Jorge Lanata peleando en los programas de chimentos. Susana Gimènez, del odio al amor por Diego Maradona con los televidentes en el medio. Conductores que discuten su intimidad, conventillo en los noticieros y los políticos cómodos con la exposición privada. Llegó la TV sin fronteras.
La cultura popular árabe tiene una historia interesante. En ella, un pastor está recostado en su carpa, pasando la noche inhóspita, y recibe el pedido de su camello para poner solamente las pezuñas dentro de la carpa. El hombre se apiada y lo permite, hasta que en unas horas se descubre a la intemperie. El camello había abandonado la timidez y gracias a su potencia lo expulsó, sorpresivamente.
Algo similar parece estar ocurriendo con los extraños nuevos protagonistas de la frivolidad made in Argentina. Históricamente sobrios y sin muchas controversias en su haber, la televisión sorprende este año con personajes inesperados que abrieron la puerta al escándalo, agitando sus vidas personales, peleas, rumores de divorcio, y gracias a ello calientan la pantalla chica, un sitio del que provienen pero en el que cultivaban el bajo perfil. Con Intrusos e Infama a la cabeza, las verdaderas vedettes son los programas que replican casi las veinticuatro horas los conflictos que genera la misma televisión y que encabezan periodistas, políticos y figuras de primer nivel.
Una de las principales sorpresas la dio el periodista Jorge Lanata, que hace casi un mes es noticia por su ruptura sentimental con Sara Stewart Brown, su mujer por 15 años. En cuanto se conoció la noticia, el periodista trató de no mostrarse, reservando sus declaraciones a su programa radial. Después aceptó hablar con la prensa, un mediodía al salir de la radio, y como una estrella oficializó su separación: “No hay ningún motivo para que sea noticia. Cada uno se ocupa de la manera que se muestra en el medio, yo no muestro mis cosas personales en el medio, y no lo voy a hacer”, dijo, aunque unos días después se arrepintió y cerrado el programa dominical que conduce por Canal 13 dedicó a su ex “Everybody’s Free (To Wear Sunscreen)”, un video de casi diez minutos. Con lo que cuesta el segundo de TV.
“Primero se fue espectacularizando la política y esto recayó también en el periodismo que entró en crisis. Las lógicas y los criterios que animan el mundo del espectáculo se desplazan a un mundo hasta ahora desconocido, desdibujando esos roles históricos como lo conocíamos hasta ahora”, explica el filósofo Darío Sztajnszrajber. El tema no es nuevo y en las gerencias de programación los popes están al borde del colapso. Desde que Marcelo Tinelli no está al aire, el encendido bajó notablemente y ya nadie puede pavonearse con aquellos 33 puntos de rating que alguna vez supieron ser motivo de titulares. Es urgente, el show debe continuar y a falta de chicas voluptuosas que comiencen una riña entre baile y baile, para continuarla en el rotativo de los programas de chimentos, hubo que salir a buscar material fresco. En ese juego la tele se mira el ombligo y encuentra más que pelusa.
Algo similar parece estar ocurriendo con los extraños nuevos protagonistas de la frivolidad made in Argentina. Históricamente sobrios y sin muchas controversias en su haber, la televisión sorprende este año con personajes inesperados que abrieron la puerta al escándalo, agitando sus vidas personales, peleas, rumores de divorcio, y gracias a ello calientan la pantalla chica, un sitio del que provienen pero en el que cultivaban el bajo perfil. Con Intrusos e Infama a la cabeza, las verdaderas vedettes son los programas que replican casi las veinticuatro horas los conflictos que genera la misma televisión y que encabezan periodistas, políticos y figuras de primer nivel.
Una de las principales sorpresas la dio el periodista Jorge Lanata, que hace casi un mes es noticia por su ruptura sentimental con Sara Stewart Brown, su mujer por 15 años. En cuanto se conoció la noticia, el periodista trató de no mostrarse, reservando sus declaraciones a su programa radial. Después aceptó hablar con la prensa, un mediodía al salir de la radio, y como una estrella oficializó su separación: “No hay ningún motivo para que sea noticia. Cada uno se ocupa de la manera que se muestra en el medio, yo no muestro mis cosas personales en el medio, y no lo voy a hacer”, dijo, aunque unos días después se arrepintió y cerrado el programa dominical que conduce por Canal 13 dedicó a su ex “Everybody’s Free (To Wear Sunscreen)”, un video de casi diez minutos. Con lo que cuesta el segundo de TV.
“Primero se fue espectacularizando la política y esto recayó también en el periodismo que entró en crisis. Las lógicas y los criterios que animan el mundo del espectáculo se desplazan a un mundo hasta ahora desconocido, desdibujando esos roles históricos como lo conocíamos hasta ahora”, explica el filósofo Darío Sztajnszrajber. El tema no es nuevo y en las gerencias de programación los popes están al borde del colapso. Desde que Marcelo Tinelli no está al aire, el encendido bajó notablemente y ya nadie puede pavonearse con aquellos 33 puntos de rating que alguna vez supieron ser motivo de titulares. Es urgente, el show debe continuar y a falta de chicas voluptuosas que comiencen una riña entre baile y baile, para continuarla en el rotativo de los programas de chimentos, hubo que salir a buscar material fresco. En ese juego la tele se mira el ombligo y encuentra más que pelusa.
En Canal 13 parecen gustosos de las nuevas estrategias para cooptar público. Viendo los números, no es para menos. A PPT el rating no lo trata como antes: desde su inicio en abril con un promedio superior a los 20 puntos, las cosas han cambiado. Si bien con la denuncia sobre el caso Elaskar-Fariña alcanzó los 30 puntos, lleva tres meses en los que el promedio no supera los 16. Gracias al escándalo familiar, Lanata no mejoró mucho el encendido, pero ahora es tapa de revistas, diarios y es una de las figuras más buscadas por los programas a la hora del mate. El sociólogo Luis Quevedo profundiza: “Hay una desaparición de la lógica política y periodística, un vaciamiento de los viejos roles. Ahora se piensa que puede hacerse política desde los medios, con elementos propios de la TV y no de la política”.
“Uno es con quien se pelea” es la frase que repite hasta el cansancio Lanata. Tal vez el desplazamiento mediático que amasa a fuerza de rumores sobre nuevas novias y una vida de bon vivant entre las paredes del súper cool Hotel Faena no le moleste tanto. Como parece no preocuparle la exposición peleando con Jorge Rial y Luis Ventura, con amenazas que incluyen demandas judiciales y violencia física. “Un recurso histórico de la televisión para ganar audiencia es que, cuando hay un problema, sea alguno de sus integrantes el que esté involucrado. Cuando Lanata se pelea con Rial, está poniéndose a la altura de ese estilo de periodismo. Él lo sabe. Creo que íntimamente le encantaría hacer el Intrusos de la política, por algo no se pelea con Morales Solá”, destaca Quevedo.
Sus compañeros de Telenoche no están mejor. El bajo desempeño en el minuto a minuto vulcanizó varios ánimos y los conductores Santo Biasatti y María Laura Santillán tuvieron que salir a poner el cuerpo. En pocos días se los posicionó como protagonistas de fuertes peleas, ausencias sin aviso y muchas horas de rotación con versiones de todo tipo. “En el caso del periodismo se nota una crisis profunda de la profesión, que está sufriendo transformaciones profundas y necesarias. Antes se creía que la prensa ostentaba cierto saber objetivo relativo a la verdad absoluta. Hoy intentan sostener eso pero ya no se puede”, aporta Sztajnszrajber con una mirada más promisoria. Este proceso pone sobre relieve que el periodismo como rol social no tiene nada que ver con ese “lugar de iluminación pretendido. Hay como manotazos de ahogado para resistir con una imagen que ya no se puede sostener. Para mí, todo esto es positivo porque empuja un cambio de paradigma, aunque dejará victimas en el camino. El golpe al narcisismo es muy grande y agudiza el cisma”, agrega el filósofo.
Otro caso, extraño por inesperado, es el protagonizado por los periodistas Fabián Doman y su ex pareja Evelyn Von Brocke. Ella lleva meses llorando ante cámara la inexplicable huida del padre de sus hijos del hogar compartido. Él no solamente desestimó la posibilidad de volver sino que esta semana ya habló de su nueva novia, una joven muy joven, dueña de un astillero. Para sumar al culebrón vernáculo, Von Brocke se dedicó a rebatir y defenestrar a su ex en Bendita TV, programa en el que trabaja. “La televisión hoy es como una persona que se está separando de su pareja. Ahora sus artífices están en el umbral descubriéndose en medio de esa crisis radical, en un proceso de mutación en el que vale todo. El problema es que no se sabe en qué va a terminar”, dice Sztajnszrajber. Sus palabras también echan luz sobre otro de los temas de la semana: la novela Susana Giménez-Diego Maradona que, en un tono más febril terminó poniendo a la rubia a un paso de irse de Telefé.
“El canal no me cuida”, disparó enojada la conductora al bajar de un avión que la traía de vuelta desde Punta del Este. El problema con las autoridades comenzó cuando su producción intentó llevar al living del lunes al Diez, tras la amenaza de demanda que este mantenía contra la diva por hablar de su hijo menor, Diego Fernando. Que sí, que no, los programas de chimentos y los noticieros usaron cada minuto disponible para reversionar este tema como si fuera una canción de los Beatles. Mientras Víctor Stinfale, abogado de Maradona, aseguraba que iban al programa, por la tarde se definió que no, Susana estalló y canceló el programa. Se dijo que el futbolista pedía miles de dólares y que por esa causa Tomás Yankelevich, director artístico del canal, le bajaba el pulgar. Entonces, de odiar a Maradona y decir que para ella estaba muerto, Giménez puso el ultimátum: o viene o me voy.
“Uno es con quien se pelea” es la frase que repite hasta el cansancio Lanata. Tal vez el desplazamiento mediático que amasa a fuerza de rumores sobre nuevas novias y una vida de bon vivant entre las paredes del súper cool Hotel Faena no le moleste tanto. Como parece no preocuparle la exposición peleando con Jorge Rial y Luis Ventura, con amenazas que incluyen demandas judiciales y violencia física. “Un recurso histórico de la televisión para ganar audiencia es que, cuando hay un problema, sea alguno de sus integrantes el que esté involucrado. Cuando Lanata se pelea con Rial, está poniéndose a la altura de ese estilo de periodismo. Él lo sabe. Creo que íntimamente le encantaría hacer el Intrusos de la política, por algo no se pelea con Morales Solá”, destaca Quevedo.
Sus compañeros de Telenoche no están mejor. El bajo desempeño en el minuto a minuto vulcanizó varios ánimos y los conductores Santo Biasatti y María Laura Santillán tuvieron que salir a poner el cuerpo. En pocos días se los posicionó como protagonistas de fuertes peleas, ausencias sin aviso y muchas horas de rotación con versiones de todo tipo. “En el caso del periodismo se nota una crisis profunda de la profesión, que está sufriendo transformaciones profundas y necesarias. Antes se creía que la prensa ostentaba cierto saber objetivo relativo a la verdad absoluta. Hoy intentan sostener eso pero ya no se puede”, aporta Sztajnszrajber con una mirada más promisoria. Este proceso pone sobre relieve que el periodismo como rol social no tiene nada que ver con ese “lugar de iluminación pretendido. Hay como manotazos de ahogado para resistir con una imagen que ya no se puede sostener. Para mí, todo esto es positivo porque empuja un cambio de paradigma, aunque dejará victimas en el camino. El golpe al narcisismo es muy grande y agudiza el cisma”, agrega el filósofo.
Otro caso, extraño por inesperado, es el protagonizado por los periodistas Fabián Doman y su ex pareja Evelyn Von Brocke. Ella lleva meses llorando ante cámara la inexplicable huida del padre de sus hijos del hogar compartido. Él no solamente desestimó la posibilidad de volver sino que esta semana ya habló de su nueva novia, una joven muy joven, dueña de un astillero. Para sumar al culebrón vernáculo, Von Brocke se dedicó a rebatir y defenestrar a su ex en Bendita TV, programa en el que trabaja. “La televisión hoy es como una persona que se está separando de su pareja. Ahora sus artífices están en el umbral descubriéndose en medio de esa crisis radical, en un proceso de mutación en el que vale todo. El problema es que no se sabe en qué va a terminar”, dice Sztajnszrajber. Sus palabras también echan luz sobre otro de los temas de la semana: la novela Susana Giménez-Diego Maradona que, en un tono más febril terminó poniendo a la rubia a un paso de irse de Telefé.
“El canal no me cuida”, disparó enojada la conductora al bajar de un avión que la traía de vuelta desde Punta del Este. El problema con las autoridades comenzó cuando su producción intentó llevar al living del lunes al Diez, tras la amenaza de demanda que este mantenía contra la diva por hablar de su hijo menor, Diego Fernando. Que sí, que no, los programas de chimentos y los noticieros usaron cada minuto disponible para reversionar este tema como si fuera una canción de los Beatles. Mientras Víctor Stinfale, abogado de Maradona, aseguraba que iban al programa, por la tarde se definió que no, Susana estalló y canceló el programa. Se dijo que el futbolista pedía miles de dólares y que por esa causa Tomás Yankelevich, director artístico del canal, le bajaba el pulgar. Entonces, de odiar a Maradona y decir que para ella estaba muerto, Giménez puso el ultimátum: o viene o me voy.
Ya a principios de los ’90 Giovanni Sartori planteó la interferencia de los medios de comunicación en los procesos políticos. La videopolítica señalaría el camino, y con el prisma de lo devuelto por la pantalla aprenderían cómo “ser políticos”, cómo “gestionar” y, fundamentalmente, cómo mostrarse al mundo. Desde entonces, la televisión transforma a los candidatos exhibiéndolos con sus propias reglas. “Lo novedoso es lo que ocurre con personajes que hasta ahora no formaban parte de ese juego. El caso de Lanata o Doman, que no son los únicos, muestra que hay un mundo del periodismo que está interesado en ventilar su vida privada por sobre los contratos tradicionales que deberían respetar con los televidentes”, analiza Quevedo. Para el sociólogo, en el caso del periodista de Canal 13 hay todavía más razones. “A Lanata no le interesa el periodismo de investigación, no aspira a eso. Lo que quiere es ser reconocido, apunta a reunir audiencia y aquellos que lo ven saben que su programa es mayormente una puesta de humor”, explica.
“Hay algo de desborde en los que pasa con Lanata. En su momento él esperaba ser tomado como historiador y fracasó, hoy cambió esa pseudo seriedad por encabezar su programa con monólogos graciosos. Es un poco lo que le pasa a Eduardo Feinmann: él tiene pretensiones de periodista agudo, pero se lo consume como un programa de humor. La gente lo ve porque sabe que se va a pelear con alguien a quien va a acusar de consumir drogas. Ese es el juego que Feinmann conoce y acepta”, define Quevedo. Este año, al ser consultado acerca del periodista de C5N, Diego Capusotto afirmó: “Una cosa es el humor televisivo y otra el que circula por fuera del establishment. El de Feinmann para mí es un show periodístico, un programa de humor. El personaje no trabaja sobre los códigos de un programa humorístico pero se termina convirtiendo en eso”.
¿Quién gana con esta construcción en la que los personajes se desdibujan, para subir un poco las mediciones, sin tomar en cuenta el costo? ¿Por qué la operación televisiva es tan fuerte? ¿Quién les dio vela en este entierro de personalidades públicas? “La televisión no es inocente –avisa Quevedo–, es ante todo una empresa y no se ocupa de la verdad y la investigación, sino que se define por la búsqueda del entretenimiento e información liviana. En ese sentido, la política se orientó a ser un objeto para entretener”.
Efectivamente, la búsqueda de ascenso a cualquier costo ya no está limitada al cuarto poder. El mes pasado, en plena campaña electoral, Diego Santilli y su ahora ex mujer, la periodista Nancy Pazos, también hicieron las mieles del ámbito chimentero, después del coqueteo de Martín Insaurralde con los rumores de su relación con Jessica Cirio. “En estos años hay una profundización de las técnicas para alivianar a ciertos políticos –explica Quevedo–. En el caso del Pro es explícito, Durán Barba es uno de los mentores y ha convencido a Macri para mostrar su vida íntima en Caras o en Hola casi todas las semanas. En ese contexto en que el Pro piensa que hay que olvidarse de los programas y las ideologías, resulta lógico que Santilli prefiera hablar de su separación”. No es la primera vez que los políticos son materia del good show. Antes, A la cama con Moria, el programa que animaba Tato Bores o El Contra de Juan Carlos Calabró hacían de las suyas. Pero ahora los roles son diferentes y la apuesta parece dirigirse a la frivolización total.
“Mientras los políticos y algunos periodistas crean que la tevé es la que les da votos o audiencia, tendrán que asumirse sus propias víctimas y regalar sus vidas a los designios de esta”, cierra Quevedo. Ayuda a imaginar lo que sobrevendrá de esta crisis. Algo así como la historia del árabe y el camello. Tal vez un día, los que hoy aceptan frivolizar sus figuras se encuentren solos y a la intemperie.
POR: Florencia Guerrero - VEINTITRES.INFONEWS.COM
FOTOGRAFÌAS: WEB
ARREGLOS: ALBERTO CARRERA
“Hay algo de desborde en los que pasa con Lanata. En su momento él esperaba ser tomado como historiador y fracasó, hoy cambió esa pseudo seriedad por encabezar su programa con monólogos graciosos. Es un poco lo que le pasa a Eduardo Feinmann: él tiene pretensiones de periodista agudo, pero se lo consume como un programa de humor. La gente lo ve porque sabe que se va a pelear con alguien a quien va a acusar de consumir drogas. Ese es el juego que Feinmann conoce y acepta”, define Quevedo. Este año, al ser consultado acerca del periodista de C5N, Diego Capusotto afirmó: “Una cosa es el humor televisivo y otra el que circula por fuera del establishment. El de Feinmann para mí es un show periodístico, un programa de humor. El personaje no trabaja sobre los códigos de un programa humorístico pero se termina convirtiendo en eso”.
¿Quién gana con esta construcción en la que los personajes se desdibujan, para subir un poco las mediciones, sin tomar en cuenta el costo? ¿Por qué la operación televisiva es tan fuerte? ¿Quién les dio vela en este entierro de personalidades públicas? “La televisión no es inocente –avisa Quevedo–, es ante todo una empresa y no se ocupa de la verdad y la investigación, sino que se define por la búsqueda del entretenimiento e información liviana. En ese sentido, la política se orientó a ser un objeto para entretener”.
Efectivamente, la búsqueda de ascenso a cualquier costo ya no está limitada al cuarto poder. El mes pasado, en plena campaña electoral, Diego Santilli y su ahora ex mujer, la periodista Nancy Pazos, también hicieron las mieles del ámbito chimentero, después del coqueteo de Martín Insaurralde con los rumores de su relación con Jessica Cirio. “En estos años hay una profundización de las técnicas para alivianar a ciertos políticos –explica Quevedo–. En el caso del Pro es explícito, Durán Barba es uno de los mentores y ha convencido a Macri para mostrar su vida íntima en Caras o en Hola casi todas las semanas. En ese contexto en que el Pro piensa que hay que olvidarse de los programas y las ideologías, resulta lógico que Santilli prefiera hablar de su separación”. No es la primera vez que los políticos son materia del good show. Antes, A la cama con Moria, el programa que animaba Tato Bores o El Contra de Juan Carlos Calabró hacían de las suyas. Pero ahora los roles son diferentes y la apuesta parece dirigirse a la frivolización total.
“Mientras los políticos y algunos periodistas crean que la tevé es la que les da votos o audiencia, tendrán que asumirse sus propias víctimas y regalar sus vidas a los designios de esta”, cierra Quevedo. Ayuda a imaginar lo que sobrevendrá de esta crisis. Algo así como la historia del árabe y el camello. Tal vez un día, los que hoy aceptan frivolizar sus figuras se encuentren solos y a la intemperie.
POR: Florencia Guerrero - VEINTITRES.INFONEWS.COM
FOTOGRAFÌAS: WEB
ARREGLOS: ALBERTO CARRERA
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