La revolución de las regionales de Sicilia se remata con el ganador, el candidato de la coalición de centroizquierda, Rosario Crocetta. Su victoria es relativa en unas elecciones tan anómalas, desertadas por más de la mitad del censo, pero en todo caso es un acontecimiento histórico. Por tres razones: es comunista, homosexual y antimafia, condenado a muerte por Cosa Nostra. Todo es nuevo en Sicilia, anclada en la tradición. Si logra los siete escaños que le faltan para obtener una mayoría será un gobernador nunca visto.
De 61 años, químico, alcalde de Gela y luego parlamentario europeo, Crocetta se presenta como el hombre del cambio. Y desde luego su historial lo es. Cuando llegó al ayuntamiento en 1996 colgó un cartel en su puerta: «No se aceptan recomendados». En un lugar donde el enchufe es una forma de vida resultaba una temeridad. En 2002, siendo alcalde, empezó a combatir a la Mafia con denuncias. Lo culminó con algo considerado una afrenta mortal. La mujer de un potente capo trabajaba en el ayuntamiento y descubrió que en el concurso había presentado una declaración de ingresos falsa. La despidió. Desde entonces lleva escolta.
Pese a su pasado comunista, Crocetta es voluntario en una parroquia y en su despacho tenía siete vírgenes y el retrato de Teresa de Calcuta. En su obsesión de pureza y ruptura con el pasado, llega a niveles ridículos, como Grillo, y prometió: «Si gano diré adiós al sexo y me consideraré casado con Sicilia. Será como entrar en un convento». «¡Yo soy la revolución y os lo demostraré con los primeras medidas contra 'la casta'!», clamó nada más ganar, anunciando el fin de enchufes y privilegios. Pero tendrá que pactar y empezará el realismo. Podría hacerlo con los chicos de Grillo, pero son más puristas que él. Si no, habrá que repetir los comicios, otra señal de lo que puede pasar en las generales en Italia.
POR: HOY.ES
ARREGLOS: ALBERTO CARRERA
POR: HOY.ES
ARREGLOS: ALBERTO CARRERA
No hay comentarios:
Publicar un comentario