Además de fundir dos mundos tan aparentemente alejados como el de la intimidad y la política, pues cuando la novela tiene más apariencia de un diario sexual, la historia irrumpe para llevarse por delante el destino de los protagonistas.
Por: César Cubero. OcioGay
Arreglos: Mercosurgay
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