sábado, 24 de noviembre de 2012

EL LADO PRIMATE DEL SER HUMANO. VIOLENCIA INJUSTIFICADA

Las raíces evolutivas de la agresividad. El lado oscuro del primate humano.

Si los chimpancés tuvieran armas de fuego, y supieran cómo utilizarlas, les darían el mismo uso mortal que hacemos los seres humanos. Ésta fue la respuesta de la primatóloga Jane Goodall cuando le preguntaron sobre la violencia en estos primates, cuyo comportamiento ha estudiado durante décadas. En las últimas semanas, se ha incrementado la espiral de violencia en el conflicto entre Israel y Palestina, que ha provocado la muerte de decenas de personas. El lanzamiento de misiles a ciudades como Tel-Aviv, los ataques suicidas en autobuses y la amenaza de intervención bélica son solo algunos de los ejemplos más recientes.


La violencia y los conflictos son fenómenos sociales forman parte de nuestro repertorio de conductas, al igual que ocurre con otros primates. La violencia dentro de las organizaciones de cualquier tipo se canaliza por varios medios, algunos de los cuales están ritualizados, como por ejemplo normas y castigos. Pero fuera de ellas, las cosas cambian. La agresividad es bastante común en la naturaleza cuando se trata de interaccionar con grupos vecinos, como ocurre en el caso palestino-israelí. Y es que los chimpancés también desconfían de extraños o directamente desean eliminar a rivales que habitan en territorios limítrofes.

Un comportamiento típico de esta especie en la selva son las patrullas. Cada noche, los machos recorren en grupo los límites de su territorio para asegurarse de que no hay intrusiones de enemigos. El primatólogo Toshisada Nishida, ha estudiado a varias comunidades de chimpancés que habitan en Tanzania, cuyos territorios limitan los unos con los otros. Nishida ha contado en alguna ocasión cómo una comunidad de las que estudió fue eliminada por otra vecina durante un proceso que duró varios años, tras los cuales los vencedores ocuparon el territorio de los vencidos y se quedaron con algunas de las hembras supervivientes.






Las agresiones incluían mordiscos, arrastrar medio muertos por la selva a las víctimas e incluso el canibalismo. El primatólogo Frans de Waal cree que los chimpancés, al igual que los humanos, son xenófobos y capaces de conspirar para acabar con personajes relevantes del grupo, como ya ha pasado en varias ocasiones en este conflicto histórico.

Tanto palestinos como israelíes aplican el "ojo por ojo" o Ley del Talión. La venganza es la motivación principal de muchas de sus acciones terroristas. La revancha es un fenómeno poco frecuente en el reino animal pero existente. Los chimpancés recuerdan muy bien el historial de interacciones con otros miembros del grupo y las tienen en cuenta a la hora de tomar decisiones, como obtener colaboración o amenazar a un enemigo.


Uno de los casos más asombrosos de venganza se está produciendo con los elefantes asiáticos en la última década. En el año 2006, una manada de elefantes irrumpió en la población de Ranchi (India). Estos buscaban el cuerpo de una compañera que murió ahogada al caer a un canal de irrigación de manera accidental. Los elefantes no sabían lo que había pasado, pero el cadáver ya había sido enterrado por los habitantes de la localidad. Estos continuaron días buscando, destrozando cosechas y cabañas, rabiosos con los humanos, que finalmente tuvieron que desalojar la aldea.

Hasta entonces se sabía poco sobre su mente, pero pocos meses después se publicaron las primeras imágenes de cerebros de elefantes. Los resultados mostraron un gran hipocampo: una zona que interviene en el procesamiento de las emociones y la memoria. Es probable que esta sea la razón por la también son frecuentes los ataques a adiestradores que han sido crueles o a aldeas donde los hombres talan los árboles donde ellos habitan.


Uno de los métodos terroristas que más impacto tienen son los hombres bomba. El suicidio siempre ha sido algo misterioso para los partidarios de la Teoría del Gen Egoísta. Para estos es complicado explicar cómo un organismo puede atentar contra sí mismo y acabar con su ADN de un plumazo, anulando toda posibilidad de reproducción, y por lo tanto, de transmitir sus genes. Solo algunos insectos se suicidan porque comparten los genes de la misma madre.

El fenómeno de los mártires suicidas tiene algunos paralelismos con comportamientos que podemos encontrar en algunos insectos eusociales, como son las hormigas o las abejas. Las hormigas kamikazes, cuando detectan un peligro para el resto de la colonia, explotan dispersando un ácido que aniquila a sus enemigos, al igual que los terroristas que estallan las bombas pegadas a su cuerpo.

A pesar de que sabemos que la cooperación y el altruismo han jugado un papel clave en la historia evolutiva de las comunidades de nuestra especie, cuando se trata de los vecinos, existen notables excepciones. No podemos ocultar que los humanos, al igual que los chimpancés, poseemos un lado oscuro a la hora de gestionar lo que percibimos como diferente. Muchos lo niegan como si no existiera, pero forma parte de nuestra naturaleza.

Una buena prueba de ello es que nuestras ciudades están repletas de símbolos que ensalzan acontecimientos violentos, desde arcos que celebran victorias sobre otros pueblos hasta monumentos o nombres de calle dedicados a militares de éxito. Puede que un primer paso para desarrollar mecanismos que nos lleven a evitar horrores como el vivido esta semana, sea aceptar que la violencia es una fuerza tan poderosa en el ser humano como lo es también su tendencia a mantener la paz.



POR:  Pablo Herreros ELMUNDO.ES
ARREGLOS: ALBERTO CARRERA
 

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