sábado, 2 de junio de 2012

DESDOLARIZACIÒN: PENSANDO EN PESOS, PENSANDO EN MI PAÌS

La patológica relación de los argentinos con el dólar.
Colonización verde.
La Argentina es el país del mundo dónde más se atesoran dólares, luego de Estados Unidos. Razones y consecuencias culturales, psicológicas y económicas de una obsesión que lleva décadas dañando al país. Cómo se gana esta batalla clave.



Una vez más en la Argentina, el dólar vuelve a dar que hablar. En esta ocasión, el disparador fueron las restricciones que el gobierno nacional interpuso en el mercado cambiario y que derivaron, por la lógica de la oferta y la demanda, en un aumento del dólar paralelo –que como no podía ser de otra manera se denomina “blue”–. En la última semana, el dólar blue ascendió día a día hasta superar la barrera de los 6 pesos, lo que generó un estado de alarma en un sector de la sociedad que ve a la moneda extranjera como refugio de valor ante eventuales tempestades económicas que, auguran, sucederán más temprano que tarde. Un dato del primer trimestre del año, difundido por el Banco Central de la República Argentina (BCRA), sirve de espejo para reflejar la relación que el argentino medio vive con respecto la divisa: el 55 por ciento de quienes compraron moneda norteamericana lo hizo a través de operaciones mensuales menores a U$S 10.000. Es decir que más de la mitad de las compras de moneda extranjera en los primeros meses del 2012 provino del sector minorista –que, en su mayoría, terminó depositando los billetes en una caja de seguridad o en una caja de zapatos escondida en el armario–. ¿Qué razón profunda se esconde detrás de este deseo por la divisa? ¿Es posible que la Argentina se quite el karma de pensar su vida económica en moneda extranjera? ¿Es viable una desdolarización cultural?

“Para lograr una desdolarización es necesario romper un patrón estructural de comportamiento. Y eso es muy complejo –afirmó Mariano Kestelboim, director ejecutivo de la Fundación ProTejer y economista del Grupo de Estudios de Economía Nacional y Popular (Geenap)–. Pero se trata de un paso esencial para que la Argentina se transforme en un país desarrollado. Los cambios que se están produciendo a nivel mundial abren la oportunidad para pensar que podemos lograr que la moneda nacional pase, paulatinamente, a considerarse como reserva de valor”.


Para Carlos Heller, presidente del Banco Credicoop y diputado nacional por Nuevo Encuentro, “es necesaria una desdolarización. Y es posible, claro. Pero para modificar la cultura debemos trabajar sobre el sentido común, el deseo y los hábitos de la sociedad. Eso lleva mucho tiempo y necesita de mucho poder”.

En este sentido, el banquero sostuvo que la compra minorista de divisas –a la que catalogó como “dolarización de portafolios”– es producto del miedo. “Eso sucede porque la gente no maneja la macroeconomía y les cree a ciertos medios. En octubre del año pasado sucedió lo mismo. Pero llegará un punto en que ya nadie creerá en lo que vaticinen los grandes medios y habremos superado esta etapa”.


Según Kestelboim, en relación con la etapa de la convertibilidad y la crisis del 2001-2002, “tenemos un fuerte proceso de desdolarización en diferentes aspectos: menos del 20 por ciento de los depósitos en los bancos está en dólares. Mientras que ciertos contratos de la economía también lentamente se fueron pesificando”. En este punto, Heller recordó que, al 2001, el sistema financiero era un sistema altamente dolarizado. “Hoy el sistema financiero opera en dólares en pequeñas proporciones”, sumó. Los números son contundentes: en el período 1995-2001 las colocaciones en dólares en los bancos representaban en promedio el 56 por ciento del total, porcentaje que alcanzó el 66 por ciento en el 2001. En la actualidad, esa suma representa el 13 por ciento de los depósitos totales.

“Para concretar el proceso de desdolarización –agregó Kestelboim– hay ciertos ejes sobre los que hay que avanzar: entre ellos se destaca la pesificación del mercado inmobiliario y la normalización progresiva de la evolución de los precios relativos. Hay que ir logrando que no haya tantos desfasajes entre la evolución del tipo de cambio en relación a los precios de la economía. Hay que zanjar la inflación o por lo menos lograr un pacto social que permita estabilidad en términos de incrementos”.


El licenciado en Economía Política y doctor en Historia Mario Rapoport aseguró a Veintitrés que se debe terminar de pesificar la economía argentina, por lo que es necesario terminar con los mercados dolarizados porque facilitan la especulación. “El sector esencial a pesificar es el rubro inmobiliario”, especificó. En este punto también coincidieron Kestelboim y Heller. Pero Rapoport, para quien la transformación debe realizarse en el corto plazo, fue más lejos aún: “Hay que lograr que la gente no tenga necesidad de tener dólares para vivir. El dólar no es una moneda que se emite aquí. Hay que cambiar la costumbre de la gente, que compre lo nacional”.

Aldo Abram no piensa lo mismo. El director de la Fundación Libertad y Progreso afirmó: “Prohibir que la gente opere en dólares no lograría cambiar la situación, todo lo contrario”. Y detalló sus fundamentos: “Cuando sube el dólar paralelo, se suele hablar de una demanda fuerte de dólares. En realidad eso no es correcto. Lo que sucede es que la gente no quiere pesos. No quiere activos domésticos que tengan riesgo argentino. Entonces buscan cobertura en activos extranjeros en los que confía más. Cuando se habla de desdolarizar la economía, primero se debería plantear por qué la gente no confía en la moneda local. Si la gente confiara no se dolarizaría. Ahí creo que corresponde que el Gobierno revise las medidas que ha estado tomando porque evidentemente la gente con su bolsillo le esta diciendo que no confía en el resultado de las medidas”.


Si bien Abram reconoce que el dólar está enraizado en la cultura argentina y una desdolarización se vuelve necesaria, se pregunta: “¿Cuántos ceros les sacaron a los pesos a lo largo de su historia? Trece –se responde–. Eso implica que necesitamos 10 billones (millones de millones) para tener un peso del primero. Con esa historia pretendemos que confíen en la moneda argentina. Lejos de tener un BCRA que prioriza sostener el valor de la moneda, tenemos un banco que genera una depreciación monetaria que lleva a una inflación de más del 20 por ciento. Es muy difícil que así la gente se desdolarice”, sostuvo.

“La historia nos condena –sentencia el economista Eduardo Curia–. La desdolarización plena es un ideal porque es bastante preferible que la moneda local cumpla bien todas las funciones, incluso en el ahorro. Ahora, hay que considerar que una serie de zafarranchos políticos motivan la dolarización y el bimonetarismo. No es que las cosas surgen por casualidad. Hay un arraigo histórico. Tuvimos una hiperinflación no tan alejada en el tiempo”.

“Debemos sortear el problema de los continuos cambios en las reglas de juego de nuestra historia –aportó Daniel Artana, jefe de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL)–. Tuvimos pesos indexables hasta que interpretamos que había que cambiar las normas”.

Para Curia, la mejor manera de tratar de acercarse a la desdolarización es a través de un esquema “de afianzamiento macroeconómico, donde las políticas estén sedimentadas y que no haya un problema de apremio de dólares”, explicó este economista para quien la pesificación es una meta a cumplir pero a largo plazo ya que en la coyuntura traería más problemas que soluciones. Abogando esta perspectiva, Artana sostuvo que “forzar la desdolarización de la economía no parece viable. Si el Gobierno lo intenta puede generar una parálisis mayor que la ya observada en las transacciones inmobiliarias”.

Sin embargo, Rapoport recordó: “En Brasil las transacciones inmobiliarias se realizan con el real. Brasil es un país más nacionalista que la Argentina. No es sólo desde el punto de vista económico sino también cultural. En la Argentina hubo dos corralitos y quienes jugaron con el dólar perdieron pero así y todo se sigue apostando por la divisa. Algo falla. La inflación no alcanza para explicar lo que está pasando. La diferencia entre el dólar paralelo y el oficial es ridícula: no se justifica desde el punto de vista del comercio exterior, ni de la balanza comercial favorable, ni en las reservas. Es un juego especulativo”, concluyó Rapoport.

Un juego que, según Kestelboim, se enraizó en el ser argentino en la década del ’90, cuando se extranjerizó el país. “El proceso de dolarización de la economía, la concepción del ahorro en dólares, se rubricó con la convertibilidad”, explicó. Desde entonces, esa concepción se volvió determinante en la vida política, social y económica del país. Cambiar ese paradigma es un desafío que, si se supera, premiará con mayor soberanía. Un premio mayor. 


Opinión

A desdolarizar
Por Adrián Murano / Periodista

Paul es taxista en Johannesburgo. Tiene base en el aeropuerto y trata a diario con viajantes extranjeros. Pero no quiere saber nada con cobrar en dólares: “No conozco los billetes, no sé cuánto cotiza y es un problema porque el banco cobra por cambiarlos. Prefiero que me pague en rands”, me dice, firme pero cordial. Viví experiencias similares en otros países de África, Asia, Europa y América latina. Salvo en localidades con alta densidad turística, en la mayoría de los lugares que tuve la suerte de conocer, la gente piensa en moneda local. No saben, ni les importa saber, cómo cerró el cambio del día. No están desesperados por acumular dólares bajo el colchón. No sufren la obsesión verde que desde hace décadas martiriza a los argentinos. ¿Cómo hacen?

En 2006, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos elaboró un completo informe sobre la tenencia de billetes verdes en el exterior. Con un atesoramiento promedio de 1.300 dólares per cápita, la Argentina lideró el ranking global. El podio se completó con Panamá –cuya economía está dolarizada– y Rusia. Nada parece haber cambiado desde que se difundió aquel trabajo. La devoción de los argentinos por los billetes decorados con el rostro de George Washington se percibe en las casas de cambio, las cuevas, las mesas de café, los diarios y los noticieros de tevé. Los medios, de hecho, fueron y son cruciales para que el tema permanezca inalterable en las sobremesas: no existe noticiero que omita la bendita placa con la cotización del día, como si conocer el valor del dólar fuera tan relevante para las mayorías como el pronóstico del clima o el estado de los servicios de transporte.

Así, desde hace décadas, se naturalizó una extraña patología social: los argentinos –aun muchos que jamás vieron un dólar– viven obsesionados por el valor de una moneda extranjera que no se usa para pagar en la verdulería, en el quiosco, en el almacén o en el bar del barrio. Es más: en la última década, por efecto de la crisis estadounidense, ni siquiera fue una buena inversión. ¿Por qué, entonces, vivimos obsesionados por el “lechuga” –término para nostálgicos–?

Existen razones históricas, económicas, culturales y psicológicas que explican este comportamiento. El proceso de colonización económica iniciado en los ’70 con la reforma del sistema financiero y, luego, con la implantación a sangre y fuego de la doctrina ortodoxa-neoliberal durante la dictadura alumbró una casta de ricos surgidos de las cuevas y las mesas de dinero donde se hicieron buenos negocios con la larga sucesión de deuda externa, devaluaciones e hiperinflación. En los noventa, esa generación de timberos enriquecidos, convertidos en respetables banqueros, sellaron la colonización monetaria con la convertibilidad, un invento que derivó en la ruina casi terminal de la Argentina. Pero la crisis de 2001 no alcanzó a desarmar el dispositivo cultural que, al primer excedente de activos, empuja a los ahorristas locales sobre el dólar.

Las consecuencias económicas de ese comportamiento patológico integran el ancla que desde hace décadas impide el despegue del país. Empujado por necesidades de coyuntura, el gobierno de Cristina Fernández redujo casi a cero la compraventa de moneda verde y –¿sin quererlo?– plantó una batalla cultural clave en un terreno minado. ¿Podrán los argentinos sobrevivir sin dólares en el bolsillo? El órgano más sensible de la Argentina fue puesto a prueba de estrés. Si pasa el examen, el país habrá dado un gran paso hacia la soberanía. Vale la pena intentarlo.



Opinión
Carlos Heller
Diputado Nacional por Nuevo Encuentro

“Hoy, la Argentina tiene reservas altísimas, viene de un período de crecimiento sin precedentes, tenemos niveles de desempleo muy bajos, se han fortalecido las políticas públicas con medidas que le devolvieron al Estado un rol protagónico que había perdido. En este marco, que se intente contener la dolarización de portafolio o fuga de capitales me parece una política virtuosa. Cuando se aplica esa política puede necesitar una afinación. Por lo pronto, al dólar blue hay que llamarlo por lo que es: un dólar ilegal. Hablamos de un mercado que funciona fuera de la ley”.

Opinión
Eduardo Curia
Economista

“Intentar una pesificación forzada es difícil. Se pueden obtener algunos logros pero se corren riesgos de que la actividad económica se limite o se trabe sobre todo en algunos sectores. En el inmobiliario lo que se percibe es que algunos emprendimientos tratan de manejar la pesificación con referencia al dólar. Puede llevar a la traba o disminución de la actividad. En el corto plazo impera más la traba que el beneficio de la pesificación. No veo margen para que no perjudique la actividad. Tenemos una estrechez restringida de dólares de la economía en general”.

Opinión
Aldo Abram
Director Fundación Libertad y Progreso

“A partir de finales de 2011 perdimos el mercado libre y pasamos a un cambio registrado de moneda. Eso generó mayor incertidumbre y más ganas de la gente de comprar dólares. La restricción genera más desconfianza. Y obligarla a demandar pesos es una locura. Viola la Constitución. Si bien la desdolarización es necesaria, lleva muchísimo tiempo implementarla. Puede llevar 20 años, 10 años, eso depende de la credibilidad que genere el Gobierno. Hay que actuar con prudencia y tomar buenas medidas de política monetaria. Si vamos por el camino que estamos implementando, vamos mal”.

Opinión
Mario Kestelboim
Economista / Fundación ProTejer

“Hay un proceso de inestabilidad constante por las crisis internacionales que deteriora la posibilidad de lograr que la moneda nacional sea reserva de valor. También influye nuestro pasado de crisis de alto voltaje. Lograr la desdolarización de la economía es un desafío para el que hay que generar un sustento básico. Sería el paso esencial para soñar con que la Argentina se transforme en un país desarrollado. Si no se logra la pesificación, la Argentina no será nunca un país desarrollado. Yo estimo que en unos diez o quince años, podemos lograrlo”.

Opinión
Mario Rapoport
Licenciado en Economía Política

“La desdolarización es un objetivo a corto o mediano plazo. Si se desdolariza la economía rápidamente se solucionarían parte de estos problemas, que no tienen que ver con la situación externa del país. Hubo una subasta de arte de pinturas hace poco y se pagó en pesos y no en dólares a pesar de su cotización. La gente sabe que no puede cobrar en dólares. Así debe ser en otros rubros como el inmobiliario y el automotor. Me parece la gente debe acostumbrarse a que esto debe ser así. No podemos volver a la convertibilidad que terminó con cepo a los ahorristas en serio”.



POR: Veintitres.infonews.com
ARREGLOS FOTOGRÀFICOS:  ALBERTO CARRERA



1 comentario:

Anónimo dijo...

Si esta bueno lo del billete de eva peron, es una lastima que dure de 3 a 6 paquetes de yerba, y cada vez menos...

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