sábado, 23 de junio de 2012

PARAGUAY: DEMOCRACIA HERIDA Y ALERTA

LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY CON SU DEMOCRACIA HERIDA POR QUIENES PRETENDEN GOBERNAR SIN SER ELEGIDOS POR EL PUEBLO, A LA FUERZA. SUS CIUDADANOS ADORMECIDOS Y CEGADOS POR LA MENTIRA DE LOS MEDIOS Y PODEROSOS QUE SON LOS REALES TITIRITEROS DE LA TRISTE REALIDAD DE ESE PAÍS, QUIENES AÚN NO CONSOLIDAN UNA LIBERTAD FORNIDA Y VIGOROSA CUSTODIADA CON RECELO, A MERCED POR QUIENES CARECEN DE NACIONALISMO MÁS QUE HAMBRE DE PODER PARA SUS PROPIOS MEZQUINOS INTERESES. UN ALERTA PARA QUIENES AMAMOS LA LIBERTAD Y LA DEMOCRACIA POR SOBRE TODO LAS COSAS, AÚN CON LA PROPIA VIDA.


ENTRETELONES DE UN GOLPE INSTITUCIONAL
Operación desgaste.

El juicio político al presidente paraguayo Fernando Lugo y su destitución, concretada ayer por el Senado, es la culminación de una operación de desgaste que el Partido Colorado, el más poderoso de Paraguay y al que perteneciera el ex dictador (1954-1989) Alfredo Stroessner (1912-2006), inició el mismo día en que el ex obispo asumió el poder democráticamente, el 28 de abril de 2008. Con el 93 por ciento de popularidad acumulada como referente social de las organizaciones campesinas, Lugo había logrado el 40,82 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales, encabezando una heterogénea Alianza Patriótica para el Cambio (APC), cuya principal fuerza era el Partido Radical Liberal Auténtico (PRLA), al que pertenece el vicepresidente Federico Franco, quien ahora asumirá el mandato presidencial hasta abril del año próximo, cuando se realicen las elecciones que ya estaban fijadas desde el año anterior.

Más allá de que el enfrentamiento entre campesinos y policías ocurrido la semana pasada en Curuguaty (al nordeste del país), con un saldo de once campesinos y seis policías muertos, haya sido utilizado como argumento para el juicio político contra Lugo, vale recordar que la operación desgaste ya había incluido la amenaza del juicio político en 23 ocasiones anteriores y por los más diversos motivos. La mayoría de estas maniobras fueron propiciadas por el propio vicepresidente Franco, apartado políticamente de Lugo poco después de iniciado el mandato presidencial. Cuentan los allegados al ex obispo que sabiendo que contaba con los votos propios más los del Partido Colorado, en varias ocasiones el vice Franco fue hasta la sede del gobierno para amenazar a Lugo e intentar extorsionarlo con la amenaza del juicio político, con la única finalidad de obtener réditos para sí. Franco siempre quiso ser presidente y si no lo logró antes es porque los colorados no quisieron prestarse a la maniobra. Esto último no por ética ni por respeto a Lugo, sino porque tenían su propia estrategia de desgaste.

Precisamente, ésta es una de las incógnitas que se plantean frente a la repentina destitución forzada ahora. ¿Por qué el Partido Colorado cambió su estrategia habilitando el juicio político a menos de diez meses de prevista la elección presidencial en la que su candidato, el terrateniente y empresario sojero Horacio Cartes, aparece posicionado como seguro triunfador? Algunas fuentes en Paraguay indican que los colorados, muchos de los cuales poseen grandes extensiones de tierra, tuvieron temor de que los campesinos sin tierra, que vieron frustradas sus aspiraciones de una reforma agraria que Lugo prometió y nunca cumplió, avanzaran en la ocupación de territorios antes de la salida de la presidencia del ex obispo. En esa hipótesis, el enfrentamiento en Curuguaty (en la hacienda de Blas Riquelme, un terrateniente ligado al Partido Colorado) bien podría haber sido provocado para desatar el proceso de juicio político que culminó ayer con la destitución del presidente. En la transición, Franco será un presidente muy débil, sin apoyo popular y rehén de los colorados, sus principales opositores, que cuentan con mayoría parlamentaria.

La gestión de Lugo estuvo siempre atravesada por dificultades y trabas que, en primer lugar, provenían de la heterogénea fuerza que lo llevó al gobierno. Cada iniciativa lanzada desde el Ejecutivo fue sistemáticamente bloqueada en el Congreso con mayoría colorada y muchas veces con la complicidad de los propios legisladores supuestamente oficialistas. Propuestas como la reforma de salud o acerca de las radios comunitarias no pudieron sortear esa valla. Pero lo mismo ocurrió con las leyes de presupuesto o con la designación de embajadores propuestos por Lugo y que no lograron acuerdo legislativo. Por otra parte, el presidente destituido nunca contó con el aparato del Estado por ineficiente y corrupto, por una parte, y porque los colorados siguieron controlando las llaves y los resortes que se ocuparon de instalar durante sesenta años. Algunas investigaciones periodísticas anotan que el 30 por ciento de los funcionarios “de carrera” del Estado paraguayo expresa claramente su alineamiento con el Partido Colorado y todos ellos siguieron en funciones durante el período de Lugo.

Sin llegar a ser una justificación, lo anterior puede incluirse entre las explicaciones de por qué la mayoría de las promesas de campaña de Lugo no llegaron a concretarse. El gobierno de Lugo careció de gestión eficaz. El presidente se rodeó primero de colaboradores fieles aunque sin experiencia de gestión de gobierno y cuando esos hombres se fueron desgastando echó mano a dirigentes políticos de las fuerzas tradicionales, que no le garantizaron coherencia con sus propuestas de cambio social. Para ejemplo basta la última designación, de Rubén Candia, dirigente colorado y ex ministro de Nicanor Duarte Frutos (2003-08), como ministro del Interior, después de la matanza de Curuguaty. Por este camino, Lugo perdió también el apoyo de los movimientos sociales que lo impulsaron y que hoy se lamentan de su destitución, pero que carecen de capacidad política para enfrentar la maniobra institucional.

Y aquí está el otro frente a considerar. Si bien la APC, que llevó al gobierno a Lugo, fue una coalición débil y construida en torno de la figura carismática del ex obispo, todo hacía suponer que con Lugo en la presidencia, uno de los objetivos debería haber sido construir y consolidar una fuerza política propia cuya base más importante fueran los movimientos sociales y campesinos con más energía y perspectivas para el cambio. Tampoco esto ocurrió y eso permite la escena de casi soledad con la que Lugo llega al eclipse de su mandato.

Quizás hubo ingenuidad o impericia política en Lugo y sus colaboradores. La misma que hoy demuestran al expresar su sorpresa frente al golpe institucional. “No lo esperábamos, no estábamos preparados”, confían en voz baja y admiten que por esa misma razón no pudieron organizar la resistencia con movilizaciones masivas de campesinos hacia Asunción. Lugo dice que resistirá “desde algún lugar”. Mientras tanto, tristemente, una vez más, Paraguay queda a merced del Partido Colorado, que fue sostén del dictador Alfredo Stroessner.


 LA JERARQUIA CATOLICA PARAGUAYA JUGO FUERTE A FAVOR DE LA DESTITUCION DE LUGO
La Iglesia no estuvo con su ex prelado

El obispo Claudio Giménez, de Caacupé, anunció a los periodistas, sin ruborizarse, que la Conferencia Episcopal le pidió a Lugo que renuncie. No era la primera vez que los obispos le daban la espalda a su presidente y ex colega.


La Iglesia Católica paraguaya jugó fuerte en favor de la destitución de quien fuera su prelado y hasta ayer presidente de la república, Fernando Lugo. Anteayer, horas antes del inicio del juicio político, un grupo de obispos de la Conferencia Episcopal visitó al presidente en la residencia Mburuvicha Roga. Horas antes, Lugo había dicho que se mantendría en el cargo y pedía un juicio justo. Los religiosos estuvieron 45 minutos de reloj y se retiraron sin hacer declaraciones, salvo el obispo Claudio Giménez, de Caacupé, quien anunció a los periodistas, sin ruborizarse, que le pidieron a Lugo que renunciara para evitar que se registraran enfrentamientos.

Los obispos dócilmente aceptaron el castigo impulsado por la derecha política y avalado por los medios de comunicación hegemónicos. El diario conservador ABC, el más leído de Paraguay, tituló en la tapa de ayer dando por segura la salida del mandatario electo democráticamente: “Si Lugo no renuncia hoy, será destituido”. El medio no destacó en sus páginas la posición de la Iglesia. “Es lamentable que la Conferencia Episcopal presionara corporativamente. Es una corporación más de la derecha paraguaya. Al parecer, los obispos le prometieron a Lugo que se le aplicaría un juicio político y no criminal. No dijeron una palabra de que se estaba poniendo en peligro el proceso democrático”, señaló en diálogo con Página/12 Alberto Bo-ccia, analista político y columnista del diario Ultima Hora.

No era la primera vez que los obispos le daban la espalda a Lugo. Nos podríamos remontar al 25 de diciembre de 2006, cuando el otrora obispo de San Pedro Fernando Lugo anunció que renunciaba a la Iglesia para formalizar la candidatura a la presidencia de su país. Sin sermones, dijo entonces el religioso: “Hoy, 25 de diciembre, oficialmente tomo la determinación de ponerme al servicio del pueblo paraguayo a través de la política”. Tres días después Lugo recibió una carta del Vaticano en la que se le advertía que como primera sanción iba a recibir la pena canónica de la suspensión, un paso previo a prohibirle el ejercicio sacerdotal. Un año después, la Congregación para los Obispos decretó la Suspensión a Divinis del prelado. Los obispos de la Conferencia Episcopal paraguaya dócilmente aceptaron el castigo a Lugo. Hubo marchas y contramarchas del Vaticano y finalmente, a cuatro días de asumir la presidencia, el 15 de agosto de 2008, la Santa Sede le concedió el estado de ciudadano común.

La Santa Sede nunca pudo digerir el hecho de que un obispo se despojara de sus títulos para ser candidato presidencial de una coalición que integraba movimientos sociales, movimientos de izquierda y campesinos –también al tradicional Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA)–. Tampoco veía con buenos ojos que Lugo simpatizara con sus colegas de Venezuela, Hugo Chávez, y de Ecuador, Rafael Correa. Casi un pecado para la Iglesia paraguaya. “Los religiosos paraguayos provienen de la más rancia extracción conservadora. Lugo era uno de los tres obispos progresistas del país junto a Mario Melanio Medina y Juan Bautista Gavilán. El resto vio con resquemor el proceso hacia el socialismo que encabezó Lugo”, sostuvo Boccia. Y la gota que derramó la copa eclesiástica fueron las denuncias sobre la paternidad de Lugo. El reconoció dos hijos.

A todo esto se suma que la matriz social de Paraguay es profundamente conservadora. Hoy hay dos millones y medio de pobres y la desigualdad es enorme. La dinámica de conflicto es difícil de cambiar. Afirma Mariana Fassi en el libro Paraguay en su laberinto: “El sector agropecuario crece de manera sostenida, con sus productos insertos en el mundo, favoreciendo a grandes productores nacionales y extranjeros y a compañías multinacionales relacionadas a los agronegocios. Por otro lado, las acciones colectivas en oposición a la soja se multiplican”. Una y otra vez, la Iglesia advirtió que la toma de tierras podría generar violencia. En apenas 24 horas y de forma sorpresiva, la oposición orquestó con éxito un golpe parlamentario. Es que el Congreso está compuesto principalmente por opositores, quienes han trabado la mayor parte de las iniciativas del Ejecutivo, incluyendo los presupuestos. Fue casi inmediato el enfrentamiento que tuvo Lugo con el vicepresidente liberal Federico Franco, quien no disimuló sus ansias de ocupar el sillón presidencial. El PLRA era el principal aliado de Lugo pero a poco de asumir decidió darle la espalda. Históricamente, el PLRA fue funcional al stronismo y a partir de los noventa al Partido Colorado y sus políticas neoliberales.

No era la primera vez que el presidente Lugo se enfrentaba a intentos desestabilizadores de la derecha. Pero nunca como éste. En guaraní le llaman “chake!” (ojo!) a un estado de alerta permanente. Así gobernó el ex obispo, con la amenaza de ser destituido.




POR: Washington Uranga. Mercedes López San Miguel.  PAGINA12.COM.AR
INTRODUCCIÓN Y ARREGLO FOTOGRÀFICO: ALBERTO CARRERA

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