Cuatro historias que se unen en la ampliación de derechos.
Consciente colectivo:
Cómo cambió la vida de personas que lucharon y recibieron el beneficio de las leyes de matrimonio igualitario, muerte digna, género y fertilización asistida. Los puntos en común.
Consciente colectivo:
Cómo cambió la vida de personas que lucharon y recibieron el beneficio de las leyes de matrimonio igualitario, muerte digna, género y fertilización asistida. Los puntos en común.
Seguramente ninguno de los cuatro entrevistados que convocó Veintitrés se imaginó lo que terminaría sucediendo cuando el grabador se apagó. Julieta Irribarren, embarazada de nueve meses gracias a la sanción de la Ley de Fertilización Asistida en la provincia de Buenos Aires, sacó su cámara pocket y pidió una foto del encuentro para su archivo personal. Sofía Caram, cuya hermana fue desconectada de un respirador artificial luego de cinco años de permanecer en estado vegetativo, le besó la enorme panza y le pidió que por favor le avisara cuando naciera Selene Alejandra. Alex Freyre, el primer hombre en casarse con otro gracias a la Ley de Matrimonio Igualitario, no disimuló sus ojos vidriosos cuando abrazó a Sofía, luego de que ella contara cómo el testimonio de la muerte de su hermana dio un gran impulso para que se sancionara la Ley de Muerte Digna. Y por supuesto, nadie quiso perderse ver el nuevo DNI de Valeria del Mar Ramírez, entregado por Cristina Fernández de Kirchner el último lunes, al poner en vigencia la Ley de Identidad de Género.
Cuatro historias. Cuatro vidas que transitaron por caminos paralelos, pero que hoy parecen unirse en un único lugar: la ampliación de derechos.
Al momento de hacer la producción de fotos para esta crónica, no lo dudaron. Se abrazaron, se miraron y sonrieron. Como si hubieran sido amigos de toda la vida, compañeros de lucha, pese a que para algunos era la primera vez que se veían. Sus vidas se parecen más de lo que creían.
“Todos nosotros tuvimos que salir de alguna manera del closet”, dispara chistoso Alex Freyre, en una suerte de axioma con el que todos coinciden. Su caso fue uno de los pioneros en materia de igualdad de derechos. Luego de décadas de lucha incansable, el 15 de junio de 2010 el Senado convertía en ley la posibilidad de que dos personas del mismo género pudieran casarse. Por caso, fueron Alex y su pareja, José María Di Bello, quienes unos meses antes de sancionarse la ley dieron por primera vez el sí en el registro civil de Ushuaia, luego de varias negativas por parte de diversos jueces de la Capital Federal. Su caso sirvió como referencia en la incansable militancia por equiparar años de desigualdades en materia de género. “Nosotros no nos casamos por un tema personal. Más allá de que estábamos muy enamorados, nuestro objetivo fue abrir las puertas para otras parejas que no se animaban a dar el paso. Nuestro matrimonio fue para los demás, para sentar precedente”.
Así también lo entiende Sofía Caram, periodista, cuyo testimonio en la Cámara alta fue clave para que el proyecto de Muerte Digna hoy se haya convertido en ley.
Su hermana Layla fue una nena normal hasta los ocho años, edad en que se le declaró una enfermedad neurometabólica. La pequeña dejó de caminar, de controlar esfínteres y de hablar. Dejó de estar conectada al mundo para estar conectada en una cama. “Layla dejó de ser Layla”, recuerda Sofía. Después de cinco años en estado vegetativo, su cuerpo comenzó a entrar en crisis y los médicos advirtieron a la familia que no soportaría mucho más tiempo. Su caso era absolutamente irreversible e incurable y pese a que por momentos Layla recuperaba la capacidad respiratoria, era indispensable que estuviera atada a un respirador artificial. Su familia no lo dudó. “Para nosotros era obvio que Layla no podía vivir en esas condiciones. Su vida no era digna. En ese momento los médicos nos dieron una posibilidad excepcional que no existía”, recuerda Sofía, que luego de nueve años de la muerte de su hermana, tomó la posta de su legado. Y agrega: “Después de hablar ante las comisiones en el Senado me di cuenta de que Layla no sólo nació con una misión interna, privada o familiar, sino que su historia tenía una misión colectiva para hacer una Argentina más justa. Estamos hablando de muerte digna cuando no hay posibilidad de una vida digna. Y eso tiene que estar garantizado por el Estado y para todos”.
“Ahora pasamos a la vida”, dice emocionada Julieta, cuya fecha de parto estaba programada para el primero de julio, mientras su marido, Jorge Sequeira, le acaricia la panza. “Selene Alejandra se hace esperar, once años tardó en llegar, un día más, un día menos, ya es lo mismo para nosotros”, confiesa la flamante madre. Su historia, como la de tantos otros, es la de una pareja marcada por la frustración. Apenas se casaron, hace más de una década, comenzaron a buscar su primer hijo. Pasaron cuatro años intentándolo, sin resultados positivos. Primero pensaron que era algo psicológico. Recurrieron a centenares de terapeutas, cambiaron de aires y hasta probaron todas las recetas caseras habidas y por haber. Pero Julieta no dejaba de angustiarse cada que se acercaba la fecha y descubría que estaba menstruando. Hasta que por esas casualidades –o no–, escucharon acerca de una ONG llamada Concebir, que hablaba de una solución bastante tabú: la fertilización.
“Hay una negación por parte de la pareja, es muy fuerte saber y ser consciente de que tenés una enfermedad que no te permite tener hijos. Para un hombre es hasta vergonzoso y roza con prejuicios del machismo”, explica Jorge.
Así fue como a mediados del 2005 comenzaron a realizarse los primeros tratamientos de baja complejidad en el Hospital Posadas. Después de cinco intentos Julieta tuvo un embarazo ectópico y las complicaciones no tardaron en llegar: casi pierde su vida a causa del estallido de una de sus trompas de Falopio. Una vez recuperada, aunque ya frustrada, temerosa y harta, siguieron haciéndose tratamientos, esta vez de alta complejidad y en clínicas privadas. Con ninguno quedó embarazada y su situación económica se había deteriorado al invertir todo su capital en los tratamientos.
Finalmente, a principios de 2010, la Legislatura bonaerense sancionó la Ley de Fertilización Asistida y Julieta y Jorge fueron de los primeros en anotarse y quizás, cuando esta edición esté en la calle, Selene Alejandra ya sea parte de este mundo. Por eso, sus padres siguieron muy de cerca el debate en Diputados en el Congreso nacional, que dio media sanción al proyecto que garantiza el acceso integral a los procedimientos y tácticas de reproducción médicamente asistida y que deberán estar incluidos dentro del Programa Médico Obligatorio para el sistema público, obras sociales y prepagas. “La ley a nivel nacional es un gran avance, no sólo porque va a poder acceder cualquier pareja del país y no de la provincia, como nosotros, sino porque tiene un alcance mayor, por ejemplo, contempla la donación de espermatozoides”, explica Julieta. Esta semana el proyecto ingresó a la Comisión de Salud de la Cámara alta pero aún no obtuvo dictamen para ingresar al recinto, aunque desde las organizaciones no gubernamentales que luchan por la aprobación de la ley aseguraron que “hay ánimo de que salga rápido”.
Para Valeria del Mar Ramírez no fue para nada rápido que el Estado la reconociera como tal, ya que hasta hace cuatro días era Oscar Ramírez. La Presidenta de la Nación le entregó su nuevo DNI y le pidió disculpas por haber tardado tanto. A los veinte años, Valeria decidió ser mujer y la única forma que tuvo para hacerlo fue prostituirse. Era el año 1976 y el gobierno de facto había desembarcado en Casa Rosada. Valeria trabajaba de noche en Camino de Cintura, en Llavallol. “Yo no me prostituía por un tema económico –explica–. La prostitución representaba para mí una oportunidad de sentirme mujer, era una forma de encontrar en el afuera algo que no encontraba en mis papeles. Era una forma de ser vista por los otros”.
Durante esos años, junto a otras compañeras de ruta, Valeria fue secuestrada en el Pozo de Banfield, que funcionó como centro clandestino de detención. Por caso, ella fue violada, torturada y vejada durante los quince días que duró su estadía. “Una mañana, cuando me llevaron a bañarme, pude ver cómo daba a luz una chica en cautiverio”, recuerda. Por eso, Ramírez será la primera querellante transexual del mundo en declarar en uno de los juicios de lesa humanidad. “Para mí es muy importante el DNI porque yo quería declarar como Valeria, como la que soy, a mí me secuestraron por ser Valeria, no por ser Oscar”, afirma.
Los relatos se entrecruzan. Todos se escuchan con atención y logran identificarse en la historia del otro. “El eje en común entre nosotros cuatro tiene que ver con que luchamos para la construcción de una ciudadanía plena –reflexiona Freyre–. Nuestros casos parecían ser algo individual pero se transformaron en una lucha colectiva”. Julieta agrega que “otro de los puntos en común es que tuvimos y tenemos que romper las barreras personales para poder salir a hablarlo a la sociedad”. Sofía reconoce que “aprendió que la única forma de vivir es en términos colectivos y no individuales, poniendo el cuerpo y luchando”, y Valeria sintetiza: “Hoy el conjunto de la sociedad está más abierta para recibir y transitar nuevos derechos que adquirimos después de muchos años de lucha”.
Cuatro historias. Cuatro vidas que transitaron por caminos paralelos, pero que hoy parecen unirse en un único lugar: la ampliación de derechos.
Al momento de hacer la producción de fotos para esta crónica, no lo dudaron. Se abrazaron, se miraron y sonrieron. Como si hubieran sido amigos de toda la vida, compañeros de lucha, pese a que para algunos era la primera vez que se veían. Sus vidas se parecen más de lo que creían.
“Todos nosotros tuvimos que salir de alguna manera del closet”, dispara chistoso Alex Freyre, en una suerte de axioma con el que todos coinciden. Su caso fue uno de los pioneros en materia de igualdad de derechos. Luego de décadas de lucha incansable, el 15 de junio de 2010 el Senado convertía en ley la posibilidad de que dos personas del mismo género pudieran casarse. Por caso, fueron Alex y su pareja, José María Di Bello, quienes unos meses antes de sancionarse la ley dieron por primera vez el sí en el registro civil de Ushuaia, luego de varias negativas por parte de diversos jueces de la Capital Federal. Su caso sirvió como referencia en la incansable militancia por equiparar años de desigualdades en materia de género. “Nosotros no nos casamos por un tema personal. Más allá de que estábamos muy enamorados, nuestro objetivo fue abrir las puertas para otras parejas que no se animaban a dar el paso. Nuestro matrimonio fue para los demás, para sentar precedente”.
Así también lo entiende Sofía Caram, periodista, cuyo testimonio en la Cámara alta fue clave para que el proyecto de Muerte Digna hoy se haya convertido en ley.
Su hermana Layla fue una nena normal hasta los ocho años, edad en que se le declaró una enfermedad neurometabólica. La pequeña dejó de caminar, de controlar esfínteres y de hablar. Dejó de estar conectada al mundo para estar conectada en una cama. “Layla dejó de ser Layla”, recuerda Sofía. Después de cinco años en estado vegetativo, su cuerpo comenzó a entrar en crisis y los médicos advirtieron a la familia que no soportaría mucho más tiempo. Su caso era absolutamente irreversible e incurable y pese a que por momentos Layla recuperaba la capacidad respiratoria, era indispensable que estuviera atada a un respirador artificial. Su familia no lo dudó. “Para nosotros era obvio que Layla no podía vivir en esas condiciones. Su vida no era digna. En ese momento los médicos nos dieron una posibilidad excepcional que no existía”, recuerda Sofía, que luego de nueve años de la muerte de su hermana, tomó la posta de su legado. Y agrega: “Después de hablar ante las comisiones en el Senado me di cuenta de que Layla no sólo nació con una misión interna, privada o familiar, sino que su historia tenía una misión colectiva para hacer una Argentina más justa. Estamos hablando de muerte digna cuando no hay posibilidad de una vida digna. Y eso tiene que estar garantizado por el Estado y para todos”.
“Ahora pasamos a la vida”, dice emocionada Julieta, cuya fecha de parto estaba programada para el primero de julio, mientras su marido, Jorge Sequeira, le acaricia la panza. “Selene Alejandra se hace esperar, once años tardó en llegar, un día más, un día menos, ya es lo mismo para nosotros”, confiesa la flamante madre. Su historia, como la de tantos otros, es la de una pareja marcada por la frustración. Apenas se casaron, hace más de una década, comenzaron a buscar su primer hijo. Pasaron cuatro años intentándolo, sin resultados positivos. Primero pensaron que era algo psicológico. Recurrieron a centenares de terapeutas, cambiaron de aires y hasta probaron todas las recetas caseras habidas y por haber. Pero Julieta no dejaba de angustiarse cada que se acercaba la fecha y descubría que estaba menstruando. Hasta que por esas casualidades –o no–, escucharon acerca de una ONG llamada Concebir, que hablaba de una solución bastante tabú: la fertilización.
“Hay una negación por parte de la pareja, es muy fuerte saber y ser consciente de que tenés una enfermedad que no te permite tener hijos. Para un hombre es hasta vergonzoso y roza con prejuicios del machismo”, explica Jorge.
Así fue como a mediados del 2005 comenzaron a realizarse los primeros tratamientos de baja complejidad en el Hospital Posadas. Después de cinco intentos Julieta tuvo un embarazo ectópico y las complicaciones no tardaron en llegar: casi pierde su vida a causa del estallido de una de sus trompas de Falopio. Una vez recuperada, aunque ya frustrada, temerosa y harta, siguieron haciéndose tratamientos, esta vez de alta complejidad y en clínicas privadas. Con ninguno quedó embarazada y su situación económica se había deteriorado al invertir todo su capital en los tratamientos.
Finalmente, a principios de 2010, la Legislatura bonaerense sancionó la Ley de Fertilización Asistida y Julieta y Jorge fueron de los primeros en anotarse y quizás, cuando esta edición esté en la calle, Selene Alejandra ya sea parte de este mundo. Por eso, sus padres siguieron muy de cerca el debate en Diputados en el Congreso nacional, que dio media sanción al proyecto que garantiza el acceso integral a los procedimientos y tácticas de reproducción médicamente asistida y que deberán estar incluidos dentro del Programa Médico Obligatorio para el sistema público, obras sociales y prepagas. “La ley a nivel nacional es un gran avance, no sólo porque va a poder acceder cualquier pareja del país y no de la provincia, como nosotros, sino porque tiene un alcance mayor, por ejemplo, contempla la donación de espermatozoides”, explica Julieta. Esta semana el proyecto ingresó a la Comisión de Salud de la Cámara alta pero aún no obtuvo dictamen para ingresar al recinto, aunque desde las organizaciones no gubernamentales que luchan por la aprobación de la ley aseguraron que “hay ánimo de que salga rápido”.
Para Valeria del Mar Ramírez no fue para nada rápido que el Estado la reconociera como tal, ya que hasta hace cuatro días era Oscar Ramírez. La Presidenta de la Nación le entregó su nuevo DNI y le pidió disculpas por haber tardado tanto. A los veinte años, Valeria decidió ser mujer y la única forma que tuvo para hacerlo fue prostituirse. Era el año 1976 y el gobierno de facto había desembarcado en Casa Rosada. Valeria trabajaba de noche en Camino de Cintura, en Llavallol. “Yo no me prostituía por un tema económico –explica–. La prostitución representaba para mí una oportunidad de sentirme mujer, era una forma de encontrar en el afuera algo que no encontraba en mis papeles. Era una forma de ser vista por los otros”.
Durante esos años, junto a otras compañeras de ruta, Valeria fue secuestrada en el Pozo de Banfield, que funcionó como centro clandestino de detención. Por caso, ella fue violada, torturada y vejada durante los quince días que duró su estadía. “Una mañana, cuando me llevaron a bañarme, pude ver cómo daba a luz una chica en cautiverio”, recuerda. Por eso, Ramírez será la primera querellante transexual del mundo en declarar en uno de los juicios de lesa humanidad. “Para mí es muy importante el DNI porque yo quería declarar como Valeria, como la que soy, a mí me secuestraron por ser Valeria, no por ser Oscar”, afirma.
Los relatos se entrecruzan. Todos se escuchan con atención y logran identificarse en la historia del otro. “El eje en común entre nosotros cuatro tiene que ver con que luchamos para la construcción de una ciudadanía plena –reflexiona Freyre–. Nuestros casos parecían ser algo individual pero se transformaron en una lucha colectiva”. Julieta agrega que “otro de los puntos en común es que tuvimos y tenemos que romper las barreras personales para poder salir a hablarlo a la sociedad”. Sofía reconoce que “aprendió que la única forma de vivir es en términos colectivos y no individuales, poniendo el cuerpo y luchando”, y Valeria sintetiza: “Hoy el conjunto de la sociedad está más abierta para recibir y transitar nuevos derechos que adquirimos después de muchos años de lucha”.
Los entrevistados se despiden con un cálido abrazo y con promesas de reencuentro. Saben que ya no están solos.
Alex
Ley de matrimonio igualitario
“Nosotros nos casamos para abrirle las puertas a otras parejas”.
Alex Freyre y su esposo, José María Di Bello, fueron los primeros homosexuales en contraer matrimonio, aun antes de que se votara la ley. Ambos son referentes en la lucha por la igualdad de género.
Valeria
Ley de identidad de género
“Para mí es muy importante el DNI porque hace 65 años que soy Valeria”.
Valeria del Mar Ramírez tenía 20 años cuando decidió ser mujer. Pasó por la prostitución y fue secuestrada durante la dictadura. Ahora, con su nuevo DNI, será querellante en uno de los juicios.
Julieta
Ley de fertilización asistida
“Selene Alejandra se hace esperar. Tardó once años en llegar, pasamos por 15 tratamientos”.
Julieta Irribarren y Jorge Sequeira fueron uno de los primeros en recurrir a la fertilización asistida apenas se sancionó la ley en la provincia de Buenos Aires, en 2010.
Sofía
Ley de muerte digna
“Layla dejó de ser Layla, no podía vivir en esas condiciones. Su vida no era digna”.
Sofía Caram expuso en el Senado el caso de su hermana Layla, quien hace nueve años fue desconectada del respirador artificial luego de cinco años en estado vegetativo.
Las batallas que vienen
Si bien durante estos últimos años se avanzó de manera ostensible en materia de derechos, aún quedan varias batallas por pelear y por las que muchos sectores de la sociedad vienen dando muestra de empeño en la lucha. Una de ellas es por la despenalización del aborto. Si bien a finales del año pasado por primera vez se logró dar el debate en la Comisión de Legislación Penal, y todo indicaba que se daría dictamen para que pasara al recinto, lo cierto es que no lograron juntar las firmas necesarias y el proyecto tuvo un lamentable retroceso. Los pañuelos verdes deberán seguir al pie del cañón para que se impulse nuevamente el debate. Otro de los asuntos que comenzó a discutirse en la Cámara Baja es la despenalización de la posesión de estupefacientes para el consumo personal. Hace pocas semanas se dio el primer plenario de comisiones de Prevención de Adicciones y Control del Narcotráfico y de Legislación Penal y uno de los grandes invitados fue el juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni. Aún no hay fechas exactas ni tiempos determinados, pero todo indica que es un proyecto que avanzará con un viento favorable.
Opinión
Más derechos, más inclusión
Por Pedro Mouratian
Interventor del Inadi
La Argentina está atravesando un período histórico que registra un extraordinario avance en un conjunto de reivindicaciones que parecían muy difíciles de alcanzar. Lo que está en juego es la reformulación tanto de un modelo de desarrollo como de las relaciones entre el Estado y la sociedad, la reducción de las desigualdades sociales y el restablecimiento de criterios de justicia que dejan atrás las políticas neoliberales asociadas a una visión estrecha y mercantilista de la globalización.
Es el camino de ampliación de la democracia, la plena vigencia de los derechos humanos y la reparación de la deuda social con grandes sectores de la población históricamente vulnerados. Una tarea eminentemente política que exige respuestas integrales frente a situaciones concretas de desigualdad y discriminación, que ha encontrado en las políticas públicas diseñadas, primero por Néstor Kirchner y hoy por la presidenta Cristina, las respuestas anheladas.
Desde 2003, el afianzamiento de una política integral de derechos humanos –que impulsó políticas concretas en relación a la memoria histórica, migración, género, entre otras–, la implementación de la Asignación Universal, el Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género constituyen ejemplos fundamentales del compromiso del Estado con las demandas de distintos sectores por la plena vigencia y ampliación de sus derechos. Lo que nos afianza en el camino de la profundización de un país de avanzada en políticas de inclusión.
Alex
Ley de matrimonio igualitario
“Nosotros nos casamos para abrirle las puertas a otras parejas”.
Alex Freyre y su esposo, José María Di Bello, fueron los primeros homosexuales en contraer matrimonio, aun antes de que se votara la ley. Ambos son referentes en la lucha por la igualdad de género.
Valeria
Ley de identidad de género
“Para mí es muy importante el DNI porque hace 65 años que soy Valeria”.
Valeria del Mar Ramírez tenía 20 años cuando decidió ser mujer. Pasó por la prostitución y fue secuestrada durante la dictadura. Ahora, con su nuevo DNI, será querellante en uno de los juicios.
Julieta
Ley de fertilización asistida
“Selene Alejandra se hace esperar. Tardó once años en llegar, pasamos por 15 tratamientos”.
Julieta Irribarren y Jorge Sequeira fueron uno de los primeros en recurrir a la fertilización asistida apenas se sancionó la ley en la provincia de Buenos Aires, en 2010.
Sofía
Ley de muerte digna
“Layla dejó de ser Layla, no podía vivir en esas condiciones. Su vida no era digna”.
Sofía Caram expuso en el Senado el caso de su hermana Layla, quien hace nueve años fue desconectada del respirador artificial luego de cinco años en estado vegetativo.
Las batallas que vienen
Si bien durante estos últimos años se avanzó de manera ostensible en materia de derechos, aún quedan varias batallas por pelear y por las que muchos sectores de la sociedad vienen dando muestra de empeño en la lucha. Una de ellas es por la despenalización del aborto. Si bien a finales del año pasado por primera vez se logró dar el debate en la Comisión de Legislación Penal, y todo indicaba que se daría dictamen para que pasara al recinto, lo cierto es que no lograron juntar las firmas necesarias y el proyecto tuvo un lamentable retroceso. Los pañuelos verdes deberán seguir al pie del cañón para que se impulse nuevamente el debate. Otro de los asuntos que comenzó a discutirse en la Cámara Baja es la despenalización de la posesión de estupefacientes para el consumo personal. Hace pocas semanas se dio el primer plenario de comisiones de Prevención de Adicciones y Control del Narcotráfico y de Legislación Penal y uno de los grandes invitados fue el juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni. Aún no hay fechas exactas ni tiempos determinados, pero todo indica que es un proyecto que avanzará con un viento favorable.
Opinión
Más derechos, más inclusión
Por Pedro Mouratian
Interventor del Inadi
La Argentina está atravesando un período histórico que registra un extraordinario avance en un conjunto de reivindicaciones que parecían muy difíciles de alcanzar. Lo que está en juego es la reformulación tanto de un modelo de desarrollo como de las relaciones entre el Estado y la sociedad, la reducción de las desigualdades sociales y el restablecimiento de criterios de justicia que dejan atrás las políticas neoliberales asociadas a una visión estrecha y mercantilista de la globalización.
Es el camino de ampliación de la democracia, la plena vigencia de los derechos humanos y la reparación de la deuda social con grandes sectores de la población históricamente vulnerados. Una tarea eminentemente política que exige respuestas integrales frente a situaciones concretas de desigualdad y discriminación, que ha encontrado en las políticas públicas diseñadas, primero por Néstor Kirchner y hoy por la presidenta Cristina, las respuestas anheladas.
Desde 2003, el afianzamiento de una política integral de derechos humanos –que impulsó políticas concretas en relación a la memoria histórica, migración, género, entre otras–, la implementación de la Asignación Universal, el Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género constituyen ejemplos fundamentales del compromiso del Estado con las demandas de distintos sectores por la plena vigencia y ampliación de sus derechos. Lo que nos afianza en el camino de la profundización de un país de avanzada en políticas de inclusión.
POR: TALI GOLDMAN. VEINTITRES.INFONEWS.COM
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